Haceme el favor, apagá tu celular
por Susy Scándali
Hace unos días atrás, en el momento de mayor carga dramática de "Escenas de la vida conyugal", sonó un celular. Sonó largamente y Erica Rivas y Ricardo Darín quedaron petrificados hasta que el celular -pareció que pasaran horas-, dejó finalmente de sonar. Al presentar la próxima escena, Darín tuvo unas breves palabras de "agradecimiento" a quien -dijo sin eufemismos-, "nos cagó la escena".
No había sido el primer celular en sonar ese día. Ni el único en días anteriores o sucesivos. De hecho, Darín parece tener un truco para no salir de clima en esas oportunidades y mirando a su alrededor o tocándose el saco, suele decir "me pareció que me sonó el teléfono...no, no era el mío". Sólo que no siempre se puede salir con ese truco. En ese momento dramático, no pudo.
Los celulares son, hoy, el flagelo del teatro. Ni las toses, los papelitos de caramelo, o el llanto de los bebés (que los hay y muchos), molestan tanto como el sonido del celular en un momento inoportuno. Aunque habría que preguntarse, qué momento es oportuno para que suene un celular durante una obra de teatro. Y la respuesta es obvia: ninguno.
En el comienzo de todas las obras una voz en off solicita que se apaguen los celulares. En las obras locales, la advertencia suele ser hecha por quienes reciben los tickets en la entrada y reforzada por los propios protagonistas.
Sin embargo, nunca falta el/la distraído/a que olvida apagarlo. Debo ser objetiva y decir que si el que suena es el celular de una mujer, la cosa se complica con la búsqueda desenfrenada del aparatito, que suele estar al fondo de una cartera llena a tope.
Así sucedió hace unos años en la escena final de "Jesucristo" en La Bancaria, donde el dramático parlamento de Mariano Mazzei quedó eclipsado por el vibrante sonido de un celular que se negaba a ser encontrado por la desesperada propietaria, que finalmente abandonó la sala corriendo, para atender del otro lado de la puerta, donde todos nos enteramos de quién llamaba y para qué.
Los artistas ya lo han intentado todo: desde poner en evidencia al propietario del inoportuno telefonito: "atendé que yo te espero", hasta el silencio condenatorio desde arriba del escenario, esperando que el aparato deje de sonar.
Pero la costumbre de llevar encendido el celular, parece extenderse.
Si apelando a la buena voluntad al comienzo de la función, no se ha logrado nada...¿qué hay que hacer?
Se escuchan sugerencias. Yo no tengo la respuesta...