El primer encubrimiento conduce a Menem. El segundo encubrimiento conduce a La Doctora.
Previa:
Según pasan los años.
Los grandes conflictos, en la Argentina, nunca se resuelven. Se prolongan indefinidamente. Persisten. Intoxican.
Los dos espeluznantes atentados causaron 120 muertos. Aún producen abundante material para la intoxicación informativa.
1992, fue contra la embajada de Israel en Argentina.
1994, fue la voladura de la mutual AMIA.
Los altibajos trágicos de los estallidos resultan útiles para explicar la historia compleja de las últimas décadas. Con sus cambiantes marcos geopolíticos.
“Según pasan los años”. Como en el film “Casablanca”, transcurren las ceremonias tildadas de encubrimientos.
Episodios que arrastran teorías y cultivan impotencias. Cada día se confunde más lo verdadero de lo inventado. O de lo meramente falso.
La duda permanente atenta contra la credulidad. Efecto técnico de la intoxicación.
Los investigadores iniciales pasaron, como los protagonistas, de pronto, a la condición de sospechados.
Como si investigar condujera, invariablemente, a encubrir.
Carolina Mantegari.
Editora del Asís Cultural
El primero de los encubrimientos se ventila hoy en Tribunales.
Con su rutinaria indignación, la señora Elisa Carrió denuncia al ministro Germán Garavano. Lo denuncia también el ex titular de la Unidad Amia, el radical cultural Mario Cimadevilla.
Por haber dispuesto la absolución de la dupla de fiscales Mullen y Barbacchia, acusados de ser los pioneros en el arte de encubrir.
En realidad, Carrió y Cimadevilla debieron protestar contra Mauricio Macri. Porque fue, según nuestras fuentes, quien encargó, al “ministro peruano”, las absoluciones a la carta.
Pero insistir, para Carrió, es la manera indirecta de cuestionar al presidente. Comprensión para el “ministro peruano”.
Por cumplir las instrucciones lo demandan.
Pasaron 24 años. Para ser rigurosos 26. En excesiva síntesis, el primer encubrimiento se reduce a la interrumpida investigación sobre Alberto Kanoore Edul, el comerciante de Parque Patricios que tenía, en su agenda perdida, registrado a Moshen Rabbani, agregado cultural de la embajada de Irán, y orador que animaba en las mezquitas.
Consta que el espionaje nacional lo tenía a Rabbani fichado como “blanco islámico”. Con comunicaciones enchufadas desde 1992.
Lo “caminaban”. Y el persa lo intuía. Hablaba desde cabinas de teléfonos públicos al mismo número de Teherán.
Con apoyo “colateral” (o sea de las agencias “amigas”, CIA y Mossad), la SIDE estimulaba la presentable teoría del Hezbollah.
Había cometido el atentado por orden de Irán.
A través del artesano Imad Fayez Moughnieh, talento organizativo para el terror y la muerte. Libanés chiita del sur de Sidon, considerado por Robert Baer un Trotsky o un Robespierre del islamismo violento. Los persas lo utilizaban para generar estallidos externos. Sin embargo, Moughnieh había dejado de activar para Irán en 1988.
Su última hazaña fue el desvío del avión de Kwait Airlines. Y en 2008, en Damasco, los israelíes lo fulminarían selectivamente desde el cielo (ampliaremos, sólo si viene al caso).
Otra investigación la llevaba la Corte Suprema de la época.
Cierta pericia movilizaba la idea intolerable de la implosión.
Significaba que “la bomba había explotado desde adentro”.
Interpretación signada por el antisemitismo, ya que sugería el delirio del auto-atentado. Interpretación fácil para mentes conspirativas.
Cuando estalla la Amia, por incompetencia e imprevisión estallan también las internas de la política autóctona. Quienes menoscababan a la SIDE instalaron la versión de “que se les había escapado la tortuga” (Rabbani).
Para la sinopsis, el encubrimiento nace cuando se “penetra” el domicilio de Kanoore Edul. Pero aquí las actuaciones se detienen por las secuelas del llamado telefónico inoportuno, al juzgado del doctor Galeano. Un extinto hermano presidencial, más sano que el quaker. Para hacerle un favor al padre del “penetrado”. Un paisano oriundo de Siria.
He aquí el nacimiento de la tenebrosa pista siria. Para el analfabetismo clásico, era distinta de la pista iraní. Como si el alawita Al Assad de Siria no actuara indisolublemente junto al chiismo de Irán. Como hoy, respaldados por Rusia, que mantiene en Tartuz, Siria, la principal base en el Mediterráneo.
Pero decir Siria equivalía a decir Menem. El “encubrimiento de la pista siria” inspiraba la línea directa para embocarlo a Menem.
Se lo investigaba a Kanoore Edul porque Rabbani figuraba en la agenda perdida. Y el “blanco islámico”,era ya casi culpable por haber sido visto por la avenida Juan B Justo, interesado en comprar una camioneta.
Y por haber merodeado la zona del Jet Parking, donde en julio de 1994 habían estacionado la Trafik.
Blanco y Jarra: -para la inteligencia- Leche.
El video y los 400
El mecano del encubrimiento se encarajina por los malditos 400 mil dólares (en realidad fueron 475) que se le pagaron a Telleldin, el astuto doblador de autos que se disponía a delatar a los policías, para los que tal vez doblaba. Y que habrían tenido en su poder la camioneta, que por su techo alto no cabía en los garages cerrados.
