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La Ciudad 22 de octubre de 2017

Las batallas verbales que, a veces, transmiten mensajes

Como salidos de una película norteamericana de la década del `70, muchos adolescentes se identifican como miembros de la tribu urbana de los raperos y adaptan esa música y hasta cierta indumentaria. Incluso, muchos van a presenciar "las batallas" -encuentros de raperos- en los que manda el "freestyle". A la movida la suelen complementar el skate y los grafitis.

Con gorra con vicera y chupines -o bermudas por abajo de la rodilla cuando hace calor- los raperos suelen juntarse en el centro para participar de la “compe”, una “rapeada” en la que manda el “freestyle”, donde suelen improvisar sobre pistas musicales en base a alguna consigna o concepto que tienen que rimar y el competidor contestar. Valen los insultos y hasta se puede generar violencia verbal. También hay eventos en los que se presentan raperos conocidos, profesionales, que cobran entrada y hasta cuentan con espacios VIP en los que se pueden sacar fotos con el público que, religiosamente, después se colgará en alguna red social como Instagram. Otros adscriben a la variante denominada “rap con conciencia”, rimas a través de las cuales intentan motivar a los jóvenes a salir de la calle o alejarse de ciertas problemáticas, como la drogadependencia.
“Nosotros vamos a la ‘compe’ de los sábados frente a la Catedral, ahí participa el que quiere y van algunos famosos como ‘Sony’ o ‘De Toque'”, describieron Dylan y Sebastián, 15 años, compañeros de colegio.
Puede ser un concepto, una palabra o una consigna el disparador del rap, que será contestado por el contrincante hasta que alguno se quede sin respuesta y se definirá el ganador.
El hip hop es una corriente musical basada en rimar a gran velocidad sobre una base rítmica. Una de sus vertientes es el rap, un género musical de carácter urbano y reivindicativo, englobado en la cultura del hip hop. El movimiento cultural nació en la década del ’70 en las calles del distrito del Bronx, en New York, como respuesta a la opresión que vivían los ciudadanos negros.

Divisiones
“Yo empecé a escuchar esta música por mi hermano Felipe y después en la playa unos amigos míos también lo escuchaban. Me gusta, conozco algunos extranjeros, pero prefiero a los argentinos porque les entendés la letra. Los estadounidenses hablan raro, como en lunfardo, y es muy difícil entenderlos”, detalló Ulises, de 12 años.
En las denominadas “batallas” reina el estilo libre, en el que “se puede improvisar sobre una pista musical o Big Box, respetando una temática y métrica. Me gusta que se rima todo el tiempo y también que se pueden putear, porque el rap sin puteada es como jugar a la play sin joystick”, añadió el adolescente.
Las tribu de los raperos también cuenta con divisiones, como el DJ que crea y reproduce pistas musicales en una mesa de mezclas, mientras que el “MC” es la persona que interpreta el rap, empleando una lírica fluida para transmitir su descontento social y su inconformismo en un contexto de lucha de clases heredado de sus inicios.

Encuentros
Mientras algunos de los integrantes de la tribu urbana se juntan frente a la Catedral, generalmente los sábados a la tarde, otros participan de los encuentros que se realizan en distintos lugares, como Abbey Road.
“Son competencias reconocidas a nivel nacional, con varios exponentes, entre ellos el más conocido de la ciudad que es Papo”, explicó el productor Sebastián Chaparro.
Si bien cada competencia tiene sus características particulares, generalmente empiezan con improvisación, dependiendo “de los ritmos, de lo que se paute o de lo que surja”.
El encuentro es apto para todo público, aunque muchos “son skaters, es más una cuestión cultural, de estilo, que de música en sí”, aseguró el productor.
Si bien algunos raperos graban discos, los especialistas en “freestyle” se focalizan en las competencias, en esa especie de payada del siglo XXI que hasta puede devenir en violencia verbal. “Sí, hay puteadas”, reconoció el productor.

Canales
Sin embargo, la movida también puede ayudar a superar situaciones sociales complicadas, relacionadas con los chicos en la calle, cooptados por la droga y la delincuencia.
“Las rimas ayudan a mantener la mente activa. Lautaro rima con conciencia, dónde no hay pelea ni agresión”, explicó la asistente socio-educativa del Centro de Actividades Juveniles (CAJ) que funciona en el Complejo Penitenciario de Batán, Natalia Scarpini.
En ese espacio de contención, Lautaro -como otros jóvenes- pudo canalizar a través del rap sus sentimientos y potenció su rehabilitación de las drogas de modo tal que brinda talleres en distintos barrios.
“A sus amigos del barrio -detalló la profesional- les enseña con la idea de alejarlos de la calle y dejar de consumir. Dicen que queman palabras en vez de quemar cigarrillos de marihuana”.



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