Aldosivi vs. Alvarado, una rivalidad que expresa identidad comunitaria
Investigadores del Conicet descubrieron que en determinadas comunidades la forma en que se juega y se vive el fútbol contiene expresiones de identidad sociocultural
Investigadores argentinos descubrieron que en determinadas comunidades la forma en que se juega y se vive el fútbol contiene expresiones de identidad sociocultural de los participantes, a veces más definidas por el relato histórico con el que cargan que por su realidad presente.
Gastón Gil, investigador adjunto del Conicet en la Universidad Nacional de Mar del Plata, lo observó por ejemplo en el estudio de los dos equipos más populares de la ciudad: Alvarado y Aldosivi.
Federico Fernández, becario posdoctoral del Conicet en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy obtuvo conclusiones parecidas en el campeonato anual que se juega en el departamento jujeño de Valle Grande
En Mar del Plata, Gil observó que los clubes Aldosivi y Alvarado fueron construyendo su identidad y luego la rivalidad entre ellos en vinculación a los diferentes momentos histórico-sociales que a lo largo del tiempo atravesó Mar del Plata.
Aldosivi está cerca del Puerto, al sur de una ciudad donde el proceso industrial y pesquero quedó relegado por el proyecto turístico. Los trabajadores del puerto, asociados con los inmigrantes europeos de fines del siglo XIX, fueron progresivamente expulsados del centro. "Así, el primer rival de Aldosivi fue la propia ciudad", comenta el investigador.
En cambio, para el hincha de Alvarado la pertenencia no está dada por la ubicación geográfica sino por una construcción desde lo social y económico.
"Las rivalidades futbolísticas interbarriales e intraciudad suelen presentar un componente de clase muy marcado. Es decir, en el imaginario, los clubes se asocian a clases sociales determinadas que presentan los enfrentamientos sobre la base de la oposición ricos versus pobres", destaca Gil.
A principios de la década del ’90, cuando ambos acapararon el escenario futbolístico marplatense, Aldosivi se definió como marginal desde lo geográfico y Alvarado como marginal desde lo social frente al resto de la ciudad.
"Si Aldosivi se transformó en la metáfora de un sector históricamente apartado de las nominaciones legítimas de ’lo marplatense‘, Alvarado consolidó su posición de marginalidad de clase", explica el investigador.
En Jujuy
Valle Grande está en una zona aislada por los cerros, que hacia el norte da a la alta montaña y hacia el sur a la selva de yungas, donde en más de un siglo de industria azucarera los empleadores elaboraron una visión estereotipada de los pobladores.
"En los relatos de los capataces y peones de los ingenios aparece la idea de que los pobladores del norte, de la zona alta, tienen mayor resistencia y fortaleza física para el trabajo, son más callados y sumisos y se les paga menos", refiere Fernández.
El investigador afirma que "esa narrativa sobre los cuerpos es trasladada también al fútbol: su juego es rudo y el trato con la pelota es rústico, los pases son largos y poco precisos", describe.
En contraposición, a los jugadores de la zona selvática se les atribuye habilidad y destreza, y ellos se jactan de tener un fútbol más vistoso, de pases cortos y efectivos.
El investigador grabó cada partido de un torneo y halló resultados inversos a lo esperado: los habitantes de la región selvática daban menos pases entre ellos y fallaban su destino en más oportunidades que los equipos del alto.
"El relato es más fuerte que el juego mismo. Los de la montaña cargan el estilo de juego de la montaña y eso, sea cierto o no, es inamovible porque forma parte del proceso de construcción de su identidad", explica.
En el día a día, durante la actividad cotidiana, los dos sectores están conectados por la actividad ganadera y en muchos casos por lazos familiares. Pero durante el campeonato se produce esa separación.
"El juego aquí es una excusa para un encuentro y un desencuentro. Es una especie de carnaval donde una vez al año llegan los parientes que están afuera del departamento y el juego funciona como catalizador. Hay tensiones, conflictos entre familias, historias de amor pendientes y relatos identitarios que vuelven al pueblo en esos tres días de campeonato", analiza Fernández.