Si hay ajuste que no se note
por Hugo E. Grimaldi (*)
A partir del análisis puro, la cátedra le asignaba a la presidenta de la Nación sólo dos caminos para encarar el futuro económico, el talón de Aquiles de cualquier gobierno cuya vocación sea la de ganar elecciones: o profundizar el modelo y chavizarse aún más o jugar al estilo de Brasil y Uruguay y actuar con mayor racionalidad para seducir al capital.
Pasado el trámite del 23 de octubre, Cristina Fernández parece haberse decidido bien rápido por encarar un mix de decisiones, al mejor estilo Perón de darle un poco de poder a cada facción interna para tenerlas a todas con los pies adentro del plato. De allí, que la Presidenta haya oscilado en atender los consejos de los más antimercado de su entorno para avanzar contra la salida de dólares y las recomendaciones de los que le han asegurado que un ajuste que aunque tenga cierto tufillo ortodoxo, siempre que no se note, ayudará a mejorar la confiabilidad, lo que puso en marcha la operación desarme de subsidios.
Hacia esa convergencia ha ido Cristina más allá de sus discursos, con una seguidilla de medidas económicas que ha traído gran desconcierto en varios frentes. En primer lugar, porque quedó brutalmente blanqueado el temor existente en el Gobierno por el verdadero nivel de las Reservas y también por la importante profundización de los problemas fiscales, situaciones que habían sido barridas debajo la alfombra por las elecciones. Y luego, por el modo cómo se encaró cada cirugía, envuelto una vez más por el parecer, antes que por el ser.
Desde el costado de los ciudadanos, estos no deberían decir que han sido sorprendidos por estas revelaciones, salvo los K más acérrimos, quienes pueden haber creído de buena fe que la Argentina nadaba en un mar de abundancia. El resto de la población, quizás confiada en que la fiesta iba a seguir in eternum, sabía lo que se iba a venir y no podrá sentirse estafada, salvo porque los tiempos se han acelerado. Nadie se hubiera imaginado que la roca ya estaba rodando a gran velocidad por la ladera y que el actual gobierno iba a tener que hacerse el trabajo sucio a sí mismo, antes de su asunción.
Pero, además, en materia de dualidad de criterios, hubo algo que ha llamado la atención, sobre todo porque el kirchnerismo siempre se ha ufanado de haberle restituido al Estado el rol hegemónico de conductor y equilibrador de vidas y haciendas de personas y empresas y porque, en ambos casos, la estrategia oficial ha actuado de manera diferente.
Primero, los funcionarios aplacaron las ansias de dolarización con un procedimiento manu militari que, bajo la fachada de perseguir el lavado de dinero, prohibió la comercialización de divisas, a través de la acción conjunta y controladora de media docena de organismos de Estado. En ese momento, se explicó que un gobierno legitimado en las urnas era el que decidía los controles y trabas y los que no estaban de acuerdo (los medios en primer lugar) iban a ser considerados desestabilizadores.
Ante tanta demostración del poder de fuego del Estado y sabida su vocación permanente por meter la cuchara en todo, llamó la atención que para la quita de subsidios se eligiera abdicar de tal supuesta función ordenadora, para dejarle a los clientes la determinación de decir quién quiere y quién no seguir manteniendo el subsidio del que disfrutan todos desde hace ocho años. Demasiado liberal la idea, para los estándares K.
En primera instancia, se apeló al marketing de poner a los ricos y famosos en situación de ser los primeros afectados por la guadaña justiciera del Estado. Por supuesto, que nunca nadie mencionó que esa franquicia no les había sido otorgada por un gobierno conservador y que ahora se venía a reparar la injusticia. Fue el kirchnerismo el que, bajo las leyes de Hood Robin (sacarle a los pobres para darle a los ricos) dejó que durante tanto tiempo el IVA a los alimentos, por ejemplo, financiara el no cobro de tarifas más lógicas de agua, luz y gas a los que más tienen.
Pese a que aún hay demasiadas dudas, lo más concreto es que salvo en los glamorosos barrios porteños de Puerto Madero y Palermo Chico y en los countries de todo el país, donde habrá una eliminación directa y total desde enero, la modalidad que ha fijado el Gobierno para retirar los subsidios a los servicios públicos al resto de la población del Área Metropolitana es similar a la mecánica del popular Juego del Millón, ya que le ha pasado a los usuarios de las empresas de servicios públicos la decisión de conservar el subsidio o de rechazar la quita.
A partir de que se los convoque, cada uno deberá decir a suerte y verdad si necesita o no esa franquicia del Estado. Puede decir que no, que rechaza el subsidio o no contestar, por lo que se asumirá que quiere que se lo quiten, pero si dice que sí tiene que saber que pueden pasarle cosas. Como por ejemplo, que se crucen sus datos con la AFIP y la ANSeS o que lo visite una asistente social o que su nombre aparezca en una lista de Internet para que quizás algún vecino despechado lo acuse de ser un rico disfrazado.
Igualmente, que el kirchnerismo se decida por dar por buena la aceptación de los individuos, cuando habitualmente suele ponerlos a todos en la misma bolsa, es toda una novedad ideológica. Lo que podría parecer una gran desorientación de parte del gobierno nacional no es otra cosa que la sujeción a las leyes del marketing político, el verdadero mandamás de las decisiones oficiales para envolver el discurso y para ponerle aroma a rosas al fondo de la cuestión.
