A 15 años del adiós a la 115
La implosión en una zona densamente poblada tuvo lugar hace 15 años para demoler la manzana 115. Allí se construyó la Plaza del Milenio.
En la oscuridad de la madrugada invernal, apenas presente el sonido del viento y una veintena de personas con casco, comenzó la cuenta regresiva hasta que la densa nube de humo indicó que las construcciones habían desaparecido. Esa noche del 15 de junio de 1999 comenzaba a forjarse el amplio espacio verde que se extiende desde la Plaza Colón hasta el puente Illia, en el Paseo Dávila, con la demolición de edificios, comercios, oficinas y hoteles que habían sido construidos en el perímetro delimitado por las calles Moreno, Buenos Aires, Belgrano y Boulevard Marítimo.
La segunda implosión se realizó un mes después, también de madrugada, y el 1º de enero de 2000 se inauguró la Plaza del Milenio con la fuente de aguas danzantes. Hoy también alberga a la estatua de Astor Piazzolla.
El trabajo de demolición se desarrolló de manera conjunta entre la entonces Dirección Municipal de Vialidad (a cargo del ingeniero José Maria Conte) y el Ejército Argentino
y fue la primera experiencia de una implosión de esa dimensión en una zona densamente poblada.
La demolición se pudo concretar una vez sancionada la ley de expropiación por parte de la Legislatura bonaerense (en aquel entonces el gobernador era Eduardo Duhalde y el intendente Elio Aprile), que había comenzado a gestarse a mediados de los `40.
"Fue algo muy importante -calificó Conte ante LA CAPITAL- porque se pudo concretar un viejo anhelo de la ciudad, que había empezado en la década del 40. Se pensó que todos los espacios verdes que tenemos hoy funcionaran como tal. Y la manzana 115 era un espacio no verde".
Así las cosas, hoy los espacios verdes "empiezan en la avenida Colón y terminan en el puente Illia. Frente al Casino, esa manzana era un espacio no verde y ya en la época de Angel Roig habían surgido normas muy restrictivas para que no sea interesante mantener actividades económicas en ese lugar".
Vale recordar que en la manzana 115 funcionaban restaurantes, bares, casas de cambio y de compra y venta, además de ser sede de dos edificios, la ex sede del Ente Municipal de Turismo (Emtur) y hasta un estacionamiento que sirvió par alojar la mítica carpa de Carlitos Balá.
A pleno
Con la ley sancionada, todos los actores intervinientes comenzaron a trabajar "muy a fondo -recordó el ex funcionario municipal- y lo llevamos adelante prolijamente. A los propietarios se les pagó de común acuerdo y en tiempo, pudimos sortear toda burocracia".
La implosión se hizo en dos pasos. La primera tuvo lugar el 16 de junio -el Día del Ingeniero- y la segunda el 15 de julio. En cada una de las secuencias se utilizaron 80 kilos de gelamita.
Para el ingeniero, desde lo técnico fue "una obra perfecta. No hubo ni un solo accidente de trabajo, ni un solo reclamo judicial, ni daños a terceros", reseñó.
El trabajo fue desarrollado "por personal de Vialidad y por el Ejército Nacional. No se había hecho nunca en un área de alta concentración humana en Argentina", se enorgullece Conte. El único antecedente de implosiones en zonas urbanas era el albergue Warnes y estuvo a cargo de una agencia francesa.
Una vez desalojadas las construcciones, procedieron a armar las barreras de protección que en implosiones de ésta naturaleza son 3 o 4 pero acá "usamos 7 -contó Conte-, como si estuviéramos tirando 25 metros y eran apenas 7".
Claro que el primer intento se debió suspender porque el predio fue ocupado. Es que en aquel entonces, la ciudad vivía un serio conflicto con el tema de la pesca y los manifestantes buscaron de esa manera concentrar la atención de los medios de prensa llegados de todo el país.
Así fue que se decidió que la implosión se realizaría en horario nocturno.
Cuenta regresiva
Conte ahora trabaja en el sector privado, pero durante muchos años se desempeñó en diferentes cargos en el Ejecutivo Municipal, incluso con distintos signos políticos. Con su bagaje a cuestas, no duda en afirmar que "este fue mi trabajo más importante, sin dudas, que me tocó llevar adelante, coordinar los recursos. Fue el que más estudie, el que más revisé y el que más adrenalina me hizo correr", señaló.
La cuenta regresiva estaba en marcha, y todos los ojos del país posados en esa implosión que se iba a generar en la noche marplatense, entonces Conte se acordó de la teoría de la relatividad de Einstein.
"Fue un momento infinito -recordó-, me parecía que no caía nunca".
Aunque no está militando activamente, dice que sigue en política y emocionado quiso recordar al ex intendente Elio Aprile. "El Tano se jugó a fondo con el proyecto y lo bancó a muerte", agradeció e hizo extensivo el agradecimiento "a toda la gente que trabajó en esto".
Cada vez que pasa por la Plaza del Milenio, Conte aseguró que siente "satisfacción, no lo puedo ocultar" y explicó que "lo pudimos hacer con tecnología argentina, en una relación entre el Ejército y los empleados municipales. Acá hubo mucho profesionalismo y es una demostración de que es posible cuando todos tiran para el mismo lado".
Una vez concretada la demolición, se construyó la Plaza del Milenio, que quedó inaugurada el primer día del 2000. "La fuente de aguas danzantes costó un millón de dólares -reseñó Conte-, pero la municipalidad no puso un peso, ya que lo subvencionó una empresa de telefonía a través de carteles de publicidad".
Claro que también hacía falta algo de verde, pero ¿qué plantar en un sitio tan inhóspito, a merced del viento marino? Entonces surgió la posibilidad de rescatar unas palmeras que querían sacar de una casona que iría a demolición. Así lo hicieron y muchas de ellas siguen ahí, vivitas y coleando.