Hemos vivido un momento histórico. La democracia siempre encuentra la forma de abrir caminos, de mostrarnos la manera en cómo los pueblos construyen su futuro, deciden por ellos, se proponen objetivos colectivos y los logran.
Hoy somos muchos los que dijimos que el cambio no tiene vuelta atrás. Y con el tiempo seremos más, porque la fuerza de una nueva forma de entender al Estado, de construir consensos, de escuchar todas las voces irá mostrando, con más resultados, que el cambio llegó para todos, que la tarea estará cumplida cuando los argentinos podamos permitirnos acordar en lo esencial, más allá de las diferencias que podamos tener en cómo conseguirlo.
Y algo de esto es lo que se jugó en las elecciones del domingo. En un ejemplo formidable de libertad se pudo dejar atrás aquello a lo que no queremos volver. Se pudo dar mayor impulso a un proyecto que en pocos años demostró que no sólo era posible gobernar, sino que era posible hacerlo mejor que antes.
Cambiemos es una coalición de partidos que muchos sospechaban efímera y coyuntural: hoy es la fuerza política más importante del país, que permitió en estos primeros dos años de gobierno crear las condiciones para el desarrollo. Pero no sólo eso, también evitó el camino contrario, ese que hoy dejamos definitivamente atrás.
Esta elección marca ese final, pero eso ya no importa. Lo que realmente vale la pena destacar es el comienzo: lo que empieza ahora que somos millones, que somos muchos más los que decidimos cambiar, es la consolidación de esta etapa fundacional. Un proyecto que genera la confianza de tantos ya está maduro para enfrentar lo que viene.
Y lo que viene es arduo, y tan urgente como apasionante: tenemos que terminar definitivamente con las mafias enquistadas adentro o cerca del Estado. Tenemos que lograr que el narcotráfico y la inseguridad no encuentren condiciones para amenazar a nuestros hijos. Tenemos que llevar cloacas y obras elementales a todos los argentinos. Tenemos que honrar a nuestros mayores en el momento de su jubilación y de su atención médica. Tenemos que erradicar la pobreza, con trabajo y con educación. Tenemos que terminar con la impunidad. Y tenemos, también, que encontrar un sistema electoral moderno, absolutamente confiable y mucho más barato que este que ya cumplió 100 años.
Tenemos mucho por hacer, realmente mucho. Y el impulso logrado en las urnas nos pone más cerca del objetivo de ser la generación que cambie para siempre a la Argentina. Todavía falta, es verdad, pero hoy debemos detenernos en lo que la democracia -una vez más- logró, en lo que pudimos hacer el domingo. En que, juntos, hicimos historia.