El lector que escribe un diario lee “Las teorías salvajes” de Pola Oloixarac, una novela que, según su contratapa, se presenta en medio de una gran polémica y recomendaciones de autores como Ricardo Piglia.
La novela está pensada para sorprender y lo hace: hay una historia en torno a una joven estudiante de filosofía y sus amigos, hay una gran cantidad de textos teóricos del orden de la filosofía y la antropología, hay un diario de una militante de la izquierda de los 70 que le escribe a Mao, hay parodia de las poses académicas. Hay, sobre todo, un gran trabajo sobre el lenguaje.
El lector que escribe un diario intenta ordenar lo que se narra en esta novela que puede leerse como una novela de iniciación, con “Los detectives salvajes” resonando en el título. La joven Kamtchowsky persigue a su profesor Augusto García Roxler con acotaciones a su teoría de las trasmisiones yoicas. La joven Kamtchowsky tiene un amigo, Pabst que es, como ella, feo y nerd y conocen a otra pareja, lo más cool que uno se puede imaginar y tienen mucho sexo. La joven Kamtchowsky intenta seducir a un amigo de García Roxler para llegar a él. La joven Kamtchowsky cita sin problemas a Hobbes o a Rambito y Rambón. La joven Kamtchowsky tipea los diarios de la tía Vivi, muerta durante la dictadura. La joven Kamtchowsky es una bloggera que alcanza cierta fama en el ambiente con un documental sobre sí misma. A la joven Kamtchowsky un día “se le ocurrió una idea bastante buena” relacionada con fotos, videos porno, hackers, y Google Earth.
Hay también un antropólogo que a principios de 1900 se pierde en el África tratando de probar una teoría -que es la que García Roxler reflota, la que Kamtchowsky anota-, sus discípulos y su condena al olvido.
El lector que escribe un diario siente, por momentos, que la novela lo apabulla. Que se pierde en el camino, que se desconecta. Por momentos se ríe mucho y se pregunta, sin embargo, cuánto pervive la parodia más allá de la vigencia temporal de lo parodiado: seguramente un punto importante es que haya una matriz textual (los escritos académicos, los diarios íntimos, las novelas de caballerías), se contesta. Más etérea es la referencia a los pasillos de Puán (la sede de la facultad de Filosofía y Letras) y a la fauna que la habita, así como los retratos de prototipos de otras tribus que por allí caminan.
Sin embargo –quizás por esa actitud de no tomarse nada demasiado en serio, con la excepción del lenguaje- el lector que escribe un diario no puede abandonar la lectura, aunque eso signifique volver a buscar hilos y referencias. Y mientras se pregunta qué es lo que queda, más allá de la provocación, del épater le burgeois (impresionar a los burgueses), piensa que la respuesta está, seguramente, del lado de la escritura, en aquellos sitios donde el desenfado viene de la mano de la precisión.