En Logroño, el vino riojano y el Camino de Santiago son un maridaje imprescindible
La gastronomía y los vinos riojanos son, junto a las bellezas naturales y arquitectónicas, de las principales atracciones para los turistas que visitan La Rioja española.
Atravesado por el Río Ebro, la ciudad de Logroño, capital de la Comunidad Autónoma de La Rioja, es una parada obligada del circuito francés del Camino de Santiago, lo que brinda a peregrinos y turistas la oportunidad de saborear una copa del famoso vino riojano, degustar alguna de las exquisiteces que se ofrecen en bares y restaurantes, y conocer una urbe donde se respira el espíritu del medioevo.
Por primera vez en la historia, esta ciudad del norte de España es conducida por una alcaldesa: Concepción Gamarra Ruiz-Clavijo, más conocida como “Cuca Gamarra”, tal como se presentó en Buenos Aires en una jornada organizada por el Ministerio del Interior y al que acudió acompañada de otros cuatro colegas.
De amplia sonrisa, la alcaldesa confiesa a Télam que “el primer elemento diferenciador que tenemos es el vino, porque somos capital de una comunidad autónoma que es referencia a nivel mundial en lo que tiene que ver con la vitivinicultura”.
Pero como una cosa trae la otra, nada mejor que acompañar ese reconocido producto con uno no menos famoso: “La gastronomía española y la riojana en particular”, que en palabras de la alcaldesa, “se ha transformado también en uno de nuestros grandes atractivos turísticos”.
“Somos una ciudad donde se cocina muy bien”, remarcó, y basta echar una mirada a los cientos de bares de tapas y pinchos, además de los múltiples restaurantes que se distribuyen por las calles de esa ciudad donde volver a la época medieval es sólo una cuestión de afinar los sentidos.
Pero regresar al vino no es mala idea, sobre todo cuando Cuca Gamarra explica que en la ciudad hay no sólo hectáreas de viñedos que da gusto y placer visitar y observar, sino también “por las centenarias bodegas de la denominación calificada Rioja, que ofrecen una experiencia única al visitante y nos convierte en referente de algo distintivo”.
Hay otro elemento fundamental que hace de Logroño una ciudad única para conocer y que tiene que ver con el Camino de Santiago, esa enorme red de senderos y caminos que conducen hasta el Santo de Compostela por diferentes lugares.
“Somos una de las ciudades del Camino, algo que nos convierte en un hito internacional de miles de peregrinos que todos los años, por distintos motivos, deciden recorrerlo”, expresó.
Para la alcaldesa, esa “suerte” de ser una ciudad del Camino “nos ha hecho de una manera muy concreta ser una ciudad abierta, muy hospitalaria y deseosa de recibir nuevos visitantes”.
Por Logroño pasa el Camino Francés -hay diferentes caminos, como el del Norte y el de la Plata- que tiene un recorrido concreto y además está declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Ante una consulta respecto a si se tenía pensado limitar la masividad en la llegada de turistas, Gamarra lo negó de forma rotunda: “Nosotros no limitamos ni regulamos, sino que lo que buscamos es que haya una continuidad en el concepto de lo que es el Camino Francés de Santiago, desde el inicio hasta el final”.
Y agregó que junto a otros municipios por donde pasa el Camino, “buscamos de una manera conjunta, siempre, de preocuparnos por garantizar al peregrino todo aquello que busca y demanda de nuestras ciudades, y sobre todo unificar todo lo que tiene que ver con la señalética, es decir, buscar acciones conjuntas desde el punto de vista turístico para traer visitantes”.
“Entendemos que el Camino es un único recurso turístico y que debemos hacer una promoción turística conjunta de todos los municipios, apoyada además desde el gobierno de España como un producto turístico de excelencia”, remarcó.
Logroño, pues, es una ciudad para caminar, palpar la historia que se remonta a siglos, degustar un buen jamón ibérico acompañado de una copa de vino riojano, y luego de un descanso frente al puente de hierro, el Arco de Revellín (data de 1523), o el remanso del Ebro, hacer el recorrido del peregrino, siempre y cuando la magia de la ciudad no le atrape y quede inmerso en un ensueño medieval.