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Cultura 4 de julio de 2017

El faro de la tempestad

por Héctor Alvarez Castillo

I
El ave

Desde esas alturas sólo podíamos divisar
Aquel faro de la tempestad,
Y fue que escuché por vez primera
Nuestro Nombre.
En esas noches pensé es un sueño,
Un sueño innecesario para cualquiera de nosotros;
Pero nada hizo caso, y fue el inicio
De una larga historia.
No podíamos evitarlo,
Un ave terrible reinaba sobre nuestras cabezas
Y no se pudo contra ella.
Al tercer día, habituados a mirarnos
Ya no sabíamos de quejas,
Sólo veíamos desde las alturas
Aquel faro de la tempestad.

II
Soledad

Profusos seres nos engañan
Acerca de su existencia,
Y en nuestra confianza
Damos fe a esas vidas.
Son máquinas que se descalabran
Al menor esfuerzo,
Y nos dejan frente a esqueletos
Más claros que sus carnes.
Cruzas una calle y apenas rozas la vida.
Estaba escrito sobre una pared del faro
Tan alejado de nosotros que no podíamos leerla.

III
El bufón

No estábamos solos,
Nos acompañaba un hombre de rojo y lentejuelas
Que apareció tras un salto.
No habla,
Apenas entendemos algo de lo que dice.
No sabemos qué hacer con él y él menos
Con nosotros, pero está presente
Donde jamás lo esperamos y no hay cómo librarse.
Un bufón grande y pequeño,
Un bufón de rojo y lentejuelas,
Pero muy melancólico, muy poco alegre,
No existen otros colores para un buen bufón.
Hay que convencerse, al fin
Hay que convencerse, no hay seres tan alegres
En las altas tierras.

IIII
La negación

No fue fácil este destino,
Sabíamos que algo extraño vivía en la historia.
Las noches eran tenebrosas, nos empujaban al miedo,
Al llanto o la risa, y nos apretábamos a la carne
Como único consuelo.
Luego llegaba el día y en su luz
Era más cruento,
Distinguíamos nuestros rostros
Demacrados por la muerte.

V
Fuerzas pasiones

La maldad y la bondad
Son pasiones demasiado fuertes
Para nuestras almas.
Al fin del largo camino
Sólo nos agrada aquello
Que nos recuerda a nosotros mismos.

VI
La visita

Todos recuerdan aquel día
En que el gobernador visitó las casas,
Había contento en los rostros
Y puede decirse que eran felices aquellos hombres,
Pero el mundo es un triste espejo opaco
Que tarde o temprano nos despierta.

(*): Fragmento del poemario “El faro de la tempestad”.