En contra del mito: los jóvenes leen
Las recomendaciones familiares, los comentarios de booktuber, blogers y bookstragram son centrales a la hora de definir las lecturas, de acuerdo a una reciente encuesta que se realizó en la última Feria del Libro.
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Una encuesta realizada en la Feria del Libro de Buenos Aires en 2016 indica que más de un 90 por ciento de jóvenes leyeron algún título el último año, una cifra que si bien debe ser analizada teniendo en cuenta el perfil de los asistentes, sirve para rebatir un mito de larga data acerca de un mercado que no para de crecer de la mano del entorno familiar y las redes sociales.
Teniendo en cuenta de que se trata de una muestra producida dentro de un ámbito específico (jóvenes de entre 16 y 24 años, dentro de la Feria del Libro), las estadísticas expresan una tendencia en sintonía con los números del mercado y con lo que opinan editores y especialistas en comunicación: que los jóvenes no han dejado de leer. La cuestión está en qué leen, cómo leen, cómo llegan a los libros o qué decanta de una lectura.
“Sin dudas, los jóvenes leen. Durante años se los estigmatizó; lo que pasa es que no leen lo que se leía, pero no leer a (Emilio) Salgari y sí blogs o cómics no es no leer, es leer otras cosas. El tiempo pasa y las lecturas cambian, esa es la explicación. La literatura infantil y juvenil no para de crecer y de ocupar un porcentaje cada vez mayor en el mercado”, asegura Florencia Ure, gerente de Comunicaciones y Prensa de Penguin Random House.
Como también explica Virginia Ruano, editora juvenil de Norma, “hay muchos indicadores para sostener esa información, como el auge que está teniendo la literatura juvenil hace unos años, sobre todo la categoría de Young Adults; el espacio que se le da en las librerías, en las ferias; los números de ventas; o la industria del cine que toma novelas y las lleva a la pantalla, que no es algo nuevo pero es una tendencia creciente”.
En el mito se cruzan muchos factores y “está el tema de siempre sobre lo que algunos llaman literatura de calidad, entre comillas. Yo creo que hay que tener sinceridad intelectual: uno como adulto puede disfrutar de una película de Herzog y una de Christopher Nolan. Culturalmente hay mucha oferta y cada uno va construyendo su gusto particular, lo importante es tener herramientas para definir qué gusta y por qué”, dice Ruano, también docente en la carrera de edición de la Universidad de Buenos Aires.
La encuesta, realizada por la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad de Buenos Aires sobre una muestra de 2268 casos (de los cuales no se disgrega la cantidad exacta de jóvenes de entre 16 y 24 años), arroja que un 93.8 por ciento leyó por lo menos un libro en el último año y un 92.5 por ciento lo hizo por elección propia; en tanto que un 86.2 por ciento se inclinó por la ficción, y un 59,8 por la no ficción.
Por supuesto, dice Georgina Dritsos, jefa de prensa de VyR Editoras, “hay muchos jóvenes que no leen pero hay muchísimos otros que sí y son lectores voraces, full time. Eso es un poco la explicación por la cual el mercado editorial se vuelca más a esta franja etaria. Hay un público exigente, formado e informado. Y a nivel mundial se ve que esta franja se extendió y hoy tenés lectores que consumen esta sección con 20, 30 y hasta 40 años”.
Es que a la literatura para adolescentes la desplazó lo que hoy se conoce como “Young Adults” (YA), libros protagonizados por jóvenes que tocan todos los temas: fantasy, diversidad de género, trastornos alimentarios, amores paranormales. A diferencia de hace algunos años que dominaba la saga, ahora esa categoría es una tendencia en creces que se afirma; incluso VyR lanzó el año pasado la colección “YA”, especialmente etiquetada.
¿Cómo llegan los y las jóvenes a los libros? ¿De qué modo se enteran de la existencia de los títulos que eligen? Las cifras dicen que un 38.3 por ciento lo hizo a través de recomendación familiar; un 28.9 por ciento llegó por críticas en revistas, diarios o blogs; un 19.8 por ciento por publicidad; un 18.3 por ciento recomendados por libreros; y un 12.3 por ciento lo hizo mediante la opinión de booktubers.
Si bien los números indican que el entorno familiar es una clave -¿vivir entre libros acompaña la formación de hábitos lectores?-, no llegan a advertir con certeza el impacto que suponen las redes sociales. “Sabemos de la importancia de los familiares, la lectura se contagia y estar en una casa con libros llega. Pero eso tampoco quita que un chico en una casa no lectora sea un gran lector. A eso debemos sumar fenómenos como bookstagram, los booktubers o los blogs”, sostiene la editora de Norma, sello responsable de la colección “Zona libre”, entre cuyos títulos de tono más realista figuran clásicos juveniles como “Los ojos del perro siberiano”.
“Con la aparición de las redes sociales se comprobó que los jóvenes se agrupan en comunidades donde, además, comentan libros. De hecho, muchos BBB (booktuber, blogers y bookstragram) plasmaron sus mensajes en libros y así nacen los libros como el de Germán Garmendia, Mariano Bondar, Julián Serrano. Las comunidades potencian los libros sobre los que hacen foco”, explica Ure.
En este punto, la responsable de prensa de VyR, sello que el año pasado lanzó unos 36 títulos de literatura juvenil, sostiene que en un contexto potenciado por las nuevas tecnologías una de las claves es “escuchar a los lectores a través de nuestras redes, pero también en encuentros cara a cara”.
“Les pedimos opiniones sobre qué les gustaría que editemos, porque están muy pendientes de lo que ocurre afuera y a nivel mundial. Y además no se conforman con leer el libro, quieren vivir toda la experiencia: conocer a la autora, a los editores, a los otros lectores”, detalla.
Frente al mito, los lectores. Y frente a la aprensión, un mercado en auge que sacia devoradores de libros, que eligen por sí solos pero sin perder de vista que un libro es más que un libro, se lee y se comparte: en una conversación familiar, una foto en Instagram o en un encuentro en algún evento editorial.