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La Ciudad 23 de julio de 2017

Mestre: “Voy a colaborar en una cultura de encuentro y diálogo”

Recientemente designado obispo de Mar del Plata por el Papa, habló con LA CAPITAL de sus grandes desafíos y preocupaciones. Advirtió que la Iglesia no es un partido político. Y que le preocupa tanto la droga como la inseguridad y la pobreza.

Gabriel Mestre, obispo de Mar del Plata.

Con el mate en la mano y distendido, Gabriel Mestre recibió a LA CAPITAL en uno de sus días más convulsionados desde que es sacerdote: el que la Iglesia hizo pública su designación como obispo de Mar del Plata. Aunque tomará posesión el próximo 26 de agosto, ya empezó a pensar en los rasgos que tendrá su pastoreo.

– ¿Un sacerdote siempre sueña con este tipo de designaciones?

– Es algo que se puede dar o no. Uno, como sacerdote, está para anunciar a Jesucristo donde Dios quiera. A veces es mucho más santo y mucho más necesario aquel que está en un lugar oculto y poco reconocido que alguien que tiene un cargo mucho más visible. Además, todo cargo, cuanto más visible es, también es una carga porque implica la conducción de la Iglesia en todos los aspectos positivos, hermosos, bellos que tiene, pero también implica estar a la cabeza solucionando problemáticas diversas. La Iglesia es una institución divina compuesta por seres humanos santos y pecadores. Por lo cual, hay diversas problemáticas para arreglar y solucionar.

– ¿Cuánto de su individualidad le puede poner un obispo a su función en una institución que se rige por una doctrina como la Iglesia?

– Hay elementos que son esenciales. La doctrina de la Iglesia Católica es una y ningún obispo católico puede salirse de los elementos esenciales que están en el Evangelio. A un obispo no se le puede ocurrir decir: ‘Yo estoy de acuerdo con el aborto’. Los aspectos particulares, como dónde vivir, cuántas veces visitar las parroquias, en qué fechas ordenar los sacerdotes, son una cuestión de impronta. También cuánto te exponés o cuánto te reservás ante la gente, qué temas dialogás con los medios y cuáles no. Todos somos hijos de nuestra historia, de nuestro contexto y de nuestra generación. Entonces, no es lo mismo un sacerdote de 25 años de edad que un sacerdote de 50 años o uno de 90. Si bien hay gente muy dinámica en todas las edades y puede haber gente más apocada en todas las edades, todos somos hijos de nuestra cultura y nuestro tiempo. Entonces, en esos aspectos hay total y absoluta libertad.

– La preocupación por lo social lo llevó a adoptar su vocación. ¿Cómo observa la situación del país y la ciudad en ese aspecto?

– La realidad es compleja, por muchas causas. No soy simplista en los análisis, no quiero serlo y trataré de no serlo nunca. El simplismo no ayuda. En esta cuestión de múltiples causas, lo primero a lo que me veo comprometido es a seguir dando respuestas. Ya la Iglesia de Mar del Plata la da. A través de Cáritas, cada parroquia, cada capilla, cada comunidad, el Hogar Nazaret, la Noche de la Caridad, Dies Domini, los servicios puntuales en los dos hospitales. Me comprometo como padre y pastor a seguir alentando y acompañando estas hermosas tareas que aquí se realizan. Después, colaborando en una cultura del encuentro y del diálogo.

– ¿De qué forma?

– Creo que el espacio de la Iglesia no es un espacio partidario particular. Esto es importante siempre dejarlo en claro: a veces pareciera que, cuando la Iglesia reclama o plantea un tema social, se ubica como un partido político más o como una suerte de oposición o de oficialismo según sea el momento o el tema. O una ONG más. No, la Iglesia ocupa otro lugar. Son muy importantes los espacios partidarios, los espacios sindicales, del empresariado, las organizaciones sociales, las ONG. Pero la Iglesia ocupa un lugar profundamente religioso, comprometido con el tiempo y con la historia. Entonces, creo que además de plantear el legítimo reclamo que pueda haber en cualquier ámbito social, también tiene que hacer un aporte importante en esto de la cultura del diálogo y el encuentro. La experiencia de la semana de Pastoral Social, que se realiza en Mar del Plata, es para reflexiones generales. Eso mismo tiene que ser replicado en todas las iglesias particulares, donde uno tiene que acercar partes. Ante una problemática social tal vez haya siete soluciones posibles. Nosotros no tenemos que embanderarnos en una, sino en poder aunar la mayor cantidad de criterios posibles para encontrar la solución.

– ¿Ese va a ser su desafío?

