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Cultura 10 de julio de 2018

“Es hora de que el mundo se piense a sí mismo”

Desde su poemario "Hojarascas", Susy Shock apela al surgimiento de un mundo nuevo, que acepte la diversidad y que se aleje de la norma hombre y mujer.

Susy Shock presentó sus libros en Mar del Plata.

Esto es urgente. Esto es urgente. Esto es urgente…” La frase, escrita hasta el cansancio en la funda de “Hojarascas“, apela al núcleo, al magma del poemario que escribió Susy Shock, que ilustró con sus fotografías el colectivo Mafia y que editó el sello independiente Muchas Nueces.

Urgente como un grito que no puede esperar, como una taza de fuego, el largo texto de Susy -escritora, cantante y militante de la comunidad trans- es una proclama desesperada, un puente para que lectoras y lectores no conocedores de la problemática trans empiecen a entender por qué ellas se juntan, se abroquelan y en grupo y en la calle le gritan a la sociedad eso que no puede callarse más: “¿Cómo se mata a una de nosotras sin matarnos a todas?”

Durante siglos postergadas, asesinadas, marginadas y anuladas de cualquier tipo de agenda pública, las trans, travas o travestis -tal como la misma Susy define a sus compañeras y tal como ella se define- llegan a esta centuria
envueltas en una lucha sólida por obtener derechos civiles. Algunos, como la Ley de Identidad de Género, ya se concretaron. Pero el camino es aún muy muy largo. Es en este contexto en el que “Hojarascas” se entiende. En el marco de una sociedad que todavía está repartida, o partida en dos. “Esto es urgente, esto está hecho en vigilia, esto no puede esperar”.

Mientras tanto, Susy denuncia desde su bello libro: “No queremos ser más esta humanidad” y en esas palabras decreta la necesidad de que nazca un mundo nuevo, que asegure la diversidad, y que destierre el binarismo que, como los ceros y los unos de la matemática, divide a la sociedad en hombres, por un lado, y en mujeres, por el otro, en una especie de norma heterosexual que ellas quieren quebrar. “…la única novedad a la que se atreven/ (desde que aprendieron a hacer el fuego/ hasta acá) es a no salirse del principal/ mandato/: ¡Que nada fuera de lo binario es posible!“, se lee en “Hojarascas”.

“En mí nunca aparece ningún rasgo de mujer porque no lo pretendo ser”, asegura Susy en una entrevista con LA CAPITAL. “El universo trava es riquísimo, mucho más profundo que el prejuicio que se tiene, es una identidad de género que decidimos transitar, no es una condición, nosotras tenemos mucha ternura y mucha alegría que es una manera de sobrevivir a tanta injusticia y a tanta marginalidad”, explica en Mar del Plata, ciudad que visitó recientemente para presentar “Hojarascas” y “Crianzas”, otro de sus libros, en el América Libre.

Con una trayectoria de tres décadas, esta artista es también docente. Editó en 2007 su primer libro “Revuelo Sur”; en 2011, “Relatos de Canecalón” y “Poemario Transpirado” y, en 2016, su primer libro para niñas y niños “Crianzas”. Además de trava, se declara “sudaca”. “Quizá Pedro Lemebel sea la piedra basal de esta mirada travesti trava desde lo sudaca, yo me reivindico sudaca como me reivindico trava, que han sido siempre insultos y que nosotras le dimos una vuelta gigante para plantearlo como un diálogo político”, indica. Tampoco le tiene miedo a la palabra monstruo. “La monstruosidad siempre fue un atentado a la normalidad, es ni más ni menos que mi bandera”, para ir en contra del disciplinamiento social que apela a ese ser normal que no existe.

– En tu libro “Crianzas” te detenés en las infancias, ¿por qué?

