Resulta bravo para un ingeniero calentarse, salvo que la sangre italiana llame. Es también difícil para alguien tan metódico como Mauricio Macri mostrarse pasional, pero en su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso echó por tierra algunos prejuicios al respecto: “con esta idea en la mente, con este sentimiento en mi corazón”, unificó posiciones al cierre.
Para Macri no hay vuelta atrás, por más que la oposición política y la CGT y circunstancialmente las encuestas parecen desafiar su lógica. “Basta de que nos regalen el presente para robarnos el futuro”, resumió su idea de seguir hacia adelante.
Subió el tono cuando habló de la “década de despilfarro y corrupción”, le pasó un importante vuelto al dirigente Roberto Baradel y le agregó emoción a la bronca cuando hizo su arenga final sobre las voces de quienes “nos quieren desalentar y ni siquiera hacen autocrítica de lo que hicieron en el pasado”.
El kirchnerismo más cerril y el fantasma de Cristina Fernández, los sindicalistas docentes y quizás buena parte de los dirigentes gremiales quedaron envueltos en la metralla que, dentro de su estilo de años y años de regla de cálculo, disparó el Presidente.
Esta ha sido la forma que Macri eligió para comunicarle a la sociedad la decepción que le producen todos aquellos que, a menos de quince meses de su asunción, bombardean su proyecto de cambio, el que ratificó y recontraratificó en 20 ocasiones en sus 61 minutos de discurso.
Habló también de verdad, de diálogo, de transparencia, de capacidad y de confianza, todos valores que exaltó por encima de otro tipo de lógicas de la política tradicional.
Logros y asignaturas pendientes
Todavía el Presidente no traga que los diputados del Frente para la Victoria, incluido el jefe circunstancial del sello justicialista, José Luis Gioja, hayan solicitado su juicio político para supuestamente bombardear su excursión española.
El resto de la exposición presidencial pasó por lo más previsible: hacer un balance de los logros, mencionar algunas asignaturas pendientes y también las propuestas para el actual año legislativo de cada una de las áreas de gobierno.
Bajo esa mezcla de estilos, el discurso de Macri resultó ser una exposición con muchos altibajos que tomó gran temperatura específicamente al principio y al final y que, si bien tropezó en algún tramo porque al Presidente le faltó cierta dosis de autocrítica, el resultado formal fue el de una pieza política bastante lograda.
Con un aditamento interesante que el propio Macri deberá evitar que se le convierta en trampa, ya que como sus dichos sonaron bastante sinceros para el común (“menos relato y más verdad”, pidió) lo que debería él debería evitar, si se llegara a adoptar este estilo como muletilla, que este discurso no termine siendo, tal como ocurrió con el stand up del atril y los balcones que ejerció CFK, el germen de un nuevo relato.