Guillermo Caldera, el asesino a Bárbara Tiscornia en 2003 y que fue liberado en 2009, intentó evadir un control vial el domingo a la madrugada en la Costa y, al ser alcanzado por los agentes de Tránsito se negó a hacerse el test de alcoholemia y le secuestraron el auto.

El hecho se registró cerca de las 4 de la madrugada cuando Guillermo Caldera transitaba en su Chevrolet Corsa y, al llegar a Beruti y la Costa intentó evadir un control de Tránsito.

Los agentes, al notar que un auto había deliberadamente esquivado el operativo, decidieron perseguirlo unas pocas cuadras hasta que lo alcanzaron y, como manda el protocolo, le pidieron al conductor que se sometiera al test de alcoholemia, sin embargo, Guillermo Caldera se negó a hacerlo.

Como Caldera se negó a hacerse el test de alcoholemia, automáticamente se considera que le dio positivo por lo que su auto fue secuestrado por los agentes de tránsito.

Caldera ya había protagonizado otro escándalo vial, cuando en 2016 mientras se desplazaba en una motocicleta Yamaha de mediana cilindrada sin casco y sin carné de conducir por Colón, al llegar a la intersección con La Pampa colisionó con dos autos. Por el impacto, salió despedido y por la caída se fracturó una pierna.

Pese a la grave lesión, su primera reacción fue negarse a ser trasladado al hospital. La resistencia tenía un motivo: Caldera no quería someterse al protocolo de accidentes de tránsito para obtener el estado de alcoholemia de un involucrado. Recién horas más tarde, Caldera no pudo oponerse más y el registro asentado en el expediente fue de 0,59.

Un caso impactante

El 22 de abril de 2003 Bábara Tiscornia (20) fue asesinada por Guillermo Caldera de un disparo en el rostro durante un encuentro que pretendía ser íntimo dentro del departamento de la familia del asesino, en La Perla.

En 2005, a Caldera se lo confinó a 13 años de prisión pero luego su pena fue reducida a 10 y desde hace casi dos años se encuentra con la condena agotada. Se lo había encontrado culpable del asesinato, pero también de llevar el cuerpo hasta un acantilado y arrojarlo, con la intención de confundir a la policía, ya que en aquella época se habían producido algunos crímenes de mujeres cuyos cadáveres aparecieron en la zona de Camet.

A Jorge Caldera se lo acusó de haber llegado al departamento cuando aún la joven estaba con vida y de no hacer nada para ayudarla, pero en el juicio que se celebró en septiembre pasado fue absuelto.