Quisiera ser una filósofa con brushing,
una mujer con onda y movimiento
que habla en un estrado,
diserta en un panel,
opina en algún diario,
escribe una tesis
sobre el amor y la locura.
Quisiera entrar
al aula magna de Filosofía
con un impermeable satinado
largo hasta el piso,
que cien voces se pongan de pie,
me saluden qué tal doctora.
Quisiera ser una filósofa con brushing
y sin embargo estoy acá
resbalándome en la lluvia,
buscando un techito
para atarme los cordones,
encontrar el celular en la cartera
cuando suene sorpresivo
y me devuelva la voz.
Hombre responsable
A veces mi viejo
me describe, de nuevo, el silencio
que había en Buenos Aires
cuando velaban a Perón en el Congreso.
Me cuenta que se acercó
hasta una esquina,
con una escarapela
en el sobretodo jaspeado
para ver pasar la cureña,
que levantó la mano,
con los dedos en v,
cuando se acercaba el cortejo,
mientras pensaba que hay hombres
que la Historia no repite,
que no podía llorar: no había
tiempo de utopías. Tenía que
volver al trabajo. Era un hombre
responsable, no el chico que jugó
los campeonatos infantiles
con un par de botines estrenados.
Anhelo
Necesito hamacarme
en una plaza de pueblo
a la hora de la siesta,
esperar a que abra
el único almacén
para comprar miel
y galletas.
Volver por un camino de tierra
a tomar mate con tiempo
pensando en la poesía
que no sé escribir
y, sin embargo, persevero.
Malevich
Camino por La Boca
con aires de señora
que visita museos.
Ya no soy la adolescente
solitaria que miraba el mundo
en zapatillas desde un monoblock
de Catalinas.
Tampoco la que un invierno
se enamoró en Caminito
de un hombre que pensaba
su whisky en la penumbra.
Ahora esquivo la multitud
de turistas y artesanos,
me pierdo en un pasillo
de geometrías y colores
buscando la oscuridad,
el agua turbia del río,
el acordeón que suena
a lo lejos; quiero ver una tormenta
sobre un cementerio de barcos.
Aunque a lo mejor
no necesito más
que esto:
Buenos Aires
desde la terraza de Proa,
la presencia de un amigo
que me dice que es maravilloso
un pintor ruso al que yo,
definitivamente,
no entiendo.
Perigeo
Luz de mi cuerpo
en el contorno de la luna.
En esta noche de noviembre
flota mi desvelo con jazmines
en el agua.
Iluminada por un destello
que no volverá a repetirse
intenta dormir mi piel celeste.
En la oscuridad me pregunto:
¿dónde estaré en el dos mil treinta y cuatro?
¿dónde este lugar que hoy habito?
¿dónde vos, tu voz, nuestras charlas?
Un haz de bruma
tiñe de plata la foto
de mi madre.
Invoco a mis antepasados,
desvaríos de mi sangre
que a esta hora
no sabe lo que hace.
(*): Estas poesías forman parte del libro “Filósofa con brushing”, de Jimena Busefi, que acaba de editar el sello Peces de ciudad.
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