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Cultura 18 de abril de 2016

Para romper el cascarón

Al rescate del premio Nobel de Literatura 1946. Hermann Hesse (1877-1962)

Por Dante Rafael Galdona
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El mundo de entreguerras, las crisis psicológicas y el psicoanálisis, lo bueno y lo malo de las religiones. La realidad cruel y la lucha por la felicidad. El escritor que destruyó su propio mundo para nacer.
Poseído
El poeta de la melancolía no puede superar ciertas crisis existenciales devenidas en profundas depresiones que lo llevaron a la internación en un neuropsiquiátrico por “posesión satánica”, según recomendaciones de religiosos a los que su familia frecuentaba. Luego, la primera guerra mundial y la imposibilidad de mirar al mundo a los ojos, producto de una patología mental de base neurótica provocada por una controvertida educación religiosa, una severa enfermedad psiquiátrica de su mujer y otra muy grave de su hijo y la muerte de su padre intervinieron en su matriz sentimental interior, destrozaron la ya de por sí débil psiquis de Hesse. Pero entonces, contrastando con la herrumbre del pensamiento clerical que emparentaba a la enfermedad mental con el satanismo, comenzaba a dar sus primeros pasos el psicoanálisis y Hermann Hesse conseguía salir de la penumbra psíquica gracias a Carl Jung, de quien se hizo amigo entrañable en lo personal y de quien incorporó varias de sus teorías en sus libros, sobre todo en “Demián” y “El lobo estepario”.
Fue Jung, entonces, y fundamentalmente su discípulo Lang, quienes con su terapia rescatarían de la chatura y el olvido a un poeta e intelectual que asombraría al mundo de la literatura. Entre las teorías de Jung, el análisis de Lang y la literatura de Hesse se formaría el triángulo artístico, científico y filosófico de la genialidad.
Pero la crisis se instalaría como la palabra que le serviría de apoyo en su vida y en su obra. Las crisis mundiales, las crisis existenciales de la humanidad y, sobre todo, las crisis personales, íntimas, serían el campo donde su literatura iba a encontrar la cosecha para sus obras.

Paliar el sufrimiento

Nació en Calw, Selva Negra, Alemania, el 2 de julio de 1877. A los nueve años ingresa a una escuela de latín, cuatro años después a un liceo y en 1891 al seminario evangélico teológico de Malbronn, de donde huiría espantado y luego del cual sufriría su primera crisis psiquiátrica, siendo internado en un manicomio. Esa educación formal sumada a la rigidez del dogmatismo cristiano de sus padres produjeron en Hesse la huella de su búsqueda espiritual y poética y marcarían los trazos iniciales de su literatura, surgiría el Hesse poeta. De Selva Negra, a pesar de todo, guardaría los mejores recuerdos, al punto de incluirla abundantemente en sus escritos.
Trabajó como relojero y luego como librero, donde se contacta con los autores que llenarían su bagaje literario.
Luego de casarse y tener tres hijos en un pueblo rural, Gaienhofen, en 1911, su llamado espiritual lo aventura a su primer viaje, al oriente asiático. Ese viaje, aunque queda decepcionado de la India en particular, sería el reservorio de casi toda su obra adulta.
En Berna es donde quizá toca fondo espiritual, la incapacidad de asistir a todos los prisioneros de guerra en su centro de atención durante la primera guerra mundial, la economía decadente, la muerte de su padre y un matrimonio signado por las serias crisis psicológicas de ambos cónyuges, lo dejan al borde del colapso, quizá no hubiera existido el premio Nobel de no haber existido el psicoanálisis, y Carl Jung, y la espiritualidad oriental, el budismo y el taoísmo.
Rompería, Hesse, el cascarón. Nacería destruyendo mundos. En sus propias palabras: “El que quiere nacer debe destruir un mundo”.
Llegaría entonces el momento del Hermann Hesse intelectual, maduro y psicológicamente estable que abriría las puertas a sus ideas de una religión única, una síntesis de todas las religiones, incluido el cristianismo del que tanto había renegado, pero fuera de dogmatismos y centrado en la unidad entre los hombres.
Su espíritu profundamente pacifista y libertario no sólo lo llevó a explorar en el budismo y el hinduismo, sino que siempre se mantuvo crítico de guerras y gobiernos totalitarios. De hecho en la Alemania nazi fue considerado un traidor. En su centro de atención recibió a miles de inmigrantes durante la década del treinta y la segunda guerra mundial.
Recibió el premio Nobel en 1946 y ni siquiera asistió a la entrega, era un asunto mínimo para él.

Un hombre mejor, un mundo mejor

La melancólica “Peter Camenzind”, novela que abunda en reflexiones tempranas, y “Bajo la rueda”, sobre una historia de rebelión, son dos textos de bajo contenido para el general de su obra, pero que no obstante lo acercan a la fama. Si bien se lo consideró un gran poeta desde temprana edad, sus primeros textos daban excusas de un autor diestro en la belleza lírica, su salto literario llega con sus novelas “Demián” (escrita en medio de uno de sus más profundos pozos depresivos), en la que se aborda a sí mismo y bucea en su yo interior, se explica y e intenta fundamentarse a sí mismo en sus crisis psicológicas, a las que persigue dar consuelo con sus búsquedas espirituales. Un autoanálisis tan rígido y profundo como abundante y bello en calidad narrativa. Quizá la novela en donde el psicoanálisis y la literatura se enamoraron a primera vista.
“Sidharta” refleja su avidez por la espiritualidad y el conocimiento al que llevan el budismo y el hinduismo, y en general las religiones y filosofías orientales.
Pero resulta ser “El lobo estepario” la novela que haría de Hesse el escritor internacional. Una novela que mezcla indagación psicológica interior y trazos literarios con belleza lírica. Donde se lee la lucha interior de un Hesse con problemas para relacionarse con el mundo por un lado, y un disconforme pero esperanzado ser humano. Un ser humano al que el mundo lo lastima en cada hora de su vida.
“El juego de abalorios” es una obra en la que el autor deposita su fe en la humanidad, situada en un futuro lejano, donde la utopía y la esperanza parecen tangibles y donde la dualidad del espíritu y el intelecto, obsesiones presentes en toda la vida y obra, se unen para sintetizar la idea de un mundo mejor.



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