Donald Trump es experto en crear caos para distraer, en usar las intrigas de palacio como cortina de humo. Pero esa estrategia parece haberle pasado factura esta semana, con la renuncia de su asesora más fiel y el descrédito de su yerno en una Casa Blanca donde pocos reman en la misma dirección.
Los titulares sobre las pugnas, escándalos y frustraciones de media docena de altos funcionarios de Estados Unidos restaron atención a cualquier debate sustancial, y espolearon la teoría entre algunos analistas de que el prematuro anuncio de Trump sobre los aranceles al acero y aluminio fue una impulsiva consecuencia de su mal humor.
“Trump está aislado y enfadado, envuelto en una amarga contienda con su fiscal general (Jeff Sessions) mientras ve cómo miembros de su familia chocan con un jefe de gabinete al que reclutó para restaurar algo de orden”, aseguró este viernes el diario The New York Times, que citaba a amigos y asesores del presidente.
El miércoles, Trump volvió a arremeter en Twitter contra Sessions, a quien parece no perdonarle que se apartara de la investigación sobre la llamada trama rusa, que en cambio está en manos de un fiscal federal independiente, Robert Mueller.
Unas horas más tarde, Hope Hicks, la directora de comunicación de la Casa Blanca y su asesora más veterana, anunció que dejará pronto su cargo para buscar otras oportunidades, un día después de reconocer, ante un comité del Congreso que investiga la trama rusa, que había dicho “mentiras piadosas” para favorecer a Trump.
La marcha de Hicks, tan cercana a Trump que muchos la conocían como su “hija adoptiva”, dejó al presidente sin una de las pocas figuras en las que confía verdaderamente, después de que en septiembre abandonara también su cargo Keith Schiller, al que había convertido en asesor tras tenerlo como guardaespaldas desde 1999.
Tradicionalmente, los otros dos apoyos incondicionales para Trump han sido su hija Ivanka y su yerno, Jared Kushner, pero el aluvión de titulares negativos sobre este último ha exasperado esta semana a Trump, y el lazo entre ambos se ha debilitado, según varios medios.
El martes, la prensa reveló que el jefe de gabinete de la Casa Blanca, John Kelly, había degradado de “alto secreto” a “secreto” el permiso que Kushner usa para acceder a información confidencial, lo que lo priva de datos de inteligencia que pueden ser cruciales para su trabajo en la relación con México, Israel o China.
A eso se sumaron informaciones sobre los supuestos intentos de esos países para “manipular” a Kushner y sobre los préstamos millonarios que obtuvo la compañía del yerno de Trump después de recibir en la Casa Blanca a ejecutivos de las empresas prestamistas.
Eso agravó la rivalidad pública de Kushner con Kelly, cuya propia supervivencia en la Casa Blanca pende del inestable hilo de la voluntad de Trump, algo a lo que pareció hacer alusión el jueves, cuando dijo que Dios lo “castigó” al apartarlo de su cargo previo, el de secretario de Seguridad Nacional.
A eso se sumaron los rumores sobre un posible plan para reemplazar al general H.R. McMaster como asesor de seguridad nacional, y sobre la amenaza de Gary Cohn, el principal asesor económico de Trump, de renunciar si el presidente sigue adelante con su plan de imponer aranceles globales al acero y el aluminio.
“Calibrar el caos se está volviendo cada vez más difícil” en la Casa Blanca de Trump, dijo a EFE una experta en las dinámicas del Ala Oeste que enseña ciencias políticas en la universidad de Virginia Tech, Karen Hult.
Aunque “en el segundo año de una Presidencia suelen aumentar de todas formas las salidas” de personal, en el caso de esta Casa Blanca tanto la cantidad como el “rango” de esas renuncias “no tienen precedentes” en la historia reciente, apuntó Hult.
“A medida que continúa la salida de personal y empeora la reputación de la Casa Blanca, es difícil imaginar que haya gente con talento que quiera unirse al caos”, indicó a EFE el historiador presidencial Bruce Miroff, de la Universidad de Albany (Nueva York).
Patrick Maney, un historiador presidencial en la universidad Boston College, opinó para Efe que probablemente “habría que remontarse a la Casa Blanca de (Richard) Nixon para encontrar este nivel de conmoción interna”.
Pero no hay que olvidar que Trump, el maestro de la telerrealidad, alimenta el caos en su entorno para alejar la atención mediática de debates políticos importantes, como los de inmigración y armas, y de temas que le incomodan, como la investigación sobre Rusia.
“Este Gobierno, con sus medidas, es el más ferozmente conservador de los tiempos modernos. Al final, eso será lo que importa”, dijo Maney.
EFE.
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