En Río de Janeiro tuvimos hace un año los Juegos Olímpicos que fuímos a buscar. Los colores, la exuberancia, la música, las favelas, el mar y los morros. Asistentes, voluntarios, funcionarios de a las anteriores citas remarcaron la desorganización, algunos rasgos que ya habíamos puntualizado en el Mundial de fútbol. Y que ellos reafirmaron, además, en la comparación con los Juegos de Londres, Beijing, Sydney, Atenas.
Pero a Río no habíamos ido a buscar ni la perfección ni la precisión de Beijing. Tampoco la tradición de Atenas, tanto que nunca las Olimpíadas habían llegado a Sudamerica.
Se supone, incluso por los anticipos que vimos en la ceremonia de clausura en el Maracaná, que con Tokio volverá la precisión, algo con un sesgo aun más tecnológico.
Fue inteligente, entonces, de parte del Comité Olímpico Internacional, la elección de París como la sede de los Juegos de 2024. Aunque se supone, por la visto hace unos días en una recorrida rápida por la capital francesa, que la decisión no estuvo basada únicamente en el cambio de características culturales de la sede, sino, y mucho más, en las condiciones prácticas que esa candidatura ofreció.
Sí, es verdad, por lo pronto, que llegar a París después de la tecnología de Tokio, puede ser un bálsamo para cierta parte de la familia olímpica, con un retorno a las tradiciones y al mundo occidental. Quizá no se buscó deliberadamente, pero salió un matiz diferente que enriquece la expectativa. Porque, además, será nada menos que la vuelta a París 100 años después de los Juegos del 24, y con lo que significó antes el Barón Pierre de Coubertin para la Era Moderna de las Olimpiadas.
De todos modos, el COI estimuló el “renunciamiento” de Los Angeles para que le quede la sede de 2028 porque sus miembros observaron, como nosotros, que París está poco menos que lista para que los Juegos se hagan ahora, siete años antes.
La capital francesa, y sus vías más emblemáticas están practicamente “tomadas” ya por los trabajos respectivos, y el plan, que se anuncia en carteles gigantes, apunta a un fin de obra para 2020. Por ejemplo, la nueva estación de trenes y todo un gran sistema de transporte, que se agrega ya a las líneas de subte más prácticas de las grandes ciudades europeas.
El epicentro del proyecto tiene previsto que la Villa Olímpica y Paraolímpica se encuentre a solo siete kilómetros de corazón de París y a solo dos kilómetros del Stade de France, dónde se jugó la final del Mundial 98 de fútbol y que será el estadio olímpico principal.
El 80% de los escenarios donde se llevarán a cabo las competencias de las 22 disciplinas deportivas en un área de 10 kilómetros alrededor de la villa, lo que hará que los atletas se encuentren siempre a menos de 30 minutos de los lugares donde competirán.
La idea apunta al desarrollo urbano del eje París – Saint Denis, también como una respuesta a las necesidades de la población para después de los Juegos, con la inclusión, además, de una Villa que se transformará en un complejo de 5000 viviendas.
Lo del desarrollo urbano es similar a lo que para Brasil significó el plan del gobierno de Lula para el eje corazón de Río – Barra de Tijuca.
Aunque con una diferencia sustancial. Gracias a los nuevos tramos del subte construídos para los Juegos, Barra quedó “más cerca”, pero no se llegó del todo a ese punto, demasiado alejado. Aunque se llevó adelante un “metrobus” en serio, el BRT, largos buses “futuristas” que albergan una gran cantidad de personas que suben a ellos no bien bajan de ese punto final del nuevo metro.
Pero en París ya el subte llega a Saint Denis. Una de las líneas termina allí. Pero el desarrollo urbano entre el centro histórico y este “suburbio” no se limita al transporte.
Además, hay que considerar el plus de competencias y celebraciones que se desarrollarán muy cerca de algunos puntos emblemáticos para la humanidad entera, como la Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, el Sena, Montparnasse, Louvre…
Parece muy lejos 2024. Sobretodo en un mundo tan convulsionado y cambiante. Pero observamos, con sorpresa, hace pocos días, una París ya preparada para un futuro tan distante. Antes veremos con que nos sorprende Tokio.