“Nora”, una historia verídica sobre el maltrato, la separación y la calle
Reconstruyó la historia de su madre en un libro duro, que relata el tránsito de la mujer por burdeles patagónicos y santafesinos y el maltrato y la estafa que sufrió. Quiere que el libro aporte conciencia sobre el tema.
-¿Sabés quién soy?
-Sólo se que sos mi hijo.
El diálogo se repetía cada vez la vida los ponía frente a frente, en una historia de idas y vueltas que finalmente Horacio Barrios, el hijo, terminó plasmando en un libro crudo, “Nora” (Editorial Martín). Allí relata, sin maquillaje aunque con nombres cambiados, el camino real que recorrió esta mujer maltratada, enferma, que eligió la calle como hogar, que fue estafada y terminó muriendo “sola en un rincón” del hospital Iturraspe, en Santa Fe. Es decir, reconstruye las vueltas que tuvo la vida de su propia madre.
“Uno buscaba al otro sin saberlo, como para cerrar círculos”, esgrime Barrios, ahora convertido en un periodista y locutor que es dueño de un extenso curriculum. Formado en Mar del Plata, nacido en Comodoro Rivadavia, trabajó en LU9, en LU6, en Canal 10 y en medios nacionales: Radio 10, Radio del Plata y La Mega. Y dirigió el Proyecto Radiofónico del multimedio Vía Patagónica, en Puerto Deseado, entre otros muchos emprendimientos.
En “Nora”, que acaba de publicar, encontró la posibilidad de llevar conciencia a la sociedad sobre el tema del maltrato hacia las mujeres, una problemática instalada en los medios de comunicación, aunque nunca de manera suficiente.
“Nora es una de las tantas víctimas, en Nora están esas víctimas anónimas cuyos gritos no se escucharon porque la sociedad es sorda, ni vieron esas manos elevadas pidiendo ayuda, porque la sociedad es ciega. En Nora están esas mujeres cuyo destino desconocemos, y de las cuales jamás sabremos en qué terminaron”, señala en el libro el autor, que donó ejemplares al Centro de Ayuda a la Mujer Maltratada (CAMM) de Mar del Plata.
Sin tenencia
Se reencontró con Nora a sus 23 años, mientras estudiaba periodismo en Mar del Plata. Entonces, la mujer “le pasó facturas” sobre el alejamiento que ambos habían mantenido durante años. A duras penas conocía Barrios la biografía de su madre, que había nacido en Rosario y se había convertido en prostituta en los burdeles patagónicos.
En ese ámbito conoció a su padre, entonces un directivo de una importante cadena de supermercados del sur argentino.
Nora quedó embarazada de Horacio. La pareja convivió durante los dos primeros años del niño, luego se separó. “El acuerdo era que yo iba a vivir con mi madre, yo estaba a su cargo”, cuenta el autor. Era el padre quien los mantenía. Pero Nora buscó trabajo en Trelew y, sin avisar, partió con el pequeño Horacio a cuestas.
El padre la buscó y le sacó la tenencia del niño, quien a sus tres años empezó a vivir con sus abuelos paternos. A Nora le perdió el rastro. “Nora intentó ubicarme, pero ya había perdido la tenencia, había abogados en el medio. Entonces se fue a Puerto Deseado, trabajó en varios burdeles, recorrió varios pueblos de la provincia de Santa Cruz, siempre como prostituta, en cabarets, años después volvió a Comodoro Rivadavia, intentó verme, siguió por Trelew, por Puerto Madryn, pasaron los años y yo crecí, me vine a estudiar a Mar del Plata y comencé mi carrera en los medios”, relata.
Siempre en viaje, siempre en tránsito, Nora regresó a Santa Fe después de aquel encuentro con su hijo de 23 años. Primero Rosario, después Santa Fe capital. Se vinculó a un comisario retirado, cuenta Barrios, y empezó a trabajar en prostíbulos que eran de él.
Jugadora, tentó a la suerte y ganó la lotería, tras lo cual se compró una casa, su única casa. “Pensó que venía su independencia, hasta guardó el resto de dinero que le sobró en un banco”, sigue su hijo. Sin embargo, víctima de un ardid delictivo, el comisario la estafó y Nora se quedó sin casa, sin dinero y sin tres dedos de su mano izquierda, relata. “La hermana del comisario sacó una cuchilla y le cortó los dedos para que firmara un poder” en el que cedía sus pertenencias, cuenta Barrios.
En la calle
Mientras progresaba en el periodismo, Horacio no olvidaba a su madre. A través de la guía telefónica llegó a contactarse con familiares santafesinos, a los que desconocía. Un primo le cuenta que a Nora la había visto en la calle. “Pensé que la había visto hacer compras, pero él enfatizaba que era en la calle… y ahí me dijo que era indigente. Sentí que era surrealista lo que me contaba. Viajé enseguida, conocí a mi primo y dimos con ella”. A Nora la encontró perdida: con síntomas de esquizofrenia, puntualiza. “Me vio y empezó a correr”.
Su búsqueda no terminó. Desde Buenos Aires, donde trabajaba, viajaba “todos los fines de semana a Santa Fe. Un día pude sintonizar con ella, decirle quién era, me reconoció y me contó, hasta me dijo que recordaba tener plata en un banco. La plata se la habían sacado, le habían vendido la casa, me contó de ese comisario retirado…”.
También uno de sus primos le aportó fragmentos del relato para poder reconstruir su vida.
Horacio intentó sacarla de esa situación y del estado de indigencia y abandono en que vivía. Ella siempre se negó. “Varias instituciones la trasladaron a un hospital psiquiátrico de Santa Fe y ella se escapaba. Eso me abrió un interrogante: por qué algunos indigentes prefieren la calle antes que estar contenidos por una familia o en un hogar… Ella no quería, sabiendo que tenía primos y hermanos con otra vida”, reflexiona.
Finalmente, el deterioro general la depositó en el hospital de Santa Fe. “Al tiempo, cuando regresé a verla la encontré delgadita, en un rincón del hospital Iturraspe, yo siempre le preguntaba lo mismo: ‘¿Sabés quién soy?’. Y ella siempre me respondía lo mismo: ‘Yo sólo se que sos mi hijo’. Trataba de mantener una conversación que duraba entre cinco y diez minutos y después de vuelta, se metía en su mundo paralelo”.
Murió en diciembre de 2014. Sin embargo, su hijo se enteró unos cuantos meses después. Es que Nora había cambiado su nombre, dijo llamarse Clementina González y desde el hospital no pudieron hallar a sus familiares. “Quedó un mes en la morgue, la sepultaron como NN”.
-¿Cómo se sobrepuso a una historia personal tan fuerte?
-El amor filial se construye cotidianamente. Yo dejé de ver a Nora hace muchísimos años y cuando la encontré era mi madre, sí, pero era un símbolo, no era mi madre, no sentía cariño. No había construido una relación con ella. La idea de este libro es contar que hay historias peores de las que conocemos cotidianamente, que hay historias que no vemos y que nos sobrepasan. En definitiva, a través de lo que le pasó a Nora podemos ver el maltrato y tal vez podamos participar más y ser más protagonistas de nuestra propia historia social.