BUENOS AIRES (Especial).- Leandro Gracián tuvo escasa gravitación en este título de Boca de campeón del torneo Apertura Néstor Kirchner del fútbol argentino. Jugó apenas un par de partidos, no anduvo bien, también sufrió lesiones y una vez más no tuvo continuidad. Pero Leandro Gracián es, aunque parezca raro, un nombre clave en esta historia. Un símbolo del cambio.

Es que en el mediodía soleado del 3 de julio, cuando el plantel de Boca se reencontró en Casa Amarilla para iniciar la pretemporada y preparar el viaje a Curitiba, previo a la gira por Europa, el técnico Julio César Falcioni dio a conocer la lista de viajantes e incluyó, entre otros futbolistas que volvieron al club, a Leandro Gracián. Y explicó rápidamente el motivo. Ahora sí, por fin, después de todos los cambios en el anterior campeonato, Boca iba a jugar con el mismo esquema clásico durante todo el certamen, un formato a la medida de Juan Román Riquelme, el mejor futbolista argentino. Y Gracián entraba en la lista como reemplazante eventual, para no cambiar ante alguna lesión o suspensión, para sostener una idea y una forma de jugar en cualquier cancha y ante cualquier rival.

Paralelamente a eso hubo una charla profunda del DT con el propio Riquelme, en la que "se pactó" aquello de decidirse por una idea y sostenerla y no cambiar "cinco esquemas diferentes" (como lo graficó el propio Román esta semana). Y una charla en la que también, claro, se limaron asperezas, y se dejó atrás aquel absurdo de no haberlo puesto en el partido ante All Boys de la cuarta fecha del Clausura por cuestiones "de funcionamiento".

Cierto sector de la prensa había presionado en aquel tiempo para "que Falcioni volviera a su esquema preferido el 4-4-2". El mismo sector que ahora, cuando este Boca marca el camino con su sistema clásico, el 4-3-1-2 dice que todo es exclusivo mérito de Falcioni.

Y en realidad, como en todos los éxitos, las razones son compartidas. Pero la clave es que, en Boca, desde hace mucho tiempo,-con Bianchi, con Basile, con Russo, con Ischia, ahora con Falcioni...-, el 4-3-1-2 es más que un número telefónico. Se trata de una cifra que representa una filosofía de juego, una idea irrenunciable, la del enganche, la del conductor, la del generador de juego.

Y entonces los méritos son, claro, de Riquelme que condujo al equipo desde adentro, como el mejor futbolista del campeonato hasta la fecha 11, cuando dejó a Boca seis puntos arriba. Pero también del Riquelme de afuera de la cancha, como líder de un grupo que ya no tuvo dispersiones ni filtraciones, todo lo contrario a aquel "líder negativo" con el que lo calificó Daniel Angelici. Y los méritos han sido de Falcioni, porque ahora sí sostuvo una idea ante cualquier circunstancia,-incluso la propia baja de Riquelme-, y porque esa idea implicó más prolijidad en el juego y porque ayudó a consolidar un orden defensivo y porque se la jugó por Cvitanich y Orión cuando se mencionaban otras alternativas para esos puestos. Y hay razones del título también en Rolando Schiavi y Leandro Somoza, los dos principales ordenadores de esa defensa. Y en Cristian Chávez, quien en un par de partidos al menos dejó de ser "Pochi" y convenció al DT para ser él el reemplazante natural de Riquelme y no el Gracián del plan original. Y en Clemente, también un socio en esa idea como alternativa de pase.

Y el mérito grande es además del presidente Jorge Amor Ameal, porque se la jugó con Falcioni, ante todas las incógnitas, y lo sostuvo después de aquel 0 a 0 inicial ante Olimpo, cuando un dirigente, Juan Carlos Crespi, llegó a pedir insólitamente un "plan B", cuando solo el campeonato llevaba una fecha, pero con el crédito acotado del DT por la mala campaña anterior.

Ante lo que pasa en la Selección y ante la confusión general en gran parte del fútbol argentino, tener una idea y sostenerla es ya hoy un gran logro. Por lo mismo que Vélez había ganado el torneo anterior -también con el bendito 4-3-1-2- es que Boca fue un campeón tan holgado en este Apertura.

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