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Opinión 31 de mayo de 2017

“No soporto a mi jefe”

Por Bernardo Stamateas

 

Hoy en día es muy común ver relaciones de poder difíciles entre un jefe y sus empleados. Algunos superiores creen tener derecho a usar su poder de modo autoritario, y muchos empleados son personas de baja estima que solo obedecen por temor a perder su trabajo.  En realidad, se trata de un estilo de liderazgo que persigue los logros a cualquier costo pero sin lugar para el trabajo en equipo, lo cual implica respetar al otro (aunque se encuentre debajo en la jerarquía laboral) y, sobre todo, obtener un beneficio grupal. El puesto de jefe no es tan sencillo ni tan placentero como muchos piensan. Porque si bien es un lugar deseado por muchos, también es un rol muy cuestionado. Una de las personas más criticadas en todos los ámbitos suele ser “el jefe”.

Todo aquel que ocupa una posición de liderazgo maneja autoridad y nunca debería hacer un mal uso de ella, en especial, en la relación con quienes están a su cargo. Por ejemplo, debe hacerles saber de forma adecuada lo que espera de ellos. De eso se trata precisamente la autoridad: el poder de pedir, solicitar, reclamar, premiar o corregir. Pero fácilmente se puede caer en autoritarismo, cuando el líder ejerce malos tratos y manipulación sobre quienes están debajo de él. Algo que tristemente vemos suceder en todas partes. Autoritarismo es: el abuso de la autoridad, es decir, un poder que traspasa los límites naturales y va más allá para conseguir un fin.

Un jefe autoritario jamás logrará que los suyos obedezcan de buena gana, sino que se ganará la antipatía de todos, debiendo controlar permanentemente e inspirando temor en lugar de confianza. El trabajo con él será una carga pesada, en lugar de un proyecto interesante, motivador y satisfactorio.

Todo líder o jefe que no adopta una actitud de permanente aprendizaje puede volverse un líder ineficaz, que priva a sus seguidores de dirección. La mayoría de los liderazgos que han caído estrepitosamente lo hicieron porque, en primer lugar, eran personas descalificadoras que maltrataban a todo el mundo. Segundo, eran personas soberbias que creían saberlo todo y siempre querían tener la última palabra. Y tercero, temían que otros les quitaran su puesto. Esto los llevó a guardarse información y a desconfiar de todos.

Todos estos rasgos se pueden evitar, si uno aspira a ser un jefe que deje una huella positiva en los demás y logre resultados extraordinarios. Siempre, cualquiera sea la situación, con la mejor actitud de ambos lados, se puede hallar una solución. Muchos desean ser jefes durante años pero, una vez que llegan a la cima, fracasan porque no saben qué hacer y no están dispuestos a aprender.  Seas un empleado que anhela ser jefe o un jefe con gente a su cargo, mantenete siempre humilde (con predisposición a aprender) y disfrutá de la que es tu tarea hoy, preparándote para un futuro mejor. Perfeccionate, superate a vos mismo cada día y, en cuanto de vos dependa, procurá llevarte bien con todos porque el otro mañana podría tener lo que estás necesitando.

Si tenés alguna inquietud, podés escribirme a [email protected]