Los franceses impusieron en el léxico político moderno tres palabras clave: derecha, izquierda y balotage. En los últimos años aportaron otra, Le Pen, sinónimo de extrema derecha. La palabra Le Pen encontró ahora su antónimo: Macron. Equivale a sensación de alivio. O algo así. No sólo para Francia, sino también para Europa.
Eso, un consuelo, representa el pase al balotage o la segunda vuelta de las presidenciales de Emmanuel Macron, candidato centrista e independiente que defiende sin ambages la cesión de la soberanía a la Unión Europea (UE) y el símbolo totémico del euro, frente a su reverso, Marine Le Pen, abanderada del nacionalismo a ultranza.
Son el día y la noche, la confianza y la desesperanza. En la campaña prevalecieron las sospechas de corrupción, las traiciones y las mentiras. Por primera vez desde que el general Charles De Gaulle ordenó redactar la Constitución de la V República, en 1958, los conservadores y los socialistas quedaron lejos del Elíseo y, por cierto, lejos de las bases. No lograron sintonizar con la gente. En el ocaso de los partidos tradicionales, los franceses viven desde 2015 bajo el estado de excepción por el terrorismo. La usual malaise (malestar) se vio agravada tres días antes de las elecciones por un atentado en París y cinco días antes por uno abortado en Marsella.
La crisis caló hondo en la izquierda y en la derecha. De los tres aportes gramaticales de los franceses sólo prevaleció la palabra ballotage. El presidente François Hollande, socialista, es el primero en renunciar a la reelección en seis décadas. Es, a su vez, el más impopular de la historia contemporánea. Su tocayo François Fillon, candidato por el partido gaullista Los Republicanos, era el favorito hasta que estalló el escándalo por los empleos ficticios de su mujer y de sus hijos mientras ejercía cargos públicos. La versión francesa de Bernie Sanders y de Pablo Iglesias, Jean-Luc Mélenchon, naufragó con su plan de acercarse al chavismo y alejarse de la UE.
¿Por qué los franceses votaron por un candidato de apenas 39 años de edad que se jacta de haber trabajado en un banco de inversión y que no tiene más experiencia política que haber sido un par de años ministro de Economía de Hollande?
El politólogo francés Alain Duhamel dice en su libro “Les pathologies politiques françaises (Las patologías políticas francesas)” que la autoflagelación, “un mal francés”, lleva a sus compatriotas a amar u odiar a Francia. La autoflagelación es hija del miedo. Lo interpretaron a la perfección los Le Pen, insistentes en blindar al país de los inmigrantes, equiparados con los terroristas, y de la UE, traducida en una cesión de la soberanía.
Es coherente Marine Le Pen en costear salarios de miembros del Frente Nacional con empleos ficticios en el Parlamento Europeo, donde paradójicamente se desempeña como eurodiputada a pesar de abominar a la UE. En estas elecciones obtuvo más votos que en 2012 y más que su padre, Jean-Marie Le Pen, cuando llegó al ballotage, en 2002. ¿Influyeron los 230 muertos en atentados desde 2015, el Brexit y Donald Trump? No tanto como esperaba. Pocas posibilidades parece depararle la segunda vuelta. Los socialistas y los conservadores apoyarán a Macron. Mélenchon consulta con la almohada.
Macron creó su movimiento, ¡En Marcha!, en abril de 2016. Supo amalgamar una mezcla ecléctica de la derecha y la izquierda. Con un socialismo quebrado por las desavenencias entre el ex primer ministro Manuel Valls y el candidato, Benoît Hamon, intuyó que parte de esa masa iba a ser renuente a volcarse al extremo de Mélenchon, más cercano a los ex comunistas y afines. La falta de palabra del candidato Fillon acerca de su renuncia indeclinable si se corroboraba el escándalo de los empleos públicos repartidos entre sus parientes también llevó agua para su molino. Esas fracturas provocaron el gran salto de los franceses hacia un escenario nuevo, distinto.
Los problemas de Francia se resuelven en dos cosechas, según Napoleón. De ganar Macron el ballotage del 7 de mayo, nada queda decidido. En junio habrá elecciones legislativas. Si entonces obtiene ¡En Marcha! la mayoría de número en la Asamblea Nacional, quizá no esté a la altura de las circunstancias. Si ocurre lo contrario, un bloque compacto de derecha, uno numeroso de centro y otro dividido de izquierda podrían complicarle la vida a Macron o, al menos, la gestión. La ideología pesa tanto en ese ámbito como el uso frecuente de las palabras derecha e izquierda, en suspenso en el léxico político de sus creadores.
(*): Periodista. Director del portal de información y análisis internacional El Ínterin. Columnista en la Televisión Pública Argentina.
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