Las crisis engordan
Mar del Plata, ciudad castigada con un 25% de obesidad infantil, aumentó su consumo de harinas en el último año. El presupuesto familiar no alcanza, la calidad de la alimentación decae.
por Agustín Marangoni
En épocas de bolsillos flacos, los cuerpos se ensanchan. En el último año la canasta familiar en Mar del Plata elevó su costo un 23%, mientras que el incremento de los sueldos promedio quedó entre 3 y 5 puntos por debajo de ese porcentaje. Consecuencia: la calidad de la alimentación empeoró. Y el indicador principal es el aumento en el consumo de harinas.
La Asociación de Supermercados Argentinos (ASU) alerta de este crecimiento a nivel nacional desde fines de 2016. Todos los productos de la canasta básica cayeron en consumo menos las pastas secas y las galletitas, tanto de primeras como de segundas marcas. En la ciudad, según datos que arroja un grupo amplio de supermercadistas de distintos barrios, la realidad es idéntica. El consumo de harina trepó un 10% durante el último año. La cifra se extrae del ritmo de reposición de estos productos. Mientras que las verduras de hoja, las frutas y la carne son las que más sintieron la caída en las ventas.
Otro segmento del mercado que se mantiene estable es el de las gaseosas. En este caso, las primeras marcas se estancaron, mientras que las segundas marcas ingresaron a nuevos hogares. Se calcula un incremento del 5%, acompañado por la aparición de nuevas líneas y ofertas. En los barrios periféricos, donde se consumen más gaseosas de corte popular, las primeras marcas distribuyen sus bebidas en envases más grandes y de diseños más baratos para mantener competitividad.
Esta radiografía sencilla muestra que la erosión económica en los salarios está arrastrando a los vecinos a incrementar el consumo de hidratos de carbono, grasas y azúcares. Y a restar en proteínas, fibras y vitaminas. Es decir, está colaborando con el sobrepeso y la obesidad que castigan a Mar del Plata desde hace más de veinte años. Según cifras oficiales, la ciudad tiene un 25% de obesidad infantil y un 30% de obesidad entre los adultos. Misma cifra que se repite y avanza en el mapa nacional. El motivo, según especialistas en nutrición, está enlazado a que lentamente se está perdiendo el hábito de elaborar los alimentos en las familias del segmento medio y medio-bajo. Las causas son muchas. Falta de tiempo. Falta de presupuesto. Y, por sobre todos los factores, falta de conocimiento.
A pesar de sufrir una merma en los ingresos, se puede optimizar la calidad de la alimentación. La clave está en saber comprar para cocinar lo más sano posible y equilibrar nutrientes. Para eso hacen falta campañas de formación, donde se den a conocer datos de la cantidad de calorías que es saludable consumir a diario y qué alimentos son los más adecuados. La realidad es diametralmente opuesta a lo que debería ser. Los resultados están a la vista y en constante deterioro.
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