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Cultura 29 de marzo de 2016

¡Qué bárbaro!

Por Pablo Garcilazo

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Lo salvaje y popular rodean esta expresión propia de nuestro lenguaje criollo. En la humanidad, del pueblo plebeyo y bajo.
Este señor, entre almanaques de Florencio Molina Campos y Jesús, es de esos que, de repente, irrumpía con una voz gruesa, tormentosa y lapidaria, cuando menos lo esperabas, en un semáforo, la puerta de una ferretería, a mitad de cuadra o cuando estabas haciendo la cola para pagar algún impuesto. Su tono, despertaba tranquilidades.
“¡Florencio Molina Campos! ¡Creador del Martín Fierro! ¡Creadores de demanda de herreros! ¡Ese arquitecto de rejas que te hace la cárcel a tu manera! ¡La jaula de tu seguridad inseguritiva! Ya ni Martín Fierro tiene fierro… claro, ustedes… ¡Se lo han robado para hacer más rejas! ¡Qué bárbaro! ¡Buen provecho! ¡A voluntad! ¡Qué bárbaro!”
A las cuatro o cinco de la tarde, era una fija su presencia por las calles del barrio San Carlos, el Patronato de la Infancia, los comercios de ropa y tejido y el sanatorio Emhsa.
Siempre vestido de blanco, con alpargatas, con su infaltable cabellera y barba enrulada. Mirada penetrante, entre la agudeza, lo acido y lo gracioso, de esas que no sabes si te hablan en broma o muy en serio. Voz ronca, a la manera de un payador criollo cantando en el medio del desierto de la conciencia. Lo urgente urge, no puede parar. La urbe tampoco. Su voz pensaba hablando y no es poco.
Uno, revuelve la olla hasta llegar al fondo. Y aún así se pregunta… ¿De donde venía? Había semanas que no se lo veía. Decido buscarlo. Busco lugares relacionados con la salud mental, voy por la fácil, está loco. No encontré nada, absolutamente nada por ahí. Solo encontré por ahí al papá del mono Burgos, aquel que atajara en River hoy rockero que me dijo amablemente “Para loco, está mi hijo”.
Algunos si lo veían, y cuando preguntaba su paradero me decían: “¿Es tu abuelo? ¿Tu viejo? Más vale perderlo que encontrarlo”… ¡Qué bárbaro!
Una tarde, fiel a su estilo, caminando marcha atrás y vociferando tipo autoparlantes, reapareció entre Gianelli y J.B. Justo: ¡Florencio Molina Campos! ¡Del club de abuelitos cantores que mirábamos televisión en una caja de latas de galletitas! ¡Tenemos una tecnología sofisticada! ¡No te bajes al rebaje ni subibaje de tu cerebro para que se parezca a un inodoro! Los abuelitos somos así… damos frescura al raje de cada día… ¡Que bárbaro! ¡A voluntad!
Mientras intenté copiar algunos de sus dichos en un papel de fiambre, a las apuradas, al menos para mí, se escurría para siempre de la faz de la tierra. No lo volví a ver. Alguien, al tiempo, me comentó que lo dejaban salir de un geriátrico a pasear por la calle. Andaba así. Buscando cordura en la locura, hasta bailaba y todo… ¡Que bárbaro!

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Mirar como si fuera la primera vez lo cotidiano de nuestra ciudad y su gente. Con ese fin nacieron estos escritos, que se desprenden de los micros radiales “Acercando el oeste y Mar del Plata”. Son voces barriales desde la salud, la comunicación y la integración comunitaria.