Drácula & páprika
por Caius Apicius
Hay libros de los que habla todo el mundo, pero que no todo el mundo ha leído; uno de ellos es, estoy seguro, “Drácula” de Bram Stoker; no me cabe duda de que son muchísimos más, supongo que millones más, quienes han visto la película de Francis Ford Coppola que quienes han dedicado un tiempo a leer la novela.
He de reconocer que yo era uno de ellos. Pero, ahora que soy rico en tiempo, he subsanado el fallo de la mano de la magnífica traducción de Vicente Molina Foix.
No voy a contarles un argumento que ustedes conocen bien. Voy, más bien, a arrimar el ascua a mi sardina… aunque las referencias gastronómicas son mínimas en la obra de Stoker.
Confieso que uno de los primeros párrafos de la obra me hizo concebir esperanzas. En el segundo párrafo de la novela, Jonathan Harker nos informa de su cena en Klausenburg, hoy Cluj-Napoca, en Rumania.
Nos dice que cenó “pollo sazonado con pimentón; estaba muy bueno, pero me dio mucha sed” (a chicken done up some way with red pepper, wich was very good but thirsty).
El plato, en alemán, se llama Paprika Hendl, y en húngaro paprikás csirke. Informan a Harker de que se trata de un plato que podrá tomar en cualquier lugar en los Cárpatos. Por cierto: a nuestro hombre le gustó tanto que anota en su diario: “recordar pedir la receta para Mina” (su prometida).
Bien. Stoker traduce páprika por red pepper, y Molina Foix lo interpreta, correctamente, como pimentón. El nombre del plato en alemán y húngaro significa pollo con pimentón. Pero ellos dicen páprika.
En España tenemos la primera referencia literaria al pimentón en la novela picaresca titulada “Vida y hechos de Estebanillo González, hombre de buen humor, compuesta por él mismo” (Amberes, 1646). “Arrimé al fogón la piñata, llena de pedazos de bacallao, pensando que en virtud del ajazo y pimentón supliera la falta del sucedido fracaso”.
La primera referencia escrita a la páprika en Hungría no aparece hasta un siglo después. Pero los húngaros, caso del gran cocinero Karoly Gundel, dicen que su páprika o pimentón no les llegó de España, sino de Turquía. Obviamente, por aquellos tiempos tenían más relaciones (malas, pero relaciones al fin y al cabo) con los turcos que con los españoles.
Sabemos que los pimientos vinieron de América en naves castellanas, y que Colón los llevó, antes que a otro sitio, al extremeño monasterio de Guadalupe.
Pero tiempo después los pimientos, ajíes, chiles o guindillas, viajaron más lejos: los portugueses los aclimataron en sus posesiones en la India, dando así origen a la fama de endiabladamente picante que tiene buena parte de la cocina del subcontinente indio.
¿Viajaron las guindillas de la India hacia el Oeste, deshaciendo lo andado antes en manos portuguesas? ¿Llegaron así a Turquía, y de ahí a Hungría? Es más que posible.
En fin, si quieren probar el primer plato que comió Jonathan Harker en Transilvania, corten un pollo en ocho trozos. En manteca de cerdo rehoguen cebolla hasta dejarla ligeramente dorada. Bajen el fuego y añadan pimentón picante, incorporen el pollo y sálenlo.
Añadan algo de caldo y dejen que se haga a fuego lento, añadiendo líquido cada vez que haga falta. Finalmente, cuando casi esté, añadan tomate y pimiento, ambos en cuadraditos. Por hacer honor a las circunstancias, acompáñenlo, si pueden con un “Sangre de Toro”, pero el húngaro.
EFE.