La Argentina y la Segunda Guerra Mundial
Por el general Martín Balza ex jefe del Ejército y actual embajador en Costa Rica.
El conflicto interimperialista más trágico del siglo 20 se inició el 1 de septiembre de 1939 y duró seis años y un día. Finalizó en Europa con la capitulación alemana firmada en Reims (Francia) el 7 de mayo de 1945 y en el Pacífico con la rendición de Japón el 2 de septiembre del mismo año; ésta se firmó en la Bahía de Tokio en el acorazado Missouri. Se desarrolló en distintos escenarios, siendo los principales el continente europeo y el de la región del Pacífico. En el primero, los Aliados contaron con Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética, entre otras naciones. De los conocidos como el Eje, Alemania fue un actor excluyente, con otros de reparto, entre ellos Italia. En el teatro de operaciones del Pacífico, la lucha se priorizó entre el imperio del Japón y los Estados Unidos.
La Argentina, a diferencia de otras naciones de América Latina, mantuvo su neutralidad, como lo hizo durante la Gran Guerra (1914-1918) en las presidencias de Victorino de la Plaza y de Hipólito Yrigoyen. En 1938 asumió el poder la fórmula Roberto M. Ortiz-Ramón S. Castillo, pero ninguno de los dos completaría su mandato. Ortiz, al igual que su antecesor, Agustín P. Justo, simpatizaba con los Aliados y no ignoraba que la neutralidad argentina convenía no solo a nuestro país, sino también al Reino Unido, a fin de atenuar probables ataques de naves alemanas a buques argentinos que transportaban alimentos a Inglaterra. A pesar de ello, dos buques mercantes de bandera argentina, el Victoria y el Río Tercero, fueron torpedeados en el Atlántico Norte por submarinos alemanes.
El presidente Ortiz solicitó licencia por enfermedad en julio de 1940 y no volvió a asumir, renunciando en 1942. Ortiz había sido abogado de los ferrocarriles ingleses y su candidatura fue elegida en la Cámara de Comercio Argentino-Británica en Buenos Aires. En la Argentina, el período de 1940 a 1943 se caracterizó por intrigas civiles y militares. El 4 de junio de 1943, el segundo golpe cívico-militar del siglo puso fin a un período fraudulento encarnado por Castillo. Aparece en escena, como uno de los creadores de la logia Grupo de Oficiales Unidos (GOU) -inspiradora del golpe- el coronel Juan D. Perón. La simpatía de ellos hacia uno u otro de los adversarios en pugna no revestía necesariamente un carácter político-ideológico; sí respondía al respeto profesional y doctrinario que en el Ejército tenían los ejércitos de Francia y Alemania. Perón no se inclinaría en favor de ningún bando, sino más bien hacia la neutralidad. Conocedor de la historia militar y, en particular, de los teatros de operaciones, principalmente el ruso -que analizó en detalle en su libro El Frente Oriental en la Primera Guerra Mundial- nunca hubiera sobreestimado el poder de combate de las potencias del Eje y mucho menos subestimado el de los Aliados.
Derrota que se percibía
En oportunidad del golpe de Estado de junio de 1943, la derrota alemana y japonesa se percibía con claridad: en el Pacífico, el triunfo de la armada estadounidense en la batalla de las islas Midway había quebrado el poder aeronaval del Japón, fuerzas alemanas se habían rendido en el frente ruso de Stalingrado y en el norte de Africa, donde había combatido el legendario Afrika Korps, al mando del mariscal Erwin Rommel. En noviembre de ese año, se realizó la Conferencia de Teherán (Irán) a la que asistieron Roosevelt, Stalin y Churchill, donde se consensuó la invasión a Europa.
El 24 de febrero de 1944, el gobierno del general Pedro P. Ramírez rompió relaciones con las potencias del Eje. El 9 de marzo, el general Edelmiro J. Farell asume la presidencia y Perón se convierte en vicepresidente. La guerra entra en su fase final: el 6 de junio tropas aliadas desembarcan en Normandía (Francia) y se inicia el avance hacia Berlín, la Unión Soviética lo continuó desde el este. A principios de 1945 Farell declara la guerra a Alemania y al Japón. Cuando se produce el advenimiento del justicialismo, el 17 de octubre de 1945, la guerra había finalizado en todos sus escenarios. Perón fue electo presidente constitucional el 24 de febrero de 1946 y asumió el 4 de junio de ese año.
Perón no simpatizó con el nazismo y jamás se hubiera enrolado en el ajedrez endogámico de Hitler. Fue calumniado y tildado de antisemita, sin embargo, hechos y testimonios demuestran lo contrario. La Argentina fue el tercer país en reconocer el Estado de Israel, el 14 de febrero de 1949, y estableció de inmediato relaciones diplomáticas. El diplomático y funcionario estadounidense Stuart Eizenstat divulgó en Washington, en 1998, que ?desde 1933 hasta 1945 la Argentina recibió entre 25.000 y 45.000 refugiados judíos, más que ninguna otra nación del continente, incluido los Estados Unidos?. Revisando el pasado con la hermenéutica de la época, y aún después, encontramos grupúsculos fundamentalistas -civiles y militares- que mezclaron política, religión, ideología, desviado nacionalismo y militarismo, y crearon enemigos internos con incidencia antisemita, entre ellos el sacerdote Julio Menvielle y su discípulo Jordán Bruno Genta, que expresó: ??los peligros que amenazan al país son: el comunismo, la masonería, los judíos y el peronismo?. Perón diagramó su advenimiento político sobre columnas básicas: el Ejército, el movimiento obrero y la Iglesia Católica, y para ésta última el antisemitismo es anticristianismo. Durante su presidencia, en 1946, la Argentina ingresó a las Naciones Unidas, pese a la oposición de Stalin que, a cambio, logró la incorporación de dos repúblicas soviéticas: Ucrania y Bielorrusia.
La renuencia de nuestro país a sujetarse a la voluntad estadounidense por la neutralidad asumida acarreó un boicot económico de proporciones que afectó al país por varios años, y la imagen de Perón como nazi, fascista y antisemita fue instigada por el subsecretario de Estado y ex embajador de los Estados Unidos en nuestro país, Spruille Braden. La Argentina, con su neutralidad en una guerra interimperialista, optó por la paz, nuestra única conquista.