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Opinión 12 de abril de 2018

Alta tensión en Siria

Por Raquel Pozzi*

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*Analista en Política Internacional y Profesora en Historia.

Twitter: @raquelpozzitang

Siete años de guerra; seis millones de sirios desplazados; cinco millones de refugiados y más de medio millón de muertos referencian la situación dramática en una nueva fase de la guerra en la República árabe de Siria.

Los inicios de la guerra el 15 de marzo del año 2011 en Damasco y Alepo a través de protestas pacíficas inspiradas en la Primavera Árabe, transformó a la misma en una guerra civil entre el gobierno de Bassar Al Assad, los rebeldes y el Ejército Siria Libre (EJS). Las demandas centradas en el fin de la corrupción y la tiránica gestión de los Al – Assad (Hazef y Bassar) convirtieron la guerra civil en una proxy war (guerra de poderes) con actores regionales e internacionales.

El complejo puzle se profundizó con el ingreso del Daesh (ISIS) en el año 2014 y la creación del califato configurando otra fase en la guerra de Siria que se extendió hacia fines del año 2017 cuando escasos focos terroristas se acantonaban en las regiones desérticas sin tener acceso a los recursos petroleros que financiaban a los yihadistas. El abrazo de Bassar Al- Assad y Vladimir Putin en las orillas del Mar Negro en Sochi (suroeste de Rusia) anticipaban con premura el final de la guerra contra el Daesh y la victoria del gobierno sirio. Las alianzas entre Siria-Rusia-Irán sumadas a las fuerzas del Atlantismo EEUU – OTAN – Israel y Turquía mancomunaban esfuerzos a regañadientes para terminar con el terrorismo yihadista, aunque unos y otros bloques alzaban amenazas directas.

La necesidad de Moscú de no comprometer a Teherán y Hezbolá en zonas sensibles en las fronteras con el Líbano e Israel, sobre todo en los Altos de Golán fue infructuosa ya que la intromisión de Irán provocó irritación especialmente en B. Netanyahu y D. Trump. Los eternos estados enemigos Israel e Irán y los antiguos rivales de la guerra fría EEUU y Rusia dirimen viejos y nuevos problemas con escasa diplomacia y de difícil resolución. En momentos que se intensificó la violencia, el ejército sirio logró reconquistar las emblemáticas ciudades de Alepo y Damasco conteniendo a los rebeldes en el norte y sur del país con focos escasos en el centro. Bloqueados los rebeldes y acorraladas en el desierto a los yihadistas, el régimen de Al – Assad sumaba victorias y se consolidaba como única fuerza en el país, sin embargo el cantón en Afrin dónde se encuentra la minoría kurda en la frontera con Turquía sería el epicentro de una nueva etapa de la guerra en Siria.
Fase terminal.

La República de Turquía con comportamientos pendulares se involucró en la guerra en Siria como uno de los aliados occidentales con férrea convicción para derrotar a Bassar Al Assad, sin embargo el interés por resolver sus propios problemas con los kurdos dejó expuesto al presidente Erdogan quien ambiciona terminar con el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) considerado como un grupo terrorista apoyados operativamente por las Unidades de Protección Popular Kurdas (YPG) brazo armado que lucha en la zona de Afrin en Siria defendiendo a la minoría de civiles kurdos. Hasta aquí los EEUU protegían a los kurdos con la condición pactada que no cruzasen hacia el este del río Eufrates en Manbij porque implicaría la inminente retirada de las tropas norteamericanas.

Así fueron los acontecimientos: Manbij fue liberada del ISIS y las YPG no cumplieron con el pacto, efectivizándose la retirada de EEUU en el conflicto. Los turcos contra los kurdos libraban su propia guerra mientras en la península del Sinaí el ejército egipcio abatía un foco de terroristas del Daesh a través de la “Operación Sinaí 2018”, por otro lado las fuerzas sirias con el sistema anti – aéreo S – 200 derribaba un avión caza F – 16 israelí e Israel a su vez derribaba un dron iraní porque supuestamente sobrevolaba su espacio aéreo. Estas escaramuzas mantenían en vilo a la región, pero la zancada artera la llevó adelante el presidente sirio cuando ordenó bombardear Ghouta Oriental, zona estratégica muy cerca de la capital, Damasco y que había estado desde el 2011 en manos de facciones islamistas. A escasos días de recordar la masacre química en Khan Sheikhoun perpetrada por Assad en el año 2013 con un centenar de víctimas, la historia vuelve a repetirse.

Crímenes de guerra

Acostumbrados a las estrategias de guerra empleadas por Assad -el de tierra quemada- con bombardeos constantes en lugares estratégicos como hospitales, escuelas y mercados con el objetivo de expulsar a los civiles para capturar con mayor facilidad a los rebeldes, el conflicto se intensificó. Con el apoyo de V. Putin, Al – Assad se atrevió a violar todas las convenciones internacionales, la prisa por finalizar una guerra con altos costos políticos y económicos condiciona al régimen sirio a boyar en la periferia de la ética en tiempos de guerra.

Los cuatro bombardeos efectuados con agentes químicos (cloro y sarín) que dejó casi un centenar de víctimas en su mayoría niños corroborado a través de imágenes contundentes deja sin respiro y sin reacción a los espectadores internacionales por los actos de “terrorismo de estado” gestionados por el presidente Assad.

El gran negador, Al – Assad, invitó a la OPAQ (Organización para la prohibición de armas químicas) para que investigue las denuncias sobre el ataque químico, sin embargo las pruebas son tan contundentes que el presidente sirio ha quedado expuesto en una fina línea roja de gran alarma mientras los EEUU re – arma alianzas con el Reino Unido y Francia amenazando con la guerra total contra Rusia y Siria. Estamos en las puertas del infierno en una puesta lúdica pero con aroma a azufre, el juego del mal se pavonea destilando el peor veneno mientras otras fuerzas tan oscuras como éstas se preparan para dominar ese mundo del mal dónde pocos sobreviven y muchos mueren…. aunque Assad lo niegue.



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