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Cultura 22 de agosto de 2017

Intimidad

por Luciana Balanesi

El fantasma en mi casa, en la mesa, en los encuentros familiares era mi mamá. Mi mamá. Ella nos dejó sin su risa, sin sus papas fritas, sin sus cuentos antes de dormir, ella nos abandonó una tarde cualquiera. Esa misma tarde dejó de ser Luisa para transformarse en la innombrable. Para mí siempre fue mamá. No hubo otras manos con su suavidad. No hubo, nunca más, otros ojos con su dulzura. Me fui a la escuela, cuando volví ya no estaba.

En las fiestas, en los cumpleaños, en las reuniones de primos siempre venía una tía con alguna novedad de ella. Y se disparaban las miradas que yo, con mi corta edad no podía comprender. Que anda por ahí noviando con Mario, que la vieron saliendo de un cafetín céntrico con Luis, que estaba andando en el auto con Esteban. Y así. Así cada encuentro hasta que los chismes de sus novios se transformaron en partes médicos de su estado. Que está más flaca. Que se la ve desgarbada. Que me contó la almacenera, que es amiga de la enfermera del barrio, que está enferma. Y sí. Claro. Si se lo merece. La muy puta dejó a su familia para andar acostándose con cuanto hombre se le cruza por el camino, Dios me libre.

Mamá murió cuando yo estaba por cumplir quince años. En la fiesta estaban todos contentos. Yo no. Ahora soy una mujer hecha y derecha, pero hay momentos en los que con todo gusto me torcería. Hay días en los que, de puro agobio, de tanto cansancio, de excesos de grises, de aburrimiento, de aturdimiento por los gritos de mi marido, me iría. Me iría como se fue mamá. Mi mamá. Si no lo hago es por el miedo a enfermarme. Mis tías dicen que si abandonas a tu marido la vida te va a devolver el golpe. Algunas mañanas me despierto angustiada, veo a mis hijos cruzando la avenida solos, sin ir sostenidos de mi mano. La innombrable es el monstruo que las habladurías crearon.

Yo a mi mamá la comprendí como mujer hace mucho tiempo. Sólo ella sabe lo que sufrió, sólo ella conoció sus pesadillas.

(*): [email protected]



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