– Ese es el espacio que siempre traté de ocupar como sacerdote joven, como párroco en las tres comunidades en que estuve, como vicario general acompañando a monseñor Marino, y va a ser mi lugar como obispo. No le tengo miedo a una sociedad pluralista. Voy a colaborar en una cultura del encuentro. Mi lema episcopal va a ser: “Cristo es nuestra paz”. Y ahí me juego un poco todo. Yo tengo que colaborar por la paz. Desde la de un matrimonio que está peleado y tengo que aconsejar para que se reconcilie hasta la de dos grupos antagónicos que a nivel político y social están enfrentados. Yo tengo que hacer mi pequeño aporte.

– ¿Cree que esta necesidad del encuentro se profundizó a partir de que la política ha generado desencuentros en los últimos años?

– Creo que en parte sí. Son como los tiempos psicológicos. Toda esta cuestión de la virulencia. Uno puede hacer un análisis ante una protesta, si es más o menos justa; ante un accionar de la policía, si es más o menos justo, pero se repite esta cuestión de falta de tolerancia, de respeto, de cuidado, hasta en las cuestiones básicas. Entonces, creo que se ha acrecentado en el último tiempo por esta suerte de virulencia interior más fuerte y un exceso de falta de filtro. Limitar lo que uno piensa no es bueno, pero a veces se dice con virulencia y un alto grado de enfrentamiento. No sólo en los temas políticos de agenda nacional o ciudadana, sino que acontece en la cola del supermercado o del banco.

– ¿Cómo puede ayudar usted a modificarlo?

– Unidad en la diversidad. Por ejemplo, el tema del aborto. La Iglesia tiene una postura, la de Jesucristo y el Evangelio: la defensa de la vida es absoluta. Ahora, yo me puedo sentar con una persona que es abortista y no me tengo por qué pelear a priori. Yo tengo que exponer mis razones, que son absolutas y claras, que no van a cambiar nunca, y él, ella o ellos tendrán sus razones. No por eso nos vamos a pelear.

– Si tuviera que mencionar las dos o tres razones que más te preocupan del aspecto social, ¿cuáles señalaría?

– Yo diría la droga, que es transversal, la seguridad y la inclusión social de los más pobres, débiles y sufrientes. No sabría en qué orden. Detrás hay un tema que nos compromete a nosotros como hombres religiosos: el tema de la falta de sentido, la falta de Dios. Yo como hombre de fe, hombre creyente, veo con claridad que la falta de sentido a la vida muchas veces surge por la falta de presencia de Dios. Si Dios está presente, estas tres realidades del ámbito social adquirirían otro matiz, otro sentido.

– En sus primeras declaraciones luego de que lo nombraran obispo dijo que quería estar cerca de la gente. ¿Cómo lo va a poner en práctica cuando debe encargarse también de otros asuntos?

– Mis colaboradores directos son los sacerdotes. El latido de la realidad me lo van a ir planteando ellos; los equipos pastorales de la diócesis, donde hay muchísimos laicos trabajando y tratando de solucionar los problemas. Mi contacto con ellos tiene que ser fluido. Y después, en las visitas de cada una de las comunidades que voy haciendo. Lo hice en las tres parroquias en que fui párroco, lo hice hasta el fin de semana pasado en la Iglesia Catedral. Yo termino la misa y estoy afuera. Se acerca desde el que me viene a pedir plata hasta el que tiene un enfermo en el hospital y me pregunta si puedo ir. Después, de cara a la sociedad civil, están los organismos particulares: Cáritas, Pastoral Social, el equipo de medios de comunicación social del Obispado, que me permiten tener contacto con el resto de los agentes.

– ¿Usa redes sociales?

– No tengo Facebook, por opción. Uso teléfono, Whatsapp. No me daría el tiempo para usar Twitter. Pero lo tengo que repensar con el equipo de comunicación, para ver cómo poder optimizar la comunicación.

– ¿Cómo repercuten en las distintas diócesis los escándalos sexuales con religiosos de la Iglesia Católica?

– Es fuerte y es negativo. Ya el papa Benedicto calificó la pedofilia de “crimen horrible”. Esto repercute de manera negativa por el escándalo en sí y en algunos casos por el manejo de la situación. Hoy en día tenemos procedimientos bien claros y precisos para llevar adelante. Es un tema complejo. En algunos casos en que se ha acusado a algún sacerdote o a algún docente, lamentablemente ha sido verdad; en otros casos no. Entonces, es complejo manejarlo por el estallido que a veces se genera. Cuando es verdad, repercute en la credibilidad; la institución de la Iglesia queda debilitada por el escándalo que provoca. Lamentablemente, por el crimen horrendo, por el pecado gravísimo de unos pocos, quedamos empañados todos los sacerdotes y eventualmente todos los docentes de nuestros colegios.