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Cultura 3 de abril de 2018

“Piazzolla fue siempre un inmigrante desarraigado y nostálgico”

En su libro "Astor Piazzolla", María Susana Azzi recorre los distintos momentos de la vida del genial artista marplatense, sus amores y su admiración por la música clásica y el jazz.

Astor Piazzolla.

En el libro “Astor Piazzolla” la española María Susana Azzi aborda la biografía del músico para dar cuenta de su genio creador, su infancia en Mar del Plata y Nueva York, su controvertida personalidad capaz de resolver a golpes de puño las disputas, y su obsesión por el destino, que lo llevó a consultar astrólogos, videntes y seguidores del ocultismo.

La obra recorre los distintos momentos de la vida del artista, su deslumbramiento por la música clásica en la adolescencia, su admiración por el jazz, sus amores, amistades, enemistades, satisfacciones, rencores y el dolor por el reconocimiento tardío entre el público argentino.

“Piazzolla era un genio que vivió sin darse cuenta de que lo fue”, dijo la autora en diálogo con Télam, donde se explayó sobre el proceso de escritura de este libro, editado por El Ateneo.

– ¿A qué respondió la decisión de escribir un libro sobre Piazzolla?

– Me recibí de antropóloga y no tenía muy claro qué investigar. Un día, después de una gran búsqueda interior, sentí la respuesta: el tango. Porque en el estudio del tango encontramos una clave para comprender la trama esencial de la sociedad argentina: el crisol de razas. Argentina recibió la segunda mayor inmigración entre 1821 y 1932, los Estados Unidos el primer lugar y Canadá el tercero. La Argentina fue una sociedad abierta donde no existieron ghettos. El tango como institución informal que acogió a decenas de miles de inmigrantes, especialmente italianos. La investigación del tango es la historia del multiculturalismo en la sociedad argentina. El tango es la aceptación de la diversidad, y la inclusión de lo marginal dentro del sistema.

– ¿Cómo describiría a Piazzolla en ese contexto de pluralismo cultural en el que se formó como músico?

– Astor Piazzolla era, por su nacionalidad, argentino. Sus cuatro abuelos fueron inmigrantes italianos. En lo profundo de su ser, Piazzolla fue siempre en parte un inmigrante desarraigado y nostálgico. En diversos momentos de su vida residió en Mar del Plata, Nueva York, Buenos Aires, Roma, París y Punta del Este, pero si bien se inspiró en muy diversas tradiciones, su música es esencialmente argentina. Como compositor, arreglador, director e instrumentista, su especialidad fue la música de Buenos Aires: el tango. A veces decía que había tenido tres grandes maestros: Alberto Ginastera, Nadia Boulanger y Buenos Aires. Pero aunque era cabalmente un tanguero y estaba imbuido por completo de la cultura del tango, tocó siempre la música de Buenos Aires a su manera. En su obra se produce algo así como una convergencia del tango, la música clásica y el jazz. Convirtió al tango que, como el jazz, tuvo orígenes turbios, en una forma de música de cámara contemporánea. Rompió con el tango tradicional, osificado en la década del 50 luego de una hegemonía durante treinta años como música popular de Buenos Aires, y por esta razón los tradicionalistas nunca lo perdonaron.

– Es muy sorprendente el recorrido musical de Piazzolla, su deslumbramiento por la música clásica y su gusto por el jazz y el tango.

– Era ecléctico en sus entusiasmos. La música clásica que aprendió con Béla Wilda, el jazz que escuchaba en Harlem, las piezas folclóricas que tocaba con Cornejo y Pichardo: todo eso fue influyendo en su oído adolescente. Por eso me interesó detallar su itinerario musical, cómo desde chico escuchaba jazz y blues, cuando vivía en el Lower West Side de Manhattan, en Nueva York, y no por eso dejaba de escuchar los discos de Julio de Caro y de Gardel, mientras aprendía a tocar el bandoneón. Luego se da su regreso a Mar del Plata, a los 16 años, y su paso a Buenos Aires con el tango. Por entonces está su inmersión en la música clásica contemporánea. Siempre estuvo al tanto de lo que estaba ocurriendo en el mundo musical, del rock a la música culta.

– ¿Cómo influyó en la vida de Piazzolla y en su formación musical haber vivido en Nueva York?

– Siempre decía que Nueva York le había dejado impresa su marca. En 1987 le confesó a Peter Watrous: “Llevo a Nueva York muy dentro de mí. Estoy seguro de que me impartió coraje. Gracias a ella aprendí a hacerme duro en la vida, a cuidar de mí mismo”. Pero el amigo más íntimo que tuvo en Nueva York después de 1930 no pertenecía a la barra. Fue el joven polaco­ norteamericano Stanley Sommerkovsky (que más tarde redujo su apellido a Sommers). Eran inseparables. La mayor parte del tiempo deambulaban por las calles, jugaban en el Central Park, o disfrazados de adultos con sombreros y largos abrigos se iban a Harlem a escuchar a Cab Calloway o Duke Ellington.

– ¿Cómo vivió Piazzolla el hecho de haber obtenido un gran reconocimiento en el exterior y tardío en Argentina?

– Lamentablemente no llegó a vivir un reconocimiento abrumador, como sí tiene hoy a casi 26 años de su fallecimiento. De todas maneras, siempre fue mortificante para él que en la Argentina no comprendieran su música, y en el exterior sí.

– Piazzolla hacía a veces declaraciones políticas poco afortunadas, ¿no percibía el impacto que podían llegar a tener sus declaraciones?

– Piazzolla no fue un animal político. Fue músico, y le interesaba la música. A veces provocaba, porque de esa forma, también llamaba la atención de la prensa, en los momentos de mayor lucha por imponer su música en la Argentina y en la ciudad de Buenos Aires.

– ¿Qué significó hacer este trabajo en cuanto a dificultades, logros y descubrimientos?

– En la Argentina es difícil investigar, pero no por la gente, es gracias a las 260 personas que nos permitieron ser entrevistadas que existe el libro. Me sorprendió la cordialidad con que nos atendían los pares de Piazzolla en el exterior: Yo-Yo Ma, Plácido Domingo, Lalo Schifrin, Al Di Meola, Georges Moustaki, Franca Mulligan, Gary Burton, o Tonino Guerra, el guionista de Fellini, por mencionar a algunos. Hubo datos muy difíciles de encontrar, como cuándo comenzó a tocar Piazzolla con Aníbal Troilo en la legendaria orquesta típica de “Pichuco”. Luego de haber ido 20 veces a la Biblioteca Nacional, apareció la foto de Piazzolla con Troilo en un diario de diciembre del ’39 en la Hemeroteca de dicha biblioteca. Fue también muy emocionante encontrar las cartas y postales que Astor envió a Nadia Boulanger. Cada interlocutor dejó su huella y el hecho de haber transcripto cada una de las entrevistas hace que yo lleve dentro mío hasta la respiración y las emociones, las risas y las lágrimas de cada una de las personas que colaboraron en la elaboración de esta biografía.

– ¿Cómo calificaría al músico y al ser humano luego del trabajo realizado?

– Un adalid de la libertad, libertad musical en este caso: sacrificó su vida familiar, su situación económica y financiera, y por último su salud. Un canto al trabajo, trabajó incansablemente en su cuádruple condición de compositor, arreglador, bandoneonista y director. Escribió 3.500 obras, está considerado por la Sacem en Francia como uno de los compositores más prolíficos, en el mismo panteón que Mozart. Un genio que vivió sin darse cuenta de que lo fue.



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