– Pienso en las infancias porque las infancias son hoy el agujero que construimos de autoestima, el agujero que construimos a través del desabrazo, y ese agujero queda para siempre, terminamos condenando a las infancias a que tarden diez o vente o treinta años de su vida para que puedan decir “Yo soy”. Y eso les pasa a todas las infancias, quizá las infancias trans sean las más visibles, las más lastimadas, pero una persona trans después es la más resiliente, es la que logra sobrevivir a ese promedio de vida terrible que tenemos que son los 35 años. Y así podemos mirar el mundo muy frente a frente. Yo no sé qué pasa con el resto de las infancias, que son también muy duras porque el costo de ser el varón que pide lo binario o la mujer que pide el mundo binario es terrible. Es hora de que el mundo se piense a sí mismo, qué responsabilidad tenemos al construir este modelo de hombre y mujer que deja a tanta gente afuera y sobre todo deja a tanta gente heterosexual que no puede ser más que encorsetadamente un modo de ser hombre y de ser mujer.

– ¿Cómo fue tu infancia y tu adolescencia, Susy?

– No tuve una infancia dura ni una adolescencia dura, tuve un enorme privilegio: esa familia me abrazó, mi papá y mi mamá me abrazaron. Tuve el privilegio de ese amor y de esa autoestima completa y también tuve la posibilidad de acceder a terminar el secundario, de no estar parada en la calle como mis otras compañeras y hermanas. Eso hizo que tuviera ante todo un saber desde esa autoestima. En el libro no hablo de las infancias trans, en todo caso hablo de esos abrazos que toda infancia necesita ¿quién puede crecer sin un abrazo? Pero en mi comunidad, a mis compañeras y hermanas no se les da, y no se nos da porque en un noventa y nueve por ciento de los casos somos expulsadas de hogares heterosexuales. Cuando se habla de personas trans se nos piensa en adultas, nunca se nos piensa en niñitos y en niñitas expulsados de hogares heterosexuales. Mi libro “Crianzas” no es sobre infancias trans sino que es una invitación a que ustedes, como mundo hegemónico, se repiensen no tanto desde los privilegios, sino desde qué responsabilidad tienen al abandonar a niños y a niñas y a creer que todos los problemas aparecen cuando una decide ser travesti, entre comillas. Cuando en realidad este es un mundo que no se banca nada que salga fuera del hombre y la mujer.

– ¿Cómo vivís la lucha del movimiento de mujeres, es una lucha diferente a la del colectivo trans o es parte de la misma lucha?

– Claramente es una lucha que también nosotras como colectivos empujamos, es dificilísimo pensar en la Argentina sin el movimiento trans travesti que ha sostenido y que ha aprendido de los feminismos la idea poderosa de construirse y le han aportado a esos feminismos una presencia política muy poderosa. No sé qué sería de este país si no hubiesen existido Lohana Berkins, Diana Sacayán, Marlene Wayar, porque lo que vinieron a construir y deconstruir estas travas significa una enorme ventana abierta para todo el mundo, no solo para el movimiento trans, las chicas trans quizás con menos privilegios que las mujeres, quizás estemos en el último orejón del tarro, pero claramente somos un universo y tenemos muchas realidades. Una cosa que nos atraviesa a todas es la marginalidad y los prejuicios, esta idea de no estar en la agenda emocional de las todas las luchas y de desconocer inclusive que es una lucha que empieza del propio colectivo trans travesti y no es una acción que viene de la hegemonía. Esta es una pelea enorme que viene del regreso de la democracia para acá y que por suerte no frena. Hay una parte del feminismo que insiste en que es una lucha distinta, pero nosotras, abrazadas realmente y con una sonoridad real vamos empujando el movimiento verde.

– ¿Qué cambia con la condena por travesticidio al acusado de matar a Diana Sacayán?

– Ahí está el resultado de lo que estoy diciendo, porque la defensa de familiares y amigos de Diana han trabajado enormemente y muy pulcramente para sostener con argumentos concretos no solo el hecho puntual del travesticidio de Diana sino otorgarle a esa figura un peso enorme y con una demostración de pruebas enorme. Eso cambia el paradigma. Somos una generación que tiene que sanar. Tenemos que patear todo el tablero para las chicas que vienen, para que ellas no tengan que transitar estas ausencias.