36 autores revisan el impacto de “Lolita” al calor del Mee Too
En "Lolita in the Afterlife" (”Lolita en la posteridad”) analizan la obra del ruso Vladmir Nabokov al calor de la nueva agenda social.
Seis décadas después de la publicación de “Lolita” acaba de aparecer en Estados Unidos un libro que bajo el título de “Lolita in the Afterlife” (”Lolita en la posteridad”) reúne textos de 18 escritoras y ocho escritores que analizan la obra del ruso Vladmir Nabokov al calor de la nueva agenda social y la potencia de movimientos como el Me Too que reactualizan los componentes más controvertidos de la icónica novela centrada en la relación de un hombre mayor con una adolescente.
El punto de partida de este nuevo texto que recoge matices diversos en torno a la obra del autor de “Ada o el ardor” es concluyente: todos admiten que se trata de una obra cumbre de la literatura universal y justifican su impacto a lo largo del tiempo en millones de lectores de todo el mundo. Al mismo tiempo, la mayoría de los ensayistas coinciden también en que los debates tan intensos que ha generado están justificados por lo inquietante de su trama: las relaciones sexuales que una niña de 12 años mantiene con su padrastro, que además de pederasta resulta ser un asesino.
“Lolita in the Afterlife“, editada por la hija de Walter Minton -el primer editor estadounidense de la obra- aloja las diferentes miradas de 36 escritores que exploran innumerables aspectos de este libro interminablemente discutible, entre los que se destacan Stacy Schiff sobre la inestimable contribución de Vera Nabokov -la esposa del escritor- a la escritura y la promoción, Alexander Chee sobre su historia personal con la novela y Zainab Salbi sobre la complejidad de leer el libro como mujer nacida y criada en Irak, donde se permite a los hombres casarse con niñas de apenas nueve años.
En otro de los textos, la escritora Roxane Gay sostiene la imposibilidad de trazar los límites que separan el odio del amor que inspira el libros -así como de lo perturbador que resulta reconocer que valorarla como obra maestra implica “tolerar” los abusos perpetrados por su protagonista- mientras que para Lila Azam Zanganeh, ningún libro ilustra mejor la idea de que “el deseo humano carece de límites”.
“Me gustaría decir que amo Lolita solo por la belleza del lenguaje, pero no es cierto. Amo el libro por su audacia”, analiza por su parte Morgan Jerkins.
Nabokov (San Petersburgo, Rusia, 1899-Montreux, Suiza, 1977) tardó cinco años en completar la novela, a razón de 16 horas al día. Tras ser rechazada por las editoriales estadounidenses más prestigiosas, en 1955 la publicó en París Olympia Press, especializada en obras de tema erótico. Pasó desapercibida hasta que Graham Greene la elogió en una reseña publicada en el Times de Londres que despertó polémica por su supuesta inmoralidad.
El escándalo que rodeó a la aparición de la novela en Estados Unidos tres años después la catapultó al número uno del ranking de mayores ejemplares vendidos de The New York Times, algo impensado para una obra que fue elogiada por la crítica por su complejidad literaria. En paralelo, la novela batió el récord establecido por “Lo que el viento se llevó” en 1939, vendiendo más de cien mil ejemplares en tres semanas.
“Lolita” sobrepasó los límites del hábitat literario y la protagonista homónima se abrió paso en el mundo dejando rezagada la fama de su creador, que afirmó: “Lolita es famosa, no yo”. La palabra “lolita” ha pasado a formar parte del imaginario universal y llegó a todos los diccionarios de la lengua española, que la definen con ligeras variantes como “adolescente seductora y provocativa”.
Sin embargo, no ocurrió lo mismo con Humbert, el nombre del protagonista masculino, y ésa es justamente una de las preguntas que plantea el volumen, que rastrea la huella del término “lolita” en la subcultura adolescente femenina en Japón, el mundo de la moda, la música pop, el cine, la publicidad o la iconografía de portadas de libros y revistas. La notoriedad del vocablo se manifiesta en hechos como que la localidad de Lolita, en Texas, se viera obligada a cambiar de nombre, o que Jeffrey Epstein, el fallecido magnate estadounidense, condenado por pedófilo, bautizara a su jet privado como “Lolita Express”. Irónicamente, Nabokov consideraba que Lolita era “el más puro sus libros” y no se cansaba de decir que se trataba de “una novela seria con una intención seria”, según consiga el diario El País, que le dedica una nota al fenómeno.
No está entre sus autoras, pero el volumen se hace eco de la opinión de Vera Nabokov, a quien está dedicada la novela original, quien se quejaba de que la crítica jamás reparaba en el párrafo más aterrador del libro, en el que se dice que la niña lloraba en silencio “cada noche, cada noche”. Una vez, a un periodista que le preguntó si su marido le había pedido consejo antes de publicar Lolita, ella le respondió: “Cuando una obra maestra así ve la luz del día, el único problema es encontrar quien se atreva a publicarla”.