Aquí confluyen las internas de la política con las de SIDE, por la vieja Sala Patria, junto a las picas clásicas entre las policías federal y bonaerense. “Federicos” y “Patas Negras”.
El joven Juez Galeano se equivoca al encargar la filmación de la entrega de las 400 lucas. Lo hace para cubrirse y que le crean que las entregaba, y no eran para guardarlas en su bolso. Pero del juzgado, y desde alguna parte de la casa de los espías, sale la copia del video que produce el escándalo.
Las 400 lucas para la presunta escritura del libro extraño.
Para sostener la teoría del desvío, con la prisión para los policías que encaran, ahora, juicios comprensibles.
Visto a la distancia, aquellas frívolas 400 lucas fueron una propina si se las compara con el dineral que se invirtió para evitar la racionalidad del tercer atentado.
Se registraron costosos operativos, misteriosos traslados hacia la Bekaa, en Líbano, y hasta se inventó la Triple Frontera como si fuera una zona sustancial para el terrorismo. Aunque se encontraba habitada por paisanos picarescos que solían dedicarse a la transparencia del contrabando y de la alteración de las primeras marcas.
Pero el invento funcionó. Hoy en la Triple Frontera ya hay más espías que prostitutas y contrabandistas.
Por entonces hasta llegó a la patria un ex presidente argelino, que aportaba datos valiosos que no sirvieron para nada. El estadista se llevó la “buena suya” por la mercadería informativa que podía conseguirse en cualquier suburbio de Bruselas. Mejor detenerse aquí. Por suerte el tercer atentado nunca existió. Con el cambio de gobierno, en 1999, el grado de intoxicación comenzó a aproximarse a la patología.
Cambio geopolítico
El segundo encubrimiento encierra superiores dosis de suspenso.
Contiene el epílogo de la muerte, o el asesinato, del fiscal Alberto Nisman. Otro acontecimiento trágico que irrumpió para quedarse sin resolución.
Derivaciones de la disparatada decisión política del cambio geopolítico. Por hacerle caso al bolivariano Hugo Chávez y llegar a un entendimiento con Irán, después de haber insultado copiosamente a Irán en el organismo internacional. Y de reclamar, para que conste en actas, la entrega de los iraníes acusados, para juzgarlos.
Así como la señora Carrió cada tanto suele denunciar “acuerdos de impunidad”, aquel Chávez supo motorizar la persistencia del “acuerdo de culpabilidad”. Ante la banda, o el desconcierto, correspondía culpar a los enemigos de los amigos, Estados Unidos e Israel. O sea Irán y el Hezbollah.
En la ráfagde la renovada intoxicación se imponía otra extraña verdad. En una cumbre, celebrada en el interior de Irán, los altos dignatarios del régimen habían decidido atentar en la Argentina. La versión procedía de una fuente de Alemania.
Extraordinaria subestimación de la civilización persa que sin embargo se tomaba como real, pero que ni los enemigos acérrimos del régimen de los mollah podían suscribir. Ni los aristócratas nostálgicos que recreaban en Londres el pasado fastuoso del derrocado Sha.
Ni los simpáticos bolcheviques exiliados del Partido Tudeh.
Pero al presidente y al Guía de la Revolución Islámica sólo le interesaba cesar con las alertas rojas de Interpol que impedían el desplazamiento de sus autoridades.
Vías muertas
Muerto Kirchner, el tema Amia se encontraba en la misma vía muerta. Es cuando Chávez -socio estratégico de Irán-, hace punta por Brasil e influye sobre La Doctora.
Para que Argentina deje de consumir la visión enlatada de la historia, que le habían obsequiado -a su criterio- la CIA y el Mossad. Hora que se modificara la táctica. En vez de insultarlos inútilmente en Naciones Unidas le convenía acordar.
Entonces la mal escrita tontería secreta del Memorandum iba a ser aprobada por las dos cámaras legislativas de la Argentina.
Pero quien no aprobó el memorándum fue precisamente Irán.
Ya no estaba, como presidente, el Colibrí Ahmadinejad.
Y los persas, con el reformador Rohani, disfrutaban el periodo ilusorio del cambio de relación con Estados Unidos, el país militarmente invencible que se encontraba atormentado por los progresos nucleares de Irán.
Las relaciones de Irán cambian con la primavera de Obama pero con Trump pasarían a ser inviernos peores que los registrados, incluso, con Bush junior.
Mientras tanto la Argentina, con menos fichas en el casino del mundo, vuelve a quedarse con sus muertos impunes. Y en banda geopolítica. En semejante desasosiego se produce la muerte del fiscal Nisman, que no se había adaptado a la magnitud del cambio.
Se preparaba para denunciar, por encubridores, a quienes lo dejaban colgado.
Y solo. Presionado por diputadas que buscaban la consagración que pronto les iba a llegar.
Con el cambio de gobierno de 2015 se agudizaron las espantosas tonterías del Memorandum. Los impulsores pasaban a ser los flamantes encubridores de los iraníes acusados por Argentina, que les ponía la tarjeta roja.
La intoxicación del primer encubrimiento le apunta a Menem. La intoxicación del segundo encubrimiento, para completar el círculo, le apunta a La Doctora.
Continúa…
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