La experiencia de adoptar niños y niñas mayores
Algunos lo hacen después de informarse y conocer las edades reales de los chicos y chicas que están en estado de adoptabilidad. Otros porque realmente no desean adoptar a un niño pequeño.
Cynthia Jellich y Pablo González con sus hijos.
por Luciana Mateo
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LA PLATA (Corresponsal).- Cuando en mayo de 2014 Cynthia Jellich y Pablo González salieron del Juzgado de Familia de Necochea se abrazaron y lloraron: después de esperar un año estaban muy cerca de convertirse en padres de dos varones de 8 y 9 años.
“Fue magia, ellos nos eligieron. El más chiquito nos miró con esos ojos que tiene, nos inspeccionó de arriba abajo y, después de 2 horas de estar juntos, le dijo al mayor: ‘¿viste N.? Ya somos una familia'”, cuenta Cynthia a LA CAPITAL.
Como ellos, cada vez son más las mujeres y los hombres que en Argentina se convierten madre o padre de niños y niñas mayores –es decir que no son bebés- y de adolescentes.
Algunos lo hacen después de informarse y conocer las edades reales de los chicos y chicas que están en estado de adoptabilidad. Otros porque realmente no desean adoptar a un niño pequeño.
“No me veía siendo mamá de un bebé; nunca lo sentí así”, dice Silvia Morúa.
En 2011 Silvia y su marido Jorge adoptaron a 3 niñas de 11, 10 y 4 años que estaban institucionalizadas. “Para mí fue como tener trillizas pero de distintas edades porque cada una tenía sus demandas”, relata a este diario.
Para recibir a las chicas la pareja tuvo que refaccionar su casa en Monte Grande: en pocos días prepararon una nueva habitación con varias cosas -ropa, juguetes, una bicicleta- que les acercó gente que ellos ni siquiera conocían.
“Y de a poco nos fuimos organizando; fue un caos hermoso”, recuerda Silvia.
Hoy sus hijas tienen 18, 17 y 10 años. “Yo supe lo que era el amor a primera vista con ellas, no me había pasado ni siquiera con mi marido porque de él me fui enamorando de a poco”, asegura.
“La gente busca chicos ideales”
La legislación argentina –que adhiere a diversos tratados internacionales- sostiene que en adopción se debe respetar “el interés superior del niño”. Esto significa -entre otras cosas- que el Estado debe buscar una familia para el niño o niña, y no al revés.
Cynthia Jellich opina que “muchas veces la mirada está equivocada, se dice ‘no me dan un chico’, pero la realidad es que no hay familias propuestas para los chicos disponibles”.
Según datos del Registro Central de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción de la Suprema Corte de Justicia, de los 2.624 postulantes aptos en marzo de este año en la provincia de Buenos Aires, sólo un 33% aceptaría adoptar a un niño o niña de 6 años. El porcentaje se reduce al 1,7% cuando se trata de chicos y chicas de 12 años.
Desde el máximo tribunal bonaerense señalan que “la mayoría de los postulantes presentan una voluntad adoptiva acotada a niños/as pequeños y sanos”, y esto “plantea dificultades al momento de satisfacer el derecho de los niños/as y adolescentes en situación de adoptabilidad a tener una familia”.
“En el Registro hay chicos reales, y a veces la gente busca chicos ideales”, considera José Luis Caiezza que hace poco más de un año se convirtió en padre de un niño de 12 años.
José Luis es de Alberdi y cuando recibió el llamado del Juzgado de Familia de Tandil, no lo dudó. En un Hogar de esa ciudad vivía J.
“Tuvimos onda inmediatamente”, asegura José Luis a LA CAPITAL.
“La gente desconoce y tiene miedo, pero los chicos tienen los mismos problemas que cualquier otro chico: han vivido cosas duras pero cuando ven que hay adultos que no les van a fallar, que no toda la gente grande es mala y que hay una vida distinta a la que conocen, ya está”, cuenta.
Hoy el niño mantiene el vínculo con sus hermanas biológicas –una fue adoptada por una familia en Bahía Blanca, la otra en Tandil- e incluso coordinaron vacaciones para encontrarse todos.
“Somos una gran familia”, señala su padre.
“El niño tiene derecho a crecer en una familia”
“Muchas veces los chicos llegan a la adopción de grandes, crecen en los hogares”, dice Leonor Wainer, presidenta de la asociación civil ‘Anidar’.
El Código Civil y Comercial de la Nación que entró en vigencia en agosto de 2015 estipula tiempos determinados. Por ejemplo establece que “el juez debe resolver sobre la situación de adoptabilidad en el plazo máximo de 90 días”.
Consultada por este medio, Wainer destaca que “ahora, al menos, hay plazos y se puede reclamar en caso de incumplimiento”.
La legislación argentina también prioriza la permanencia y el contacto con la familia biológica.
Para la psicóloga especialista en adopción, “el niño tiene derecho a crecer en una familia; la primera es la biológica pero si la biológica no puede ser, se tratará de buscar una adoptiva”.
“A veces salta a la vista que la familia biológica es inviable para hacerse cargo del chico por el motivo que sea, y no es fácil tomar la decisión de cortar el vínculo con la familia de origen”, analiza Wainer, pero agrega que “cuando un chico está institucionalizado por años, donde no recibe visitas o las que recibe no son significativas, demorar mucho esa decisión también es robarle a un niño la posibilidad de vivir en una familia”.
Atilio: “Él me reconoce como su viejo”
Hace 7 años que Atilio Senigagliesi se siente padre de N. aunque la adopción no se haya concretado de forma judicial.
Atilio conoció a N. cuando el adolescente tenía 17 años y faltaba muy poco para que cumpliera la mayoría de edad.
Si bien obtuvo la guarda tutelar pre-adoptiva, el trámite no se finalizó porque el joven quería figurar como hijo biológico reconocido en forma tardía pero Atilio se negó.
“Igualmente el trato es de padre e hijo, él me reconoce como su viejo y yo lo siento como hijo propio”, cuenta Atilio a LA CAPITAL.
Ana: “La vinculación fue inmediata”
En 2014 Ana y Marcelo viajaron desde Buenos Aires hasta Catamarca para conocer a A. –entonces de 12 años- que hacía 6 meses que estaba en un Hogar.
“La vinculación fue inmediata porque él quería escapar de ese lugar”, cuenta Ana Ros a este diario.
“Ese lugar” era la antigua casa de A. con una madre biológica que tiene una enfermedad psiquiátrica y un padrastro golpeador.
Ana asegura que “al principio no fue fácil, él estaba muy cerrado, tenía una coraza que le duró un año por lo menos y fue un trabajo de hormiga”.
Cuando se anotaron en el Registro, Ana y Marcelo no pusieron un límite de edad. “A mí no me interesaba tener un bebé; yo quería un niño con una experiencia”, dice Ana.
La pareja tuvo que enfrentarse al prejuicio y el miedo a lo desconocido de los demás. “Cuando le contamos nuestra decisión a familiares y amigos, un 50% nos apoyó y el resto nos dijo que estábamos locos”, recuerda.
Para conocer más
Anidar: www.anidar.org.ar
Ser familia por adopción: www.serfamiliaporadopcion.org/
Suprema Corte: www.scba.gov.ar/servicios/adopciones.asp
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