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Cultura 6 de junio de 2017

Esos ojos ajenos

por Gregorio Di Sabatto

En un momento, en un lugar determinado, dos personas se cruzan. Ambas van a pie, en distinto sentido, digamos, una se dirige al norte, y la otra al sur. Cada una de ellas conoce de la presencia de la otra desde hace unos instantes, cuando una parte de sus respectivos cerebros ocupa, a su vez, una pequeña parte de atención en el espacio visual ocupado por, valga la redundancia, la otra persona. Un instante antes de tenerse lado a lado, las dos personas hacen contacto visual. Un par de ojos se encuentra con otro, y sabemos, por experiencia propia, que la atención entera de sus conciencias se deposita en esos ojos ajenos. ¿Cuán increíble es este acontecimiento? Todos los pensamientos, marítimos y huracanados, inmensos, interminables y llenos de amor, pasión, tristeza y soledad, cesan, a fin de encontrarse con una mirada desconocida, con mucho para contar y vivir, igualmente marítimo y huracanado, y lleno de amor y pasión y tristeza y más soledad, pero sin oportunidad para hacerlo. Un momento, una fracción de segundo, en que dos almas se juntan sin ningún propósito, y ven la paz misma de la vida. Circunstancial. Pero increíble. Casi mágico. Y entonces, al siguiente instante, las dos personas se olvidan de esa magia, ensombreciéndose nuevamente en sus pensamientos, complejos, retorcidos, lejanos. Nunca más vuelven a verse, y sus vidas siguen un rumbo X, sin que sus almas se unifiquen de nuevo. Y el evento es olvidado en pocos segundos, para no ser recordado nunca más.

Así de efímera es la realidad. ¿Cuántos instantes tendrá la vida?

A painting

Un viejo pintor descansa en su desvencijado sillón de exteriores. Se mecen entre sí el mar y el viento, danzando sonoramente en una tarde soñada. El césped es acariciado, y las rocas imperturbables ocupan la leve playa. El anciano observa, con paz, cómo transcurre el tiempo, rítmico. Sus ojos desteñidos por la vida se humedecen ante tan bello paisaje, los dedos gastados y huesudos se entrelazan como un manifiesto de fuerza. Mientras tanto piensa, recuerda, lo estático del mundo, la continuidad de la belleza natural incondicionada por las horas y los días. Como esas olas infinitas, que chocan contra la piedra, e incluso cuando no se escuchan ni se ven, permanecen allí, siendo; o como una enorme catarata que en algún lugar del mundo, con fuerza similar a la de Dios, libera millones de litros por segundo, hace ya muchos segundos, es su obra.

Pueden ser celos los del Hombre, que ante esta inmortalidad se esmera por destruir; pero muy lejos de esto, el pintor sabe que este paisaje vivirá por los anales de la historia, sin que nadie lo arruine, sin que nadie lo rompa.
El muere sonriendo, dejando en manos de la Humanidad, su última gran obra.

De fondo

Como aquel día de abril, que suena a otoño como ningún otro mes, que caía una hoja del álamo más alto del jardín, hoy te miro y de fondo me encuentro allí, reposando en el pasto cómodo con una leve brisa que de algún modo divino es la ideal, cálidamente fresca, y el sol, tapado por esas nubes aterciopeladas y grises, apenas deja ver algún rayo cruzando el celeste, también tapado. Y de fondo escucho el mar, con su vaivén ondulado y espumante, generando un sonido tan suave como la seda cuando se roza; uno siente que flota en medio del aire cuando lo escucha, y sin embargo, con los pies en la arena mojada, que de a poco nos cede lugar, mientras ese aroma salino y marino inunda nuestro ser. De fondo imagino que el volar de mi mirada puede avanzar miles de kilómetros hasta llegar a una orilla próxima, en otro continente, con gente como yo y totalmente distinta, que posee otra vida no menos importante que toda la importancia que yo le doy a la mía, incluso en las cosas pequeñas que me dan los días. Estas personas, como vos y yo, no me ven, pues yo no estoy, sino que en su vida no soy más que el fondo de un pensamiento. Porque en todo caso, si ellos pensaran lo mismo desde su lugar, me verían a mí en este preciso instante, no en su orilla, ni en la mía, ni recostado en el pasto, sino mirándote a los ojos y diciéndote, luego de esto, un sincero “te amo”. De acá a cualquier orilla que te imagines. O que me imagine yo. O que se imagine otro.

(*): tuepewma.blogspot.com.ar