El Club TRI, la máquina de ser feliz en la Cooperativa Eléctrica
Crisol de jóvenes marplatenses inquietos, el sitio donde se generaba la energía de una incipiente Mar del Plata ahora es un club que tiene como objetivo la interacción de sus asistentes, cualesquiera sean las actividades que practiquen.
Por Bruno Verdenelli
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“Aquí funcionaron los motores que generaron la corriente eléctrica solidaria desde el 9 de julio de 1939”. Perdida entre los innumerables posters, afiches y carteles psicodélicos, una placa de bronce recuerda que el salón en el que ahora abundan juegos, libros, instrumentos musicales y sillones fue alguna vez un enorme galpón de máquinas. A través de ellas, una incipiente Mar del Plata lograba el acceso a la energía y así era alumbrada por sus primeras luces.
Hoy, en el mismo lugar, lo que se transmite también es energía: la fuerza de la creatividad, la liberación cultural y la infaltable diversión de los jóvenes diseñadores que idearon el espacio aparecen mezcladas en el mismo escenario.
Hay un halo de mística en el aire del Club TRI. Como si una generación entera dijera presente, “acá estamos”, “tenemos 30 años y somos lo que queríamos ser”, “trabajamos, estudiamos, nos capacitamos en lo que queremos”, “nos divertimos”, “sobrevivimos”, “no necesitamos nada más”, “no era cierto que no había futuro para nosotros”.
Pero, en verdad, no es menester que alguien diga algo. Todo se comprende tan sólo con ingresar al viejo edificio ubicado en 20 de Septiembre, entre Rawson y Alberti. El acceso es libre y gratuito, de 18 a 24 de martes a domingo, y en su interior los asistentes pueden encontrarse cualquier tipo de personajes: el dibujante solitario, el estudiante que navega con su notebook a través de un potente WI-FI, el músico que toca su instrumento, el intelectual que bebe café y lee un libro en el buffet, o el grupo de amigos que juega al ping pong, al minigolf y al arcade mientras degusta una cerveza artesanal.
El TRI es un club de ocio y estudios. Como “la máquina de ser feliz” de Charly García. Así lo definen los cinco creadores, entre los que se encuentran los fundadores del TRImarchi, Sebastián Valdivia y Pablo González Díaz. Una especie de centro cultural pop, que le añade estilo y onda al pensamiento crítico. Un grito de juventud, aunque en contra de nadie y a favor de quien quiera asomarse.
Distensión y fluidez
Es un lugar que acerca la cultura a la ciudadanía, proponiéndole distensión y fluidez, para alejarla de la idea de aburrimiento que suele tenerse de este tipo de sitios. Ahí, según cuentan los impulsores, “vas a poder encontrar un espacio donde trabajar, conocer gente, escuchar unos discos, jugar un ping pong, mini golfito, usar mesas donde preparar tus entregas finales, leer algún libro de la biblioteca, ver muestras, comer algo rico, matar el tiempo, honrar el cuelgue productivo”. “Somos un grupo de gestores, de amigos, de inquietos, tratando de propiciar un espacio óptimo para que toda una escena crezca, un punto de encuentro a la comunidad curiosa de Mar del Plata, los que buscan opiniones, o los que las hacen”, expresa uno de los folletos que pueden recogerse en la entrada al club.
Y es que para entrar al TRI no hace falta conseguir membresías, pagar una cuota o reunir condiciones socioeconómicas inalcanzables. Por supuesto, esos requisitos no cabrían dentro del concepto implementado al momento de su creación. Para ingresar basta con ir. Y si el asistente gusta, puede descargar en su teléfono celular una aplicación que le permitirá conseguir descuentos: es una suerte de carné de socio, disponible para iOS y Android, que además servirá para recordarle al interesado las actividades que se desarrollarán cada día.
“La búsqueda constante es lo que define al inquieto. Música, diseño, ropa, libros, bandas, bares, talleres, movidas. Queremos estar siempre en contacto con todo lo que nos nutre, disfrutarlo y darlo a conocer. Club TRI es un espacio de encuentro, un puente entre una comunidad en movimiento permanente y vos”, reza otra de las proclamas.
La materialización del proyecto
En otro pasaje del folleto, puede leerse: “Este galpón fue una usina eléctrica, y nos deja esa misión, la de seguir generando energía”. Como se explicó en el inicio, se trata de otro tipo de energía: la creativa. Por eso en el interior del inmenso salón hay una biblioteca, una tienda de diseño, una galería de arte y hasta un estudio de grabación.
Es que fundar un club en el siglo XXI no puede ser la meta de personas que no sean creativas y apostadoras. En tiempos donde el contacto social se produce en gran medida bajo las diversas formas virtuales, generar y gestionar un espacio como el TRI es casi una genialidad.
Y la invención fue posible gracias a las inquietudes y la inspiración de un grupo de jóvenes, pero también a causa de una iniciativa de la compañía de seguros San Cristóbal. En 2014, y con motivo de su 75 aniversario, la firma decidió festejar junto a toda la sociedad brindándole a la misma un legado: la creación de tres centros culturales en diferentes ciudades del país.
Bajo el nombre de Espacio 75, la acción comprendía la puesta en valor y adaptación de tres edificios públicos para la realización de diferentes actividades artísticas, formativas y de entretenimiento.
Los Espacios 75 se instalaron en Rosario, Córdoba y Mar del Plata. En esta última ciudad, la Municipalidad cedió el histórico galpón de la Cooperativa Eléctrica, a pocas cuadras del centro. Luego de haberse consumado, la empresa dejó el proyecto en manos de los creadores del TRImarchi, el famoso y exitoso encuentro de diseñadores nacido hace una década. Con el (dilatado) aval de la comuna, el último domingo 19 de marzo se inauguró el Club TRI.
Al acto de apertura, en el que no faltaron las bandas de música y las ya típicas cervezas artesanales, asistió una multitud. Desde entonces, las puertas estuvieron abiertas todos los días, menos los lunes. Es que sus miembros deben descansar al menos un día para continuar con la generación de energía en esta verdadera usina de arte y felicidad.
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