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06-06-2011

Los derechos humanos y James Cheek

La historia poco conocida de un diplomático comprometido.

por Gabriel C. Salvia (*)

Hace tres semanas, murió el ex embajador estadounidense en la Argentina, James Cheek en Little Rock, Arkansas, a la edad de 75 años.

En las apenas coloridas crónicas periodísticas locales que recordaron al diplomático, lamentablemente se avanzó por el camino de los prejuicios y no se hizo ni una sola referencia a los hechos más trascendentes que protagonizó Cheek en su vida como funcionario del Departamento de Estado.

Algunos prefirieron ridiculizarlo por su pasión futbolera o aún recordarlo como menemista, antes que destacar su rol de promotor activo de los Derechos Humanos que lo hizo merecedor, por ejemplo, de la Medalla Rivkin, una condecoración de la Asociación del American Foreign Service.

Quienes no olvidaron la labor humanitaria de Cheek fueron los uruguayos. Es que desde 1977 hasta mediados de los 80, como número dos primero y luego como encargado de Negocios en el Uruguay, el prestigioso semanario Búsqueda destacó que Cheek "fue un incansable militante en defensa de la apertura democrática y de la liberación de los presos políticos... y cada visitante del exterior era motivo de convocatoria y encuentro de las fuerzas políticas opositoras y proscriptas por el régimen".

Antes de llegar a Montevideo, Búsqueda también recordó que Cheek tuvo una actitud muy valiente como funcionario político en Managua, utilizando un "canal disidente" para informar al Departamento de Estado sobre cuál era la real situación que se vivía en esa época en Nicaragua, contradiciendo los laudatorios informes de su embajador, gran amigo del dictador Anastasio Somoza.

Luego, en Sudán, en épocas de la gran hambruna, Búsqueda mencionó que como embajador "fue encargado de liderar y ordenar toda aquella tragedia, transformándose en una especie de héroe que era más entrevistado por los medios y la TV norteamericana que el propio Reagan".

A pesar de estos relevantes antecedentes de una larga carrera diplomática que culminó como embajador de los Estados Unidos de América en la Argentina entre julio de 1993 y diciembre de 1996, para cubrir la vacante dejada por Terence Todman, a Cheek se lo ha recordado en el país que lo tuvo como último destino por hechos que periodísticamente podrían calificarse "de color".

En efecto, se lo encasilló principalmente como un personaje pintoresco y hasta se hicieron referencias despectivas a sus gestiones como lobbysta, luego de su retiro como diplomático.

El énfasis principal estuvo dedicado a resaltar su expresiva simpatía futbolística por San Lorenzo de Almagro, ya que el embajador era un asiduo concurrente al Nuevo Gasómetro embanderado en los colores azulgrana y hasta concurriendo al programa televisivo del popular conductor Marcelo Tinelli, también reconocido fanático del Club de Bajo Flores.

Las crónicas recordaron que un 4 de julio una bandera azulgrana caía del balcón de la escalera central de la residencia del embajador, mientras que los jugadores y viejas glorias de El Ciclón eran casi los anfitriones del agasajo por el Día de la Independencia de los EE.UU. Igualmente, su pasión por el fútbol ya era conocida en Uruguay, donde se hizo simpatizante de Peñarol.

El otro hecho por el que se ha recordado a Cheek en la Argentina es aquel que quedó inmortalizado en una de las ocurrentes frases del polémico Diego Armando Maradona: "se le escapó la tortuga". Curiosamente, este episodio que tuvo como protagonista a "Spike", la tortuga del hijo adoptivo de Cheek, Surya de 11 años, nacido en Nepal, no faltó en ninguna necrológica.

Aunque como muestra de la superficialidad con la cual se recordó al diplomático norteamericano en la Argentina los medios difirieron nada menos que en el lugar donde "se escapó" el reptil terrestre, ya que la mayoría mencionó que sucedió en los jardines de la residencia del Embajador, pero en realidad fue en un campo de tres mil hectáreas cercano a localidad bonaerense de Luján.

La información intrascedente no dejó ni siquiera lugar para averiguar qué había hecho anteriormente este hombre nacido en Arkansas y miembro del Departamento de Estado desde 1962.

En definitiva, el no haber valorado a alguien que hizo de la defensa de los Derechos Humanos mucho más que una expresión declamatoria y canjear esa visión por una catarata de aprensiones resulta otro ejemplo más de los límites que existen sobre la Memoria en una parte importante de la opinión pública y de la prensa argentina.

(*): titular de CADAL y director del Proyecto Puente Democrático.