Foto archivo
El sábado 2 de diciembre recorreremos las calles de nuestra ciudad con la tradicional Marcha de la Esperanza. Hace unos días alguien compartió por las redes sociales: “44 años de Marcha, justo cuando buscamos a 44 hermanos que están perdidos”. Para quien tiene fe no existen las casualidades sino la providencia del amor de Dios. Encuentro una gran enseñanza en esta providente coincidencia numérica. Ante todo, cabe reconocer que hay cosas en la vida que nos producen un gran dolor: las pérdidas, los desencuentros, los rencores y todo tipo de heridas; en estas situaciones, nos sentimos solos y no hay palabras que calmen el corazón. Pero es posible, precisamente allí en la herida que se abre en el corazón, vislumbrar una presencia que genera consuelo, que secretamente susurra el amor y que tiernamente nos hace sospechar un sentido en lo que aparentemente no lo tiene. Es el misterio de la fe, del reconocimiento de que Alguien es garante de nuestra vida más allá de los límites de la historia. Es el misterio de un amor más fuerte que el odio y que la muerte que entregó su vida por nosotros, por vos y por mí. Sólo si somos capaces de mirar más allá de las simples apariencias podemos descubrir que nuestra vida no cae en el vacío sino que está sostenida por un Amor personal.
También leí que un submarinista dijo: “En ninguna parte hay tanta igualdad ante el destino como a bordo de un submarino o todos vencen o todos perecen”. Y yo agregaría que, en este caso, aún perecer es vencer porque se ha luchado juntos. Porque cuando uno se “embarca” en el servicio noble, como es el servicio a la Patria, siempre vence. Esta enseñanza nos recuerda el sentido de la Marcha de la Esperanza. No es sólo un paseo por la ciudad, tampoco un evento que aporta colorido a una tarde al inicio del verano.
Marchar juntos implica reconocer que Alguien nos convoca, es redescubrir que no vamos errantes por la vida, sino que vamos de camino, que hay un sentido. Caminar por la ciudad implica volver a tomar conciencia que tenemos que estar juntos, aunque pensemos distinto; que vale la pena crear puentes, aunque seamos diferentes; es hacer el ejercicio de encontrarnos, la primera tarde del Adviento, porque siempre hay esperanza. Es animarnos a soñar juntos con la justicia y con la paz porque somos hermanos. Es preparar el corazón para la Navidad que es fiesta del encuentro, de la salvación y de la vida.
Esta 44 Marcha de la Esperanza será especial, en ella redescubriremos que importante es mantenernos unidos y asumiremos juntos el desafío de cuidarnos y acompañarnos para que a nadie falte la esperanza. ¡Te esperamos! ¡Caminemos juntos!
(*): Vicario General. Obispado de Mar del Plata.
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