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26-04-2011

La promesa de cerrar Guantánamo persigue a Obama

por Alberto Galeano (*)

Ser Barack Obama no resulta nada fácil por estos días en los que el presidente estadounidense es cuestionado por su fracaso en cerrar la cárcel de prisioneros de Guantánamo.

Obama, que buscará su reelección en 2012, también es criticado por su aparente indecisión frente a las revueltas que sacuden a una parte de Medio Oriente, especialmente en Libia y Siria.

La noticia difundida ayer por el sitio web WikiLeaks, de que la Casa Blanca encerró a 30 enfermos mentales en la cárcel de Guantánamo, parece erosionar interna e internacionalmente el prestigio ganado por el mandatario estadounidense.

Aunque Washington aseguró que los datos no estaban actualizados, la difusión de los documentos por parte del diario español El País, entre otros medios, volvió a hacer hincapié sobre una de las principales promesas del presidente Obama desde que asumió la presidencia en enero de 2009.

Que una persona llevara un reloj Casio, de bajo costo, era considerado suficiente para acusar a los detenidos de ser sospechosos de trabajar para la red Al Qaeda, dice en los documentos desclasificados por WikiLeaks.

Y es que Washington cree que esa marca se usa para fabrica armas, según denuncias de WikiLeaks, que citó 5.000 documentos del Pentágono.

"Estos documentos son notables, porque muestran cuán cuestionable ha sido la fundamentación del gobierno para detener a cientos de personas, en algunos casos indefinidamente, en Guantánamo", señaló en un comunicado la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU).

Pero esa no era, precisamente, la percepción que se tenía de la Administración Demócrata cuando Obama dijo que cerraría la cárcel de Guantánamo -en menos de un año-, donde permanecen detenidas 172 personas de las 779 que existían tras las invasiones de Afganistán e Irak, en 2001 y 2003, respectivamente.

La derrota de los demócratas en las elecciones legislativas de 2010 resultó decisiva para que el Congreso, manejado por los republicanos, rechazara recientemente que los detenidos en Guantánamo sean juzgados por tribunales federales de Estados Unidos, así como la aprobación de fondos para cerrar ese penal.

Y esa frustración de Obama volvió a repetirse cuando la Casa Blanca abandonó a mediados de abril su plan para juzgar a Khalid Sheik Mohammed, considerado el cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001.

El caso fue cerrado al cumplirse dos meses desde que el mandatario demócrata ordenó al fiscal general Eric Holder que buscara otro lugar distinto de Manhattan para juzgar al detenido, informó el diario Daily News en su página online.

Los documentos revelados por WikiLeaks describen la obsesión de Washington por interrogar a los prisioneros con el fin de encontrar alguna pista que permita la captura del líder de Al Qaeda, el millonario saudita Osama Ben Laden, su lugarteniente Ayman al Zawahiri y el mullah Mohamed Omar.

En una nota editorial, el diario The New York Times afirmó que "los documentos revelados de Guantánamo eran un escalofriante recuerdo del desastre moral y legal que el ex presidente George W. Bush creó allí".

En estos días, el presidente estadounidense -que fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz- no está siendo cuestionado sólo por el incumplimiento de su promesa de cerrar Guantánamo, sino también por la aparente falta de decisión para intervenir en los diferentes conflictos que sacuden a Medio Oriente.

"Este récord de indecisiones seriales ha dañado los intereses de Estados Unidos", señala Michael Gerson, del diario The Washington Post.

El analista indica que en Libia "Obama esperó hasta que Bengasi (la capital proclamada por los rebeldes al este del país) estuviera bajo la sombra de un genocidio", y dijo que el mandatario apoyó un cambio del régimen de Muammar Kadafi.

"En Siria, la Administración llamó a realizar 'reformas trascendentales', mientras Damasco empleó la violencia masiva contra las protestas. Aparte de las consideraciones morales, no sería acaso el pragmatismo más frío ver el derrocamiento de Assad, el principal aliado de Irán en Medio Oriente", afirmó.

La Casa Blanca, con el apoyo de Francia y el Reino Unido, así como la Liga Arabe, impulsó la aprobación de la resolución 1973 en el Consejo de las Naciones Unidas para atacar a las fuerzas de Kadafi, pero en el caso de Damasco aún no se pronunció por una intervención, aunque condenó la represión contra la oposición.

Sin embargo, el mismo discurso empleado por Washington y sus aliados con respecto a Libia no parece ser aplicado a Siria, aunque el presidente francés, Nicolás Sarkozy, dijo -sin asegurar el respaldo de su país- que se necesita el aval de la ONU para aprobar una intervención militar contra ese país.

De todos modos, la Casa Blanca negó que esté trabajando para derrocar al gobierno de Bachar al Assad, en el poder desde 2000, tras suceder a su padre Hafez al Assad, que gobernó durante 30 años Siria, pero dijo que estudia posibles sanciones contra ese país, según The New York Times.

Los hechos de las últimas horas parecen confirmar que el gobierno de Bachar ha elegido la violencia para acallar las protestas, iniciadas el pasado 18 de marzo, para demandar al gobierno una serie de reformas demócraticas.

La represión causó hasta el momento más de 350 muertos, según informes de organizaciones de derechos humanos.

¿Existe un doble discurso de Occidente en la crisis iniciada en los países árabes tras las revueltas de Túnez y Egipto?, se preguntan algunos analistas.

Las contradicciones o aciertos de Obama se verán reflejados en las elecciones presidenciales del año próximo, en las que el primer presidente negro de la historia de Estados Unidos buscará su reelección, quizá, sin haber cumplido una de sus más importantes promesas: cerrar la cárcel de Guatánamo.

(*): Télam.