"Pirámide invertida"
Revulsiva cátedra sobre la escasez de valores
por Susy Scándali
Un cuadrado en el centro de la sala. Despojado. Apenas una mesita con una botella y vasos en un rincón. Nada más. Adentro del cuadrado, dos hombres. Damián Hernández (Ezequiel Castillo), un periodista exitoso y Luis (Santiago Caamaño), un estudiante de periodismo.
Pasaron una jornada juntos ?precisamente pasar el día con Hernández es el premio que ganó Luis en el programa ?Un día con los líderes?- y conversan a solas antes de la cena donde Hernández dará un discurso, una actividad a la que al parecer, ya está acostumbrado.
Es el momento que Luis aprovecha para pedirle que le enseñe cómo se es exitoso en periodismo. Claro que Hernández tiene una particular mirada acerca del éxito?
Mientras Luis aparece cada vez más deslumbrado por lo que le cuenta su ?ídolo?, el periodista va desgranando lo que para él, es sinónimo de éxito en su profesión. Ambición, corrupción, extorsión, mentiras y en el medio, siempre el dinero como justificador de lo que para un periodista es lisa y llanamente injustificable.
Allí, el revulsivo texto logra provocar por primera vez ese síntoma físico que va a producir la obra en varios momentos: asco. El espectador no puede menos que sentir asco por esa persona que se muestra como ejemplo, ese líder de cartón que, además, está bendecido por una sociedad que no conoce el verdadero pensamiento de este hombre.
Pensamiento y conducta que no pueden ser revelados, a riesgo de perder la posición social ganada con mentiras. Y hay que mantener el secreto a toda costa.
Invirtiendo el clásico recurso periodístico de ?pirámide invertida?, donde lo importante se coloca al principio, aquí lo importante va a apareciendo al final. Y produce mucho más asco.
El alumno no es tan inocente ni el periodista es tan invulnerable.
Con un ritmo vertiginoso, que no da respiro, Danián y Luis se enfrentan en un duelo verbal que en el momento menos pensado también es físico. Sólo que uno de ellos, ya no tiene fuerzas para pelear?
El poder se transforma en miseria. La fuerza en debilidad. La soberbia en humillación.
Santiago Camaño y Ezequiel Castillo -con la acertada dirección de Leonardo Gavriloff- dejan la vida en ese cuadrilátero que es escenario y es ring. Producto de un taller de teatro de Mauricio Kartun, la obra es una pintura descarnada y revulsiva de la escasez de valores en nuestra sociedad, más allá de que se haya utilizado al periodismo para relatarlo.
Para asistir a "Pirámide..." hay que estar preparado para abandonarse a emociones fuertes. Esas que provoca una obra sólo cuando es -como "Pirámide invertida"- una buena obra de teatro.