La trampa es transferir la culpa del dolor de bolsillo y también atender al frente interno, ya que ante la propia tropa y los aliados no es posible admitir sobre todo que la necesaria adecuación de valores (por no decir tarifazo) tiene que ver con que el gasto se ha disparado y que disimuladamente y a los ponchazos se echa mano a la ortodoxia. Si se venden dólares habrá que decir que es una conspiración en marcha y si hay que aceptar que se trata de un ajuste, que sea porque los involucrados lo pidieron.
Igualmente, desde un punto de vista pragmático, no deja de ser gratificante la reacción de la Presidenta, ya que demuestra que hay alguien al comando, sobre todo por los despilfarros de este mismísimo año, con el gasto y la emisión corriendo a la velocidad de un rayo. En algún momento, se había temido que el barco anduviera al garete y algunas cifras de reasignación de partidas y millonarias transferencias por $ 5.700 millones conocidas el último viernes lo certifican.
El largo listado del Boletín Oficial apunta a llenar de fondos a sectores que son la contratara de la poda de subsidios que se intenta hacer. Así, se entregaron fondos adicionales a CAMMESA ($ 1.360 millones para abastecimiento de centrales termoeléctricas), a empresas de colectivos ($ 1.100 millones), a ENARSA ($ 1.025 millones para importación de combustibles), al transporte ferroviario privado ($ 350 millones) y al estatal ($ 226 millones) y $ 38,5 millones extra para financiar el "Fútbol para Todos".
Entre esos fondos adicionales hay también una partida de $ 330 millones para Aerolíneas Argentinas, que en la semana estuvo en el ojo de la tormenta por la pretensión de los gremios de co-dirigir la empresa y por la búsqueda de las autoridades, consustanciadas con La Cámpora, de apoyos políticos que sustenten su cuota de poder. Y el espaldarazo les llegó nada menos que de parte de la Presidenta, quien mandó para atrás una orden de su marido para quitarle poder a los militares, volviendo a pasar la responsabilidad del control de los vuelos a la Fuerza Aérea.
Más allá del festival de gasto que habrá que ver si finalmente se logra encauzar tras la intervención de lo que parece ser el ala menos desequilibrada de la Administración (Julio De Vido, Amado Boudou) en el tema subsidios, el experimento de la prohibición de comprar dólares tuvo un correlato inesperado para los funcionarios actuantes (Ricardo Echegaray y Mercedes Marcó del Pont), tras la corrida que generaron ellos mismos entre los depositantes en dólares, con una salida del circuito de U$S 1.500 millones y una caída extra de las Reservas.
Este segundo grupo, que abonan una visión más fanática de la situación, tiene de algún modo un líder emblemático, el por ahora secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, casi un Superman de la burocracia que va sumando galones para el nuevo período constitucional. Ante la consideración presidencial lo ayuda mucho su gran capacidad de trabajo, su muy bajo perfil ante la prensa y la pasión que pone en la defensa de sus ideas. Lo que parece es que no conoce otra estrategia que la de meter siempre el elefante dentro del bazar y que actúa así para impresionar.
El mito urbano en el que se ha convertido Moreno dice que se pelea con todos los empresarios, que amenaza, que le temen y que su única manera de actuar es dando órdenes. Su vitalidad lo lleva a combates simultáneos, aún bajo rubros diferentes: aprieta para que bajen los precios, pide compensaciones en la balanza comercial, prohíbe exportaciones, trata de frenar la liquidación de divisas de importación, actúa sobre el tipo de cambio, solicita a los banqueros que moderen las tasas de interés, etc. etc.
El funcionario es una verdadera superestructura no demasiado transparente, pero todos los que han tratado con él dicen que es honesto. Algunos le hacen caso de inmediato y otros lo escuchan un rato, lo dejan contento, porque saben que cuando se le pasa y se dedica a otra cosa ellos podrán hacer lo que les parece. La mayoría queda a la espera que les devuelva el favor.
Ha sido Moreno el participante principal de una especial batalla singular que le encomendó nada menos que Néstor Kirchner con el INDEC, que realizó con tanta enjundia que las estadísticas nacionales se han ido a la basura. Para terminar de embarrarla, una encuesta de Cáritas Argentina y del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina sobre la pobreza puso el viernes el dedo en la llaga.
El estudio reveló que el porcentual de pobres en el Área Metropolitana es hoy al menos 20 puntos superior al que marcan las estadísticas del INDEC (34,9% a 15,2%). Las diferencias son contundentes y no sólo se dan en la Capital Federal (18,1 a 6,9%), sino en el Norte (35,8% a 16%), en el Oeste (42,3% a 20,1%) y en el Sur (40,9% a 17%) del Conurbano bonaerense (39,9% a 17,8%), lo que marca lo gelatinosa que es la información que difunde el INDEC a partir de sus cálculos de Canasta Básica Total basados en sus amañadas mediciones de precios. Nadie le cree al organismo, pero Moreno no se achica.
Sin embargo, a la hora de caerle a quienes no dicen la verdad, bien vale la pena registrar que la jerarquía eclesiástica conocía esta información desde mediados de año y que no quiso difundirla antes de las elecciones para que no tenga connotación política. Seguramente, los obispos saben que no haberla hecho conocer también tiene connotación política, porque en todo caso mucha gente votó engañada por esa particular omisión, lo que también es una forma de mentir.
Aclaración: la cita "los medios opositores son los que incitan a la compra de dólares y si logran conseguir que lo haga una masa importante (de compradores) llevarán al país a una recesión" que por un error involuntario esta columna atribuyó hace dos semanas a Ricardo Gerardi, economista de la UBA, de la Universidad de General Sarmiento e integrante del Plan Fénix no le pertenece al mencionado académico, sino al profesor de ambas casas de estudio, Ricardo Aronskind.
(*): DyN.