“No debería ser preciso retirarse del mundo para estar en silencio, y sin embargo, lo es”
La búsqueda de silencio y de amor y la capacidad de emitir música que tienen las protagonistas de la historia son los elementos de "Fade out", una novela que se presentará en breve en Buenos Aires y Barcelona.
Tatiana Goransky. Foto: Alejandro Meter.
por Paola Galano
@paolagalano
“Este es un libro amoroso, es la carta de amor más larga que escribí, es un libro sobre el encuentro, sobre la armonía, sobre la búsqueda de la afinidad y la afinación”, señala Tatiana Goransky sobre “Fade out“, novela que acaba de publicar Galerna. Una historia que es, a la vez, una búsqueda del silencio. Las protagonistas son Kumiku y su hija, Renata, ambas nacidas con la rara habilidad para emitir canciones de manera natural. Esa extraña condición “llamó la atención de la prensa, de la comunidad científica, los melómanos y hasta el gobierno”, explica en el libro. A Kumiku la llamaron “la cajita de música argentina” y sus emociones no le imposibilitaban hablar. Y si la madre tiene el cancionero mundial adentro, Renata, solo emite tangos y música ciudadana. Ambas están obsesionadas por encontrar silencio, en medio de sonoridades que las apabullan todo el tiempo y de hombres que aparecen y desaparecen de sus vidas.
En diálogo con LA CAPITAL, la escritora que además es cantante de jazz y que tiene otras novelas publicadas (“Lúlupe María T”, “¿Quién mató a la cantante de jazz?” y “Los impecables”), cuenta que presentará “Fade out” en Buenos Aires el próximo 29 de junio (en La Tribu) y que hará lo mismo en Barcelona, España, el 13 de julio, ya que acaba de salir de imprenta la edición española.
“Creo, quiero, que el libro también habilite otro asunto, uno que últimamente parece dar un poco de vergüenza, que elude a muchos escritores de mi generación, que es difícil de vender en la editoriales, que parece haber quedado relegado al estante de género: el amor. ¿Qué pasó con los libros de amor?”, pregunta Tatiana.
– ¿Es posible que la experiencia de la maternidad haya despertado a los personajes de Kumiku y Renata?
– Es justo decir que sin mi niña no existiría este libro. Uno de los grandes disparadores para escribirlo fue una pregunta que me hizo un periodista sobre mis miedos. Me preguntó cuáles eran los que más pesaban, cuál era el más grande. Pensé en responder “la muerte de un ser querido”. Claro que ese es mi miedo más grande. Pensar en perder a alguno de los que quiero me da pánico, y, sin embargo, la idea de no conocer (en profundidad) a mi hija o que ella no me conozca a mí, me parece aterradora. ¿Cuán bien conocemos a la gente que más amamos? Morirse sin que los que te aman sepan de verdad quién fuiste o que alguien que amás se muera sin que lo conozcas de verdad. ¿No es eso aún peor que “la muerte de un ser querido”? Si tenemos suerte, este miedo lo podemos atajar a tiempo. El otro, no.
– El don que tiene Kumiku y de su hija (emitir música a través de sus oídos) ¿es el deseo de todo cantante, de todo músico?
– Me animo a decir que todo lo contrario. Si estuviéramos emitiendo música sin parar, nunca tendríamos la posibilidad de crear nuestras propias melodías. De manejar nuestros tempos. De darle forma individual a lo que llevamos dentro. Además, la música, al menos en su sentido más convencional, incluye la utilización de silencios.
– Escribís que “la búsqueda de producción de silencio es la base de este libro”. Y en varios momentos describís al silencio cercano a lo sagrado, ¿por qué?
– Porque hoy el silencio es algo muy difícil de encontrar. Porque no debería ser preciso retirarse del mundo para estar en silencio, y sin embargo lo es. Porque afuera y muchas veces adentro, sólo hay ruido: la ciudad que nos maltrata, el abuso que hacemos de la tecnología, la demanda indiscriminada del otro, la violencia… Hay tanto barullo que ya no escuchamos nada. Pero, sobre todo, la velocidad. La rapidez con la que necesitamos (y esta palabra es clave) conseguir todo. La velocidad y el silencio no se llevan bien. Tampoco se llevan bien la velocidad y el amor. Y este libro explora ese binomio: Amor/Silencio.
– Decís que “El sonido es la máquina del tiempo que la naturaleza creó para nosotros”, ¿por qué?
