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Interés general 30 de junio de 2018

“Una escuela donde hay un equipo humano logra hacer maravillas”

La educadora Victoria Zorraquín destaca que en su comunidad, la escuela ya cuenta con los recursos para transformarse. "No hacen tanto falta grandes recursos materiales sino más bien grandes recursos humanos", asegura.

Victoria Zorraquín, directora de Escuelas Rurales y Agrarias y autora de "Esperanza en la Escuela".

Con varios años de trayectoria como educadora, la fundadora de la ong Educere, Victoria Zorraquín, finalmente decidió publicar su primer libro.

Lo tituló “Esperanza en la Escuela”, para dejar en claro su confianza en que todo aquello que la escuela necesita para ser transformada probablemente ya está al alcance de la mano.

“Tengo esperanza en la escuela que ya existe. No hablo de grandes formulaciones de la escuela del futuro”, le aseguró Zorraquín a LA CAPITAL. Y aquello que ya existe y es fundamental, está constituido por sus docentes, sus alumnos y la comunidad que interactúa con cada institución. “Planteo una escuela en la que no hacen tanto falta grandes recursos materiales sino más bien grandes recursos humanos, en la que se trabaje en equipo, haya cooperación y participación. Estoy convencida de que una escuela donde hay un equipo humano logra hacer maravillas. En cambio donde esto no sucede, con los mismos o mejores elementos materiales, no hay resultados.

Mi libro intenta ser una invitación para que, con lo que hoy tenemos, podamos transformar la escuela”, señaló.
Como directora de la ong Educere, Zorraquín recorrió durante años establecimientos escolares de todo el país ofreciendo programas de actualización y acompañamiento docente y desde hace más de dos años es directora de Escuelas Rurales y Agrarias, dentro del Ministerio de Agroindustria de la Nación.

Desde esa función, aseguró, amplió aún más su mirada sobre qué es lo que necesita la educación argentina para transformar su realidad.

“Cada vez estoy más convencida de que es crucial empoderar al docente para que las escuelas funcionen como un equipo y que las aulas sean espacios cooperativos en los que los docentes guíen el aprendizaje de alumnos activos”, señaló.

Desde su experiencia en la función pública Zorraquín afirmó que, aunque dentro del sistema se las considere a las más postergadas, las escuelas rurales un claro ejemplo de eso.

“Es maravilloso comprobar que en la educación rural, donde hay comunidad, recursos humanos sanos, buen diálogo y trabajo en equipo muchas veces el aprendizaje es mejor”, indicó.

En su libro “Esperanza en la Escuela”, Zorraquín relata la experiencia de un equipo de educadores, matizado con la mirada de una alumna (Esperanza) y de su madre, en torno a una reflexión sobre cómo mejorar el aprendizaje y la enseñanza.

– Ocupando un cargo público en el que intenta vincular el mundo educativo con la producción agropecuaria, ¿cómo percibe este desafío de acercar a la escuela con el mundo productivo?

– Ni bien se creó esta dirección dentro del Ministerio de Agroindustria la novedad se recibió con extrañeza y resistencia y nos costó un tiempo hacer entender el sentido de esta área. Pero poco a poco se comenzó a comprender la importancia de que un ministerio como el de Agroindustria contara con un área de educación para, justamente, lograr acercar los intereses del sector con los intereses de la escuela. Hoy nos pasa mucho que funcionamos como una dirección que en las provincias provee la excusa para trabajar con ministros de distintas carteras que no se conocen, se conocen muy poco o nunca antes pudieron trabajar juntos.

– ¿Y qué sucede con la relación entre la escuela y el mundo productivo en sí?

– Es sabido que los productores plantean que falta mano de obra capacitada para la agroindustria y que a la vez hay una enorme cantidad de chicos con una capacidad impresionante para trabajar en informática, metalmecánica, construcción o electrónica. Y esa vinculación surge cuando la escuela se abre a su entorno y deja de estar aislada. En definitiva la vida y la escuela son una misma cosa. En el país hay una 530 escuelas agrarias secundarias que enseñan con muchas dificultades, con una muy baja tasa de graduación. Pero en un país cuyo PBI depende de la producción del agro, que se está postulando como un país productor de alimentos para el mundo, necesitamos una escuela agraria fortalecida a la que todos los chicos quieran ir. Cuando se va a las escuelas agrarias se descubre que son maravillosas pero el distanciamiento entre educación y producción ha sido tan grande que ha hecho que la escuela se aisle de su entorno productivo. Lo cierto es que en las escuelas agrarias los chicos desarrollan capacidades laborales concretas para un mundo laboral que hoy los esta necesitando y hay que revalorizar eso.

– ¿Y cuál cree que es la clave para lograr que la escuela concrete esa transformación?

– Creo que pasa por lo que hablo en el libro, es decir una escuela que trabaje en equipo y deje de depositar todo en el docente llanero solitario y súper héroe. Necesitamos docentes trabajando con otros, con alumnos que interactúen de maneras que no están prohibidas y que se pueden hacer. Hay que hacer oír las voces de los que sí lo hacen y están queriendo cambiar la realidad.

– ¿Qué clase de esperanza tiene en la escuela?

– Tengo esperanza en una escuela que ya existe y que tiene que ser más relevante en las próximas décadas. En contra de los que creen que la escuela ya no tiene un rol para jugar yo creo que justamente tiene un rol central pero ya no como un dispenser de conocimiento. Esa es la escuela de hace 150 años que funcionó para nuestros abuelos, padres o nosotros mismos. Pero no es la escuela que funciona hoy y el rol del docente es el de iluminar cómo fluye ese conocimiento, cómo se lo construye, se lo apropia, se lo comparte y se lo usa para un fin mejor.



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