América Latina: procesados, condenados y candidatos
Por Raquel Pozzi /// Profesora de Historia
El desorden y la ruptura de la convivencia entre el país legal y el país real en algunos estados latinoamericanos avizora tiempos de conflictos entre la legitimidad política y la legitimidad popular. Brasil es el espejo dónde se contemplan otros estados con comportamientos similares.
El actual presidente Michael Temer sostiene el hilo fino de la gobernabilidad sólo con el 7% de legitimidad popular, sin embargo, el 65 % de los representantes del parlamento aprueban a destajo y sin escatimar tiempos leyes que apelan al congelamiento del gasto público; modificación del sistema previsional y la flexibilización laboral. Presurosamente este escenario nos ofrece una conclusión quizás reduccionista pero apelando al sentido común: El actual presidente de la República Federativa de Brasil, Michael Temer, monopoliza una parte de los diferentes cuadros políticos en el Congreso por el temible efecto dominó que generó la condena a prisión de 9 años y medio por sobornos e inversiones devenidos del lavado de dinero en reformas de un apartamento en Guarujá (Sao Pablo) del ex presidente Lula Da Silva a instancias del juez federal Sergio Moro.
Pocos se atreven a levantar la mano contra Michael Temer porque la mayoría están sospechados y procesados. Lula, el líder de la izquierda y del Partido de los Trabajadores está “Condenado pero en libertad” no obstante el ex presidente apeló contra el fallo dictado por considerar que existe dentro de la causa, omisiones, contradicciones y oscuridades. Pero estos detalles técnicos no nos deben apartar del siguiente análisis: Brasil subsiste por la agónica legitimidad popular y alta legitimidad política del actual presidente (país legal) pero a la vez la alta legitimidad popular sostiene como candidato a Lula Da Silva condenado a prisión (país real). Rareza del comportamiento cívico brasileño: el termómetro de tensión social se mantiene con cierta calma aceptando el statu quo de formas de hacer política financiadas por el lavado de dinero, de lo contrario ¿Cómo comprender que Lula da Silva, condenado a prisión en primera instancia, mantenga altos porcentajes de intención de voto para las elecciones del año 2018?
Ex presidentes: eternos candidatos
La imagen del ex presidente de la República de Perú, Ollanta Humala y su esposa Nadina Heredia esposados y con prisión preventiva por lavado de activos y recibir fondos de la empresa brasileña Odebrecht es otro de los tantos ejemplos del tipo de política afiliada a la banca fácil para sostener financiamientos sospechosos en campañas electorales en cualquier cuadro político con disímiles ideologías. ¿Cómo entender aquellos candidatos que pregonaron en sus campañas slogans en contra de las multinacionales y a la vez hayan sido sostenidos en la vida política por la mano oscura del supra poder económico de las corporaciones? El Maridaje insolente en contextos republicanos y democráticos entre el dinero y la política se ha naturalizado sin tener en cuenta el peor daño colateral -la corrupción- que luego se automatiza sin el tamiz del rigor ético del fin de la política, el bien común.
La corrupción pública en una gran cantidad de estados en América Latina profana el sentimiento de lealtad y oficializa la deslealtad sistematizada por prácticas que se han estructurado en forma verticalista en todos los ámbitos institucionales de las formas republicanas. El caso Odebrecht es paradigmático, se ha constatado números aproximados del financiamiento político y lavado de dinero en países como México (10,5 millones U$S); Panamá (59 millones U$S) Venezuela (98 millones U$S) República Dominicana (92 millones U$S; República Argentina (35 millones U$S) y algunos otros. El sentido estricto de la política ha perdido el rumbo ético, las prácticas deshonestas de los actores públicos prevalecen porque los sistemas de control también adolecen de un antídoto eficaz contra la corrupción.
El efecto pernicioso de la misma en el campo de lo político es el deterioro de la moral pública. ¿Cómo sostener y vitorear candidatos que no sólo están procesados sino condenados? La corrupción es inherente al ser humano, pero siempre requiere de dos actores: el corruptor y el corrupto. No es posible desenmarañar la red que atribuye la culpa a sólo uno de los participantes. La culpabilidad es compartida.
América Latina: La política en peligro
La indiferencia de la ciudadanía hacia la ética política nos mantiene alertas e impávidos. Es tan nociva la resignación como el peor analfabetismo “el analfabetismo político” que a instancias de adoctrinamientos o de fundamentalismos del desconocimiento se promuevan, se premien, se honren a funcionarios públicos que de manera insoslayable promueven la abulia política. Para mantener el equilibrio republicano y democrático en América Latina es preciso de manera urgente embanderar los actos como ciudadanos de “virtud cívica”. No habría candidatos eternos, escudados detrás de privilegios y eludiendo hábilmente a la justicia como tampoco habría justicia hábil que elude sus funciones, si la virtud cívica fuese una práctica que no requiere de promoción sino de acción, los condenados a ser candidatos no existirían y los candidatos procesados legitimados por un alto porcentaje de la población tampoco prevalecerían. En América Latina la buena política se pavonea herida de gravedad, subsistiendo por los errores y no por los aciertos, naturalizando la corrupción y premiando la lógica de la buena acción. América Latina es el reino del revés dónde “nada el pájaro y vuela el pez” dónde la buena política peligra y los sobornables políticos perduran.
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