– Eso dice en “Fade out” el profesor de matemática, Rodrigo Santana. Desde su perspectiva se puede viajar en el tiempo con la ayuda del sonido, se puede explorar el pasado a través de sus melodías, se puede ir al futuro a través de visualizaciones sonoras. El sonido tiene la capacidad de teletransportarnos a cualquier momento. No sólo porque una canción te pueda remitir de forma directa a un acontecimiento personal o porque la música genere un cúmulo de emociones que, de manera asociativa, te puedan ayudar a revivir y vivir diversas situaciones. Sino porque el sonido está presente desde que flotamos en el útero. Primero chapoteamos en líquido amniótico, después, salimos al mundo. Pero mejor lo dejo en sus palabras:
“El sentido de la escucha domina la vida amniótica y es suplido, de cara al nacimiento, por un exacerbado dominio de la vista. Y todo lo vemos, aprendemos a creer en lo que podemos tocar y nos olvidamos que es el sonido el que nos guía fuera del cuerpo de nuestras madres, el que nos instala en el mundo, el que nos acompaña en presencia y ausencia durante nuestro quehacer cotidiano. Cuando deja de sonar quedamos descansados o anhelantes, pero nunca indiferentes. Puede producir terror, si es de fuente desconocida. Puede disparar las fantasías más locas. Puede darnos consuelo, si nos remite a momentos de felicidad, incluso cuando perdemos el rumbo, cuando pensamos que estamos solos, que ya nadie podrá sensibilizarnos. El sonido puede hacernos llorar y reír con la misma facilidad. Puede proyectar el trazo entero de una vida, puede hacernos viajar. El sonido es la máquina del tiempo que la naturaleza creó para nosotros.
El sonido tiene causa; si la causa no está la vista, nos vemos obligados a inventarla para no desesperar”.
– Cito: “La segunda vez que Lucho me amó, dejé sin sonido a toda una ciudad”. ¿Por qué vinculás silencio y orgasmo?
– Muchos aseguran que la música empieza donde ya no quedan palabras. Yo creo que para Kumiku, que emite música todo el tiempo, el encuentro con el orgasmo no sólo tiene que ser un espacio vacío de palabras, también tiene que ser un espacio vacío de todos los sonidos. Pero fuera de esa explicación, que tiene más que ver con la construcción del verosímil de la obra y de este personaje en particular, ¿hay algo más ensordecedor que el orgasmo? ¿Puede ser el silencio tan penetrante que no te deje escuchar otras cosas? Y uso “penetrante” a propósito, claro. Este libro vincula al amor con el silencio pero también explora el deseo, la presencia del cuerpo y su sexualidad.
– ¿Qué importancia tiene el silencio para una cantante?
– No hay música sin silencio. Entonces, tampoco hay cantantes.
– Tu literatura sigue estando muy vinculada a tu otra actividad, la música, ¿considerás que tanto literatura como música son parte de una misma obra, la tuya? ¿O son caminos diferentes?
– Es difícil contestar esta pregunta. Dividirme y decir que son caminos diferentes es complicado. Creo, como ya dije en algún otro momento, que tanto en la música como en la literatura, encuentro un espacio para narrar historias, ya sea en 150 páginas o en tres minutos. Con respecto a la obra, el tiempo dirá, por ahora sólo “Fade out” y “¿Quién mató a la Cantante de Jazz?” tienen una relación tan explícita con la música. El resto de mis novelas llevan su musicalidad solo en las palabras, no en la trama y sus personajes. Y con respecto a qué encuentro en cada mundo, pues en uno la más absoluta soledad y en el otro la compañía. No existe una cantante sin orquesta (esté ésta conformada por uno o más miembros).
– Todo el libro parece querer restituirle al sentido del oído el lugar que debería tener, si no fuera que está subordinado a la vista y al tacto, ¿puede ser?
-Supongo que sí. Yo dependo mucho de mi oído. Pocas veces las cosas me entran por los ojos. Pero acuerdo con que la vista es un sentido muy popular.
– ¿Te parece que hay sonido erógenos?
– Claro. Hace poco, durante una noche de tertulia, nos preguntábamos qué atributo elegiríamos en un compañero/a sexual (si hubiera que bendecirlo/a con una única cosa) y todos los presentes contestamos lo mismo: la voz. Y ése es sólo uno de los sonidos que considero erógenos, me parece que el resto son del ámbito de lo privado.
– Como escritora, dotás a tus personajes femeninos de una impronta feminista trascendente. ¿Te parece importante marcar este aspecto en la ficción, de acuerdo a las luchas contemporáneas de los colectivos de mujeres?
– Cada tanto en la ficción se me cuela un poco de realidad y en la realidad un poco de ficción. No construí los personajes femeninos pensando en el momento que estamos atravesando como mujeres. No me pregunté si nuestro creciente matriarcado va a traer más feminicidios o no y cómo hacer para detenerlos, no es un testimonio en primera persona de la violencia de algunos hombres, no imaginé las marchas, ni siquiera pienso en los personajes en términos de feministas o no feministas. En el momento de escribir no hago nada de eso. Y sin embargo, el texto refiere a varios tipos de violencia, reivindica la evolución de la especie de la mano de tres mujeres, narra la sexualidad sin miedo, habla sobre el deseo femenino sin pudor y, de alguna manera, reivindica la voz la de la mujer, es la mujer la que narra la historia (con mayúscula y minúscula).
Pero espero, creo, quiero, que el libro también habilite otro asunto, uno que últimamente parece dar un poco de vergüenza, que elude a muchos escritores de mi generación, que es difícil de vender en la editoriales, que parece haber quedado relegado al estante de género: el amor. ¿Qué pasó con los libros de amor? Este es un libro amoroso, es la carta de amor más larga que escribí, es un libro sobre el encuentro, sobre la armonía, sobre la búsqueda de la afinidad y la afinación.
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