Jorge Pesalovo, un mozo histórico de la gastronomía marplatense
Pasó por los mejores restaurantes de Mar del Plata, co-inauguró parrillas que ya integran la lista de clásicos en la ciudad y supo atender a figuras del mundo del espectáculo y hasta presidentes. Para él, sea quien sea, el cliente siempre tiene la razón.
Jorge “Manija” Pesalovo lleva casi seis décadas trabajando como mozo, recorrió diversos salones gastronómicos marplatenses y atendió hasta al general Juan Perón, durante Semana Santa del ’73. A través del diálogo ameno, su trato cordial y muchas recomendaciones acertadas, este artista de la bandeja contó su secreto para disfrutar de la actividad laboral: “Amor al trabajo y voluntad, nada más”.
Con 81 años bien llevados, casado con Cora, este padre, abuelo y bisabuelo trabajó toda la vida en la misma actividad.
“En el ’58 fue mi primera afiliación al sindicato, tenía 22 años, empecé como cajero”, describió. Al poco tiempo se dio cuenta de que lo suyo era recorrer las mesas, llevando y trayendo pedidos, recomendando platos o vinos y, siempre, invitando a una sonrisa.
El primer trabajo lo tuvo “en la confitería Saint James, en San Martín y Santa Fe, que después fue Sir Thomas. Después estuve 20 años en Landeiro, el mejor restaurante de pescado en Martínez de Hoz y Ayolas. De ahí pasé a Pehuén, que la inauguré; luego trabajé con los gordos Benedetti; me fui a Los Toldos Viejos con Tomasito y a La Marca antes de que cierre”, enumeró. Ahora atiende diariamente en La Mulita “desde que abrió”.
Con Perón
Con tantos años de oficio, “Manija” tiene en su memoria infinitas anécdotas que, a veces, hasta las regala en las mesas. Claro, siempre y cuando el cliente pregunte, como la vez en que tuvo que atender al ex presidente Perón en la Semana Santa de 1973. “Estábamos en Chichilo, porque habíamos hecho una sociedad, y se paró un Rambler, bajaron dos o tres monos y nos preguntaron: ‘¿Puede tomar un vermout el general?’ ¿Qué general?, les pregunté porque todavía no habíamos abierto”, rememoró sentado en una de las mesas de la parrilla de Playa Grande.
Entonces el hombre le respondió que se trataba del general Perón y lo habilitaron. “El viejo pidió Campari -contó- y como no había tuve que mandar a comprar una botella. Estaba con López Rega y otros más. La gente se había amontonado en la vereda, para mirarlo. Y este López Rega le dijo a Perón: ‘Dicen que usted está enfermo, pero una noche de estas vamos a ir con alguna rubia a algún cabaret’. Yo no podía creer lo que decía ese”.
A la hora de la cuenta los invitaron, entonces el ex presidente saludó a todos los que estaban trabajando y se sacaron una foto. “Pero de Presidencia nunca la mandaron”, se quejó “Manija”.
En materia de política, también atendió la mesas del ex presidente de facto Alejandro Lanusse -“un caballero”, lo definió-, a Italo Argentino Luder -“frío”-, y al vicepresidente Vicente Solano Lima -“macanudo”-, según las descripciones del histórico.
Estrellas
Las estrellas del espectáculo también disfrutaron de sus conocimientos culinarios, como Graciela Borges -“una divina”-, Carlitos Balá o los integrantes de Les Luthiers, “eran geniales”, definió.
Una vez, como había mucha espera, a Graciela Borges la hizo entrar por la cocina y así pudo llegar al salón para comer sin esperar y “sin que la gente que esperaba se molestara”; mientras que a Inés Lacroze -la hija de Amalita Fortabat- trataban “de no atenderla” porque les daba temor.
“Ella estaba casada con Julio Amoedo -reseñó-, que era senador por Catamarca. Por temor, no la queríamos atender, porque siempre discutían y se peleaban mal. Un día fue un mozo a atenderlos, vuelve y dice ‘hoy están divinos’. A los 4 minutos entramos al salón y ella le tiró un vaso con vino en la cara”.
Sabores
También recuerda a clientes anónimos, como al señor que “le decíamos Calabró por su parecido con el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, que dejaba siempre muy buena propina, o al conde Etchart, uno de los dueños de la bodega, que venía y tomaba siempre lo mismo: Baron B en vaso de trago largo con hielo molido”.
“Manija” disfruta de su trabajo y aseguró que el secreto radica en “el amor a lo que se hace, voluntad. Nada más. Voy a morir de mozo”, aseguró entre risas.
Otro de sus secretos radica en no contradecir nunca al cliente. Y, en 59 años de oficio, una sola vez incumplió esa máxima. “Pero antes le pedí permiso al patrón -contó-, pero es que me discutía que el pescado no era pescado. Imposible”.
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