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Cultura 25 de septiembre de 2017

Banco de suplentes

por Pablo Garcilazo

La gente pasa y pasa. Con boletas, cheques, dinero, preocupaciones. Pero también con calma. Suma calma. Hizo carne y natural que “acá te van a atender dentro de dos o tres horas con suerte”. Se acomoda en un encuadre de sillas, como si fuera un esperatorio, donde lo más importante pasa en cómo avanzan los números de caja que van atendiendo. También es un buen momento para descansar, leer o encontrarse con otro que está en la misma situación de esperancia (y esperanza) de que en algún momento lo atiendan y de repente hasta puede descubrir y vincularse con historias, situaciones y hasta lugares compartidos, en el banco. Sentado, parado, deambulando. Es lo que llamamos tiempos muertos. O libres. O al pedo. Entre medio de esas charlas hay una concordancia: Mar del Plata no tiene ni un hospital ni un banco municipal. La ciudad es grande, pero cuando hay encuentro, tiempo y comunicación real, se estrecha, es chica, nos conocemos. En estas situaciones. Pero también acá, en este banco, hay momentos que las personas están en un segundo plano, en el banco de suplentes.

Y entra otra y otra persona más. Algunos con ilusión de que su problema solo puede resolverlo el gerente. Entonces consultan en orientación al cliente como tramitar un plazo fijo y le indican la oficina correspondiente y no quedan satisfechos, entonces hablan con un policía que el sí puede convocar al gerente. “Yo lo puedo hacer bajar dice” ¿De alguna cúspide? Si la oficina está en planta baja… El, como decía el viejo Vizcacha se hizo amigo del juez. Y el gerente baja para volver a indicar donde es la oficina de plazo fijo. Mientras tanto ese policía observa con agudeza quien saca o está cercano a utilizar el celular dentro del banco.

Minutos, horas, siguen pasando hasta que alguien decide informar. Contar lo que todos saben y nadie lo dice. Hay sorpresa del esperatorio porque alguien les está diciendo lo que pasa en sus ojos pero no se animan al reclamo o lo olvidan con acierto: de las diez cajas solo funcionan cuatro. Entonces comienzan los aplausos de uno y otro y otra para apurar el trámite. La policía se pone nerviosa, pide tranquilidad, orden y ven a un hombre con cuatro números y lo acusan de revenderlos afuera del banco. Mientras la señora de al lado aclara: “Lo mío es legal yo me quedo haciendo la cola las horas que sea, no vendo números”. Una señora se desmaya, se le bajó la presión y está muy transpirada, el calor es agobiante. Entre dos personas la quieren llevar al baño y un policía les informa: “Lo lamento este establecimiento no tiene baño, a lo sumo crúcenla a la heladería”. Han pasado décadas y décadas. Además del esperatorio hay que tener aguante fisiológico.

El esperatorio comienza a diluirse, pero solo por un momento, hasta que vuelva a conformarse este banco de suplentes.

* * *

Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando a Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.

(*): [email protected]