Me cubro con una manta
y salgo al balcón.
Las nubes caen sobre el terraplén
en líneas fugaces, anaranjadas.
Miro el paredón de la vía,
en la penumbra intento
descifrar un grafitti.
Pasa un sulky por Lezica,
mi calle de adoquines.
El galope del caballo
se pierde en el silencio.
En unos minutos,
va a empezar otro día,
pero ahora la noche
no se quiere ir.
Ahora…
me acuerdo de tantas cosas:
una canción que cantaba
mi hermana, una tarde frente
a un cerro, una amistad
que perdí.
Todo me parece cercano
aunque lo único real
sea el cielo en los ojos
de mi gata.
Dársena Sur
Cruzo el puente.
Bajo un manto de humo
se alejan los botes coloridos.
Barcos de carga emergen
entre astilleros, anclas, cadenas.
Conocerte, Quinquela… hablar
con tus mascarones de proa,
traspasar la tela del cielo.
Un páramo de infancia
nos espera entre carbones
y muñecas.
Más allá del puente,
mis tías todavía preparan
los postres de vainilla
que parecían bordados.
La percusión de una comparsa
me trae de nuevo el carnaval,
me muestra el puente bajo el cielo,
el cielo en el fondo del río.
Me tomo el blanquito, grita un chico
y sube por las nubes del Docke.
Ya hice este trayecto,
una compañía de baile
cayó al río
la noche que yo nací,
a la misma hora,
en el mismo instante.
Mascarones de proa, bailarines,
Quinquela,
todos me dicen
que hace frío.
(*): Estos poemas forman parte del libro “Filósofa con brushing”, que editó Peces de Ciudad.