“Ramiro”, la inspiración que no llega y una Lisboa melancólica
El filme del director Manuel Mozos abrió la carrera hacia el premio Astor. Es una historia sobre la crisis creativa en una ciudad que parece escaparle al tiempo.
Librero de usados en un barrio de Lisboa, tiene incorporado el gesto de hojear y acariciar libros. Ramiro Joao vive en un departamento con paredes tapizadas por libros. Es poeta y parece que de los buenos, pero transita un momento de sequía artística. Eso lo hace querer y no querer publicar, un capricho de los inseguros. Y el “síndrome de la página en blanco” le desarrolla una mirada cínica sobre el mundillo de la literatura, con sus estrellitas de moda y sus falsas posturas intelectuales.
“Ramiro“, producción del cineasta portugués Manuel Mozos, es el filme que abrió ayer el ciclo de competencias internacionales en busca del Astor de Oro, máximo galardón de este Festival de Cine. Antonio Mortágua, actor que encarna a este inexpresivo Ramiro, acompañó la proyección y contó cómo nació la película del reconocido cineasta luso.
“Si bien Manuel no tiene nada de librero, entendí que este filme era una sutil autobiografía (del director), por eso intenté hacer un homenaje a Manuel, que es una persona muy especial y deja que trabajes libremente”, aseguró el intérprete, quien atesora una larga trayectoria en el teatro de Portugal.
Con una destacada iluminación sobre los espacios interiores, la película se vuelve intimista y oscura al mismo tiempo, en tanto retrata el infortunio del que se siente preso Ramiro. “Hay una búsqueda del filme por tener una carga oscura, a pesar de ser una película contemporánea, se busca esa carga melancólica”, explicó el actor.
Y justamente la melancolía está retratada sobre los rincones de una ciudad que parece escaparle al tiempo. Ocurre en un barrio, entre callecitas y viejas furgonetas, bares callejeros, ferias de cosas usadas y antiguos departamentos. Nada de la metrópoli europea con la que podría imaginarse a esa capital.
Con la novela “Avenida Brasil” en los televisores de fondo y un puñado de personajes queribles entre los que se encuentran sus vecinas (una adolescente embarazada y su abuela), Ramiro se verá envuelto en una historia que lo devolverá a la ansiada escritura. Mientras tanto, nunca abandonará el ritual de frecuentar ciertos bares, sacar a pesar a su perro y mirar a las mismas mujeres desde la distancia, desde la timidez y la torpeza.
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