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Cultura 26 de junio de 2018

Al silencio del yamabushi

“Todo sucede como si mi cuerpo me enseñara lo que la conciencia no supiera enseñarme…”. Maurice Merleau-Ponty

por Rodrigo Silva Pensado

En el monte Rokkoushi se dice que suceden cosas extrañas: apariciones, raptos y monos resabiados que se burlan de los viajeros y los campesinos.

Así, las sensaciones de un anciano pueden convertirse en un mito a partir de las palabras, aprovechando aquellas situaciones de incertidumbre y misterio.

Según Barthes, el mito no se define por el objeto de su mensaje sino por la forma en que se lo profiere: sus límites son formales, no sustanciales.

Takión fue un cazador que durante algunos años mantuvo una reputación ejemplar en el pueblo de Tôno. Solía pasar incontables horas en el monte, hasta cazaba de noche; conocía cada árbol, cada piedra y animal del lugar.

Una madrugada él se desveló luego de dispararle a un zorro que se desangró junto a sus pies. De pronto el bosque quedó enmudecido. Por un tronco de bambú bajó una presencia. Era gigante y desplegaba sus alas, pero su rostro y parte de su cuerpo era humano. Un yamabushi, pensó. En su infancia, los ancianos le contaban historias sobre él.

No dudó un segundo en recargar su arma a pesar del tiempo y la distancia. Y aunque Takión era muy veloz, cuando logró apuntar, apuntó a la nada. Su piel se erizó y dejó caer el rifle mientras recordaba aquel relato:
Nuestra fortaleza depende de las pruebas que nos impone la Naturaleza. Nosotros conocemos sólo la superficie de ella y alguna arista insignificante de nuestra individualidad…

La imagen de Hinata, un viejo sabio que lo adoptó y le enseñó casi todo lo que él sabía sobre el arte de cazar, reapareció junto con su voz… estaban ocultas en la memoria de Takión:

El yamabushi es un ser que profesa el silencio. Un asceta que vive en las profundidades de la montaña. Puede tomar la forma de un tengu, mitad persona y mitad ave, y si aparece alguna vez en tu camino, será para que decidas qué hacer…

Prométeme muchacho que estarás atento al silencio del yamabushi. Sólo así podrás ser un respetable cazador de Tôno…

Esa noche hacía mucho frío. Como de costumbre, Takión se envolvió en sus pieles de oso logrando por fin conciliar el sueño.

Al despertar, el cazador se dispuso a continuar con sus tareas. Entre unos arbustos se alimentaba un cervatillo. Takión preparó el rifle con extremo cuidado y apuntó en aquella dirección disparando sin titubeos. Sin embargo, disparó una vez más para asegurar el botín.

Se acercó a su presa y el espanto se apoderó de él. Allí no había nada. Ningún cervatillo, ningún animal, nada. Pensó que podía haber sido una ráfaga de viento; algunos cazadores suelen ser engañados por él moviendo de las hojas y las ramas pero no, este no era el caso.

En ese instante, un yamabushi lo tumbó y se dio a la fuga, llevándose con él las provisiones y las presas que Takión había conseguido la noche anterior.

El cazador se repuso y obstinado prosiguió su camino. No tenía alimento y debía obtenerlo como sea. El relato del sabio resurgió en su conciencia:

Algunos objetos se convierten en presa de la palabra mítica durante un tiempo, luego desaparecen y otros ocupan su lugar, acceden al mito.

Cada vez que intentaba cazar sus objetivos desaparecían. Así perdió todas sus municiones. Su cuerpo se consumía por la falta de alimento y su bravura se aplacaba por las derrotas. Ya nadie hablaba de sus hazañas y no se lo veía en el pueblo ni en el bar…

Algunos dicen que se convirtió en un yokai. Ninguna forma le permitió significar aquella presencia, no pudo ir más allá de